Biografias

Andrés de Santa Cruz y Calahumana

Militar y político nacido en Bolivia es considerado como organizador de la República de Bolivia y arquitecto de la Confederación Perú - Boliviana.


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Andrés de Santa Cruz y Calahumana nació en 1792 en la ciudad de La Paz, que en ese momento formaba parte del virreinato de Río de la Plata. Su padre era natural de Huamanga que había llegado al altiplano en tiempos de la rebelión de Túpac Amaru; su madre era criolla e hija del cacique de Huarina, por lo tanto, Andrés de Santa Cruz fue inscrito como “español” en su partida de bautismo, algo que reflejaba la posición social de sus padres.

Estudió en el Cusco, en el Colegio de San Bernardo, donde compartió las aulas con Agustín Gamarra, posteriormente, ambos se enrolaron en el primer ejército organizado en los Andes para defender al rey, en 1809, que estuvo bajo la comandancia del criollo arequipeño José Manuel de Goyeneche. Adquirieron esxperiencia en las campañas contra las juntas, estuvieron presentes en la victoria de la batalla de Guaqui, en 1811, y participaron en todas las ofensivas por casi una década. En 1816, Santa Cruz ya había sido ascendido a teniente coronel, pero en abril de 1817 fue capturado y llevado prisionero a Las Bruscas, a las afueras de Buenos Aires. Logró huir después de casi dos años y se presentó con el virrey en Lima, en enero de 1820. En diciembre del mismo año, fue capturado después de la derrota de O’Reilly, en la batalla de Cerro de Pasco, y fue en ese momento que cambió al bando independentista.

Santa Cruz estuvo a cargo de los batallones que envió José de San Martín para apoyar a Simón Bolívar y a Antonio José de Sucre en la batalla de Pichincha, donde vencieron en mayo de 1822. Durante la primera campaña a los puertos intermedios, que son los que se encuentran entre Lima y Valparaíso, Santa Cruz estuvo encargado de presionar al ejército realista por el centro, pero solo logró llegar hasta Huancayo, debido a la falta de recursos. Enfurecido por la derrota, juntó fuerzas con Gamarra para deponer al triunvirato que gobernaba en Lima, ya que ambos culpaban a José de La Mar por no haber logrado imponer una estrategia que garantizara el éxito. Fue entonces que a las afueras de Lima se tramó el motín de Balconcillo, tras el cual José de la Riva-Agüero fue nombrado primer presidente del Perú.

Con el apoyo de este nuevo gobierno y el dinero del empréstito de Londres, fue posible organizar una fuerza de 5000 hombres que viajó a realizar una segunda campaña sobre los puertos intermedios. Tacna y Moquegua fueron tomadas inmediatamente sin muchas dificultades. Al dejar la ciudad de Lima desguarecida, los realistas volvieron a tomarla por un mes a mediados de 1823, pero esto le dio una oportunidad a Santa Cruz y a Gamarra de avanzar sobre el Altiplano, lo que resultó en la victoria de Santa Cruz en la batalla de Zepita, el 25 de agosto de 1823, y en el avance de Gamarra hasta Oruro. La victoria, sin embargo, no llevó a derrotar a sus enemigos, quienes más bien lograron asilarlo, pues impidieron que Santa Cruz se encontrase con Gamarra en Oruro o con los refuerzos que venían desde el sur al mando de Juan Antonio Álvarez de Arenales. Por ello, Santa Cruz y sus tropas debieron partir de manera desesperada rumbo a la costa para tratar de embarcarse de regreso a Lima o a Trujillo.

Al volver al territorio independiente, Santa Cruz se encontró con que Riva-Agüero había sido depuesto, por lo que tuvo que depender del apoyo de Sucre para ser aceptado una vez más entre los jefes del ejército libertador, luego de recuperar su salud en la ciudad de Piura. En mayo de 1824, se encontraba en Cajamarca junto a Sucre, La Mar y Miller entrenando las tropas que habrían de realizar la última gran campaña de la independencia. Combatió en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, y fue encargado de la vanguardia que persiguió a los realistas hasta Huamanga, donde permaneció de agosto a noviembre como gobernador de esta provincia. Se dedicó a aprovisionar el ejército, y fue al valle del Mantaro en diciembre para encargarse de que el envío de armas y alimentos se mantuviera constante. Mientras permanecía en esta zona, aconteció la batalla final en Ayacucho en la que se selló la independencia de América.

Una vez concluida la guerra en el Perú, Santa Cruz retorna a su provincia natal, La Paz, y fue nombrado diputado para representarla en el congreso donde se decidiría la independencia de los territorios que habían sido parte de la Audiencia de Charcas. El 6 de agosto de 1825, se declaró la creación de la república de Bolívar, que pronto se llegó a conocer como Bolivia. Santa Cruz gobernó la provincia de La Paz y apoyó a Bolívar en su proyecto de crear la Federación de los Andes con la idea de que fuera regida por la Constitución de 1826 para Bolivia, la cual se conoce como la Constitución vitalicia por estipular que el gobernante se quedara en el cargo de por vida. Debido a su apoyo incondicional, Bolívar lo nombró presidente del Consejo de Estado en el Perú, así que para mediados de 1826 ya estaba de regreso en Lima. Santa Cruz sofocó la revuelta de los iquichanos en Huanta y trabajó de manera incansable para lograr que las provincias del sur aprobaran la Constitución de 1826. Al abandonar el Perú para lidiar con los problemas en Colombia, Bolívar dejó a Santa Cruz a cargo del Poder Ejecutivo, con la instrucción de tomar el mando en caso la oposición a la Constitución vitalicia fuera muy fuerte. Si bien esta Constitución se aprobó el 9 de diciembre de 1826, a finales de enero de 1827, las tropas colombianas acantonadas en Lima se levantaron en contra de la nueva carta, y la Corporación Municipal de Lima decidió que se volviese a la Constitución de 1823.

Santa Cruz convocó a un congreso y este ratificó el cambió constitucional, además de elegir a José La Mar como presidente. Separado de los asuntos políticos en el Perú, Santa Cruz buscó volver a Bolivia, pero la rivalidad con Sucre se lo impidió. El Gobierno peruano lo envió como plenipotenciario a Buenos Aires; sin embargo, no logró cruzar los Andes por motivos climatológicos y se quedó en Chile. En su permanencia, se inspiró en las políticas de los gobernantes chilenos que habían llevado su país a una estabilidad que contrastaba con lo que acontecía en el resto del continente.

Bolivia se encontraba convulsionada, ya que muchos se oponían a que se mantuvieran a cargo los hombres designados por Bolívar, razón por la que se dieron incursiones desde el Perú para deponer a Sucre. Después de dos intentos de revolución, en 1828, finalmente Sucre fue obligado a dimitir y abandonar el país, y dejó el camino libre para que Santa Cruz se convirtiera en presidente en 1829.

Santa Cruz fue un gobernante muy exitoso, que logró organizar el país y conseguir el respaldo de la mayoría de los bolivianos. Pero mientras Bolivia se encontraba en paz y prosperidad, el Perú, que era gobernado por Gamarra, se enfrentó a una serie de levantamientos armados, que llegó a desatar una guerra civil en 1834. Varios de los bandos enfrentados en el Perú le solicitaron ayuda a Santa Cruz para vencer a sus enemigos. Eventualmente, Santa Cruz decidió intervenir en el conflicto peruano con la ambición de utilizar la coyuntura para poner en marcha su plan de crear una confederación entre Perú y Bolivia. Después de meses de intrigas y maquinaciones, logró su cometido en 1836, pues, tras intervenir en la guerra civil del Perú, organizó la unión de los dos países gracias a tres congresos que ratificaron la conformidad de crear este nuevo estado, el cual reunía la República de Bolivia, la República Sur-peruana y la República Nor-peruana. Su propuesta recogía una idea que había estado presente en la Federación de los Andes, imaginada por Bolívar, que era dividir el Perú en dos. El proceso culminó en Huara el 28 de julio de 1836, con la creación de la última de estas repúblicas, y luego fue confirmada con la aprobación del Pacto Federal. La idea era crear una nueva estructura de gobierno con una capital en Tacna, y que una autoridad general, en ese momento Santa Cruz, estuviera a cargo de la política exterior y viajara por los tres estados que serían administrados de manera autónoma. A pesar de que la Confederación tuvo importantes enemigos internos y externos, Santa Cruz fue capaz, por lo menos un tiempo, de aglutinar suficiente apoyo, tanto en Bolivia como en Perú, para sacar el proyecto adelante. Los enemigos internos de la Confederación se concentraron en Bolivia, quienes se resentían a ser una minoría ante dos estados peruanos, y en el Estado Nor-peruano, donde muchos consideraban inaceptable que Lima perdiera su posición preeminente. Sus enemigos principales, sin embargo, fueron externos, principalmente los que se encontraban en Chile, donde se les oponían el poderoso ministro Diego Portales, y en menor medida la Confederación Argentina liderada por Juan Manuel de Rosas. Ambos temían que la Confederación Perú-Boliviana se convirtiera en un enemigo poderoso en el futuro, tanto por su extensión como por el tamaño de su población.

Sus enemigos externos, con el apoyo de una serie de emigrados peruanos, organizaron dos campañas en contra de la Confederación Perú-Boliviana. La primera fue derrotada en las afueras de Arequipa en 1837, de manera tan absoluta que se firmó un tratado de paz en Paucarpata, pero este no fue ratificado por el Congreso chileno. Fue por ello por lo que se organizó una segunda campaña que fue enviada a Lima y que tuvo más éxito, esto se debió en gran medida a que el norte del Perú era la región menos convencida con el proyecto. En 1838, sus dirigentes se separaron de la Confederación e hicieron mucho más difícil enfrentar a las tropas venidas de Chile. Ambas campañas contaron además con el apoyo de peruanos, especialmente la segunda, en la que participó Gamarra, quien se convertiría en el sucesor de Santa Cruz. A pesar de contar con el apoyo de las potencias extranjeras más importantes del momento, tanto Gran Bretaña como Francia, Santa Cruz no pudo mantener su Confederación en pie y fue vencido en la batalla de Yungay en 1839. Pese a su derrota, este no fue el fin inmediato de su carrera política, ya que durante los próximos cuatro años intentó volver al poder desde su exilio en Guayaquil. Fue tan solo después de ser capturado en la costa peruana, en 1843, y de ser enviado prisionero a Chile y luego exiliado a Francia, que quedó sin más posibilidades de acción política y militar, por lo que pasó el resto de su vida en Versalles, en muchos momentos como ministro plenipotenciario de Bolivia ante Francia, hasta su muerte en 1865.

Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]




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