En Biografias

José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete

José de la Riva-Agüero fue un precursor de la independencia americana, un gran conspirador contra el gobierno virreinal, el primer prefecto de Lima, el primer presidente del Perú, uno de los primeros que elabora una historia de la independencia desde la perspectiva peruana, y fue el representante de un sector político que buscaba el liderazgo peruano en la independencia nacional. fue un protagonista de excepción de los avatares políticos de la naciente república del Perú.

José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete

José Mariano de la Cruz de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete nació el 3 de mayo de 1783 en Lima, en el seno de una de las familias más importantes de la élite capitalina. Sus padres fueron José de la Riva-Agüero, oriundo de Cartagena de Levante en Murcia (España), y Josefa Sánchez Boquete, natural de la Ciudad de los Reyes. Su tío materno, José Mariano Sánchez Boquete Román de Aulestia, ostentaba el marquesado de Montealegre de Aulestia, título del cual él era inmediato sucesor. Este marquesado, según el propio Riva-Agüero, se hallaba entroncado con “los condes de la Vega del Ren y los marqueses de San Miguel de Hijar”. En 1805, se le concedió el título de caballero de la orden de Carlos III, condecoración que constituye un referente más de nobleza para el conjunto familiar, el cual siempre destacó por servicios a la corona española y por no pocos reconocimientos.

En el ámbito de las milicias, José de la Riva-Agüero fue nombrado alférez del cuerpo de la nobleza de Lima a una edad muy temprana (1796). Años después, ese cuerpo se refundió en el regimiento de infantería de línea de voluntarios distinguidos de la concordia española del Perú, y Riva-Agüero fue nombrado teniente de la segunda compañía del primer batallón (1811). En este último nombramiento, se deduce que tuvieron mucho que ver sus relaciones de parentesco, puesto que su tío, el marqués de Montealegre de Aulestia, era capitán de dicha compañía. En la administración, obtuvo algunos cargos dentro de la Casa de Moneda de Lima y del Real Tribunal Mayor de Cuentas de Lima: guardacuños de dicha casa real, contador ordenador del Tribunal de Cuentas (1809) y juez de balanza de la Casa de Moneda de Lima de manera interina. Al tener en consideración los méritos que había contraído su padre, el Gobierno de la metrópoli ordenó se le mejorase de destino, así que se le nombró juez del Ramo de Suertes de Lima paralelamente a su empleo en el Tribunal de Cuentas. Se originó un problema por el recibo de dos sueldos, por lo que la Regencia (1812) mandó se le quitase el nombramiento del Ramo de Suertes. Para Riva-Agüero, esto fue resultado de una conspiración del virrey Abascal y del contador mayor Antonio Chacón, con el fin de dejar el cargo libre para el yerno de este último.

Un hito muy importante en la vida de José de la Riva-Agüero fue su primer viaje a España, realizado entre los años 1803 y 1809. En la península, ingresó a la carrera militar y prestó servicios en escalones subalternos. El viajero inglés Robert Proctor afirma que, desde su primer viaje a Europa, en Madrid, mostró síntomas de un carácter inquieto: “Se divertía de noche pegando carteles sediciosos en las calles, que dieron mucho trabajo a la policía para arrancarlos de día y descubrir al probable autor”. Poco se sabe de esta primera estancia europea de Riva-Agüero, salvo algunos datos que él mismo refiere en documentación posterior. Todo apunta a que Riva-Agüero tenía información privilegiada del Gobierno francés y que participaba del entorno de Napoleón Bonaparte. Riva-Agüero, entonces, procedió a comunicar a Gran Bretaña la información reservada que tenía sobre los planes franceses en relación con América Hispana, por lo que se convirtió en un informante de Gran Bretaña (1808) y trabajó, desde ese momento, en favor de la independencia de América. De este año, consta un plan para independizar América Hispana, el cual hizo llegar al Gobierno británico. Aunque Riva-Agüero nunca expuso de manera explícita el motivo de su postura separatista, en la documentación se advierte un gran descontento: la discriminación que sufrían los americanos en la consecución de los cargos públicos más importantes, los cuales, afirmaban varios criollos, estaban destinados a los peninsulares.

En su regreso a Perú, Riva-Agüero participó de varias conspiraciones y estuvo preso varias veces, tanto en el gobierno de Fernando de Abascal como en el de Joaquín de la Pezuela. En palabras de José Agustín de la Puente, era el hombre que mejor expresaba la continuidad de las conspiraciones limeñas y en varias figuró como uno de los líderes. Cuando se dieron las independencias del Río de la Plata y de Chile, Riva-Agüero sostuvo comunicaciones con aquellos gobiernos. Fue precisamente en Buenos Aires que se publicó uno de sus escritos más famosos conocido como “Las veintiocho causas”. Vio a José de San Martín como un aliado estratégico en el camino hacia la independencia. Elaboró un plan de conquista del Perú —el cual incluía mapas, detalles de haciendas, esclavos, ganados, caballos y provisiones— que hizo llegar a manos de San Martín y que, entre otros, le sirvió a este de guía para su desenvolvimiento en el territorio peruano. El plan incluía detalles de lugares desde donde debería ser atacado el Perú, los puntos de desembarco, el lugar desde el cual partirían las tropas patriotas, las secuencias de puntos geográficos para conquistarlo hasta llegar a Lima, etc. Riva-Agüero fue elemento esencial para el éxito de la campaña de José de San Martín en el Perú; asimismo, aportó económicamente a la causa de la patria y a familias patriotas que recurrían a él constantemente.

Luego de proclamarse la independencia en la capital, José de la Riva-Agüero fue nombrado jefe político del departamento de Lima con el título de presidente (4 de agosto de 1821), convirtiéndose así en el primer prefecto de esta ciudad. Se le condecoró con la medalla de brillantes del ejército libertador, se le nombró benemérito de la Orden del Sol (10 de diciembre de 1821) y, un mes después, (12 de enero de 1822) se le declaró correspondiente de esta orden con la pensión anual de quinientos pesos. Cuando se instaló el Congreso Constituyente de 1822, este le confirió una de las tres medallas cívicas que se decretaron para ser distribuidas entre tres de los beneméritos que más hubiesen merecido de la patria. Su mirada posterior sobre San Martín fue de aguda crítica por los desaciertos que este cometió; entre otros, Riva Agüero destaca el haberse erigido San Martín como el Supremo Protector del Perú, algo que, bajo su punto de vista, no le correspondía.

El año 1823 fue un antes y un después en la vida de José de la Riva-Agüero y en la historia de la independencia peruana. En virtud de muchos descontentos hacia la junta gubernativa, los generales del ejército patriota condicionaron al Congreso, a través del motín de Balconcillo, para que elevase a José de la Riva-Agüero al máximo sitial político, por lo que se le nombró presidente de la república del Perú (28 de febrero). Pocos días después, el Congreso le confirió el rango de gran mariscal. Riva-Agüero desarrolló una labor titánica en la administración pública y en la organización de la guerra contra las fuerzas realistas del virrey La Serna, acantonadas en la sierra central, en un plan que contaba con el apoyo del Río de la Plata y de Chile. No obstante, la división al interior del Congreso pesó en los acontecimientos posteriores. En junio, las tropas del general realista Canterac recuperaron la ciudad de Lima por un corto tiempo, por lo que Riva-Agüero, los miembros del Congreso y los de algunos ministerios se refugiaron en el Real Felipe del Callao. En esta fortaleza, el Congreso destituyó a Riva-Agüero de la presidencia de la república (23 de junio). Como previamente se había decidido trasladar parte del Gobierno a la ciudad de Trujillo, se dejó momentáneamente sin efecto esta destitución. Riva-Agüero y una parte del Congreso se encaminaron a la ciudad de Trujillo, donde el mandatario desconoció su destitución, disolvió el Congreso, tomó prisioneros a los congresistas opositores y nombró un Senado en esta ciudad norteña (19 de julio). Mientras tanto, la parte del Congreso que había quedado en Lima nombró a José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle, como nuevo presidente. El Perú independiente se polarizó. En estas circunstancias se dio el arribo de Bolívar al Callao (1 de septiembre).

Simón Bolívar reconoció legitimidad al Congreso y al presidente limeño e instó a Riva-Agüero a hacer lo mismo. Riva-Agüero tenía un gran apoyo —cabildos, comunidades, gremios, cuerpos cívicos, montoneras— en el norte peruano y en los andes norcentrales, y era líder de un partido que buscaba una independencia liderada por peruanos y no por extranjeros. Por ello, entró en tratos con el virrey La Serna para conseguir una independencia sin tropas grancolombianas, y tomó como modelo las propuestas sanmartinianas de Punchauca. Uno de sus aliados, Antonio Gutiérrez de la Fuente, lo traicionó y tomó preso en Trujillo. Riva-Agüero, acusado de traidor a la patria, fue exiliado a Europa en 1824. Desde allí inició una campaña contra la dictadura de Simón Bolívar, con la cual buscaba, además, limpiar su imagen política. Un acontecimiento importante fue su matrimonio en Bruselas (26 de julio de 1826) con la princesa belga Arnoldina Carolina Irene de Looz Corswarem. Además de sus propias redes familiares y políticas, este matrimonio lo catapultó al nivel de la nobleza europea, estatus que ningún otro peruano tuvo en aquel tiempo.

De su exilio data un supuesto plan de conquista del Perú, liderado por él, para establecer una monarquía en el Perú. Si bien Riva-Agüero era partidario de la monarquía, nunca reconoció dicho plan revolucionario. De Europa, se dirigió a Santiago de Chile (1828) supuestamente por dificultades económicas. Durante su exilio, Riva-Agüero y sus partidarios trabajaron para que le fuese anulada su proscripción. El Congreso aprobó su retorno al Perú en 1829, aunque la ley fue promulgada dos años después. Riva-Agüero afirmaba que su regreso al Perú era para responder los cargos hechos contra su administración en el tiempo que fue presidente, así como para arreglar sus intereses. La sentencia fue absolutoria y tuvo en cuenta que el entendimiento de Riva-Agüero con los realistas no fue más allá del plan de Punchauca. La Suprema Corte de Justicia (1832) declaró que, en lo que respecta al periodo de su mandato, no había mérito para seguirle causa y que los cargos por su conducta posterior no correspondían al Supremo Tribunal.

En 1833, fue elegido diputado a la Convención. Debido al golpe de Estado llevado a cabo por Felipe Santiago Salaverry (1835), Riva-Agüero, partidario del presidente Luis José de Orbegoso, volvió a refugiarse en Chile. Esta circunstancia fue aprovechada por Orbegoso, quien nombró a Riva-Agüero plenipotenciario en aquel país con facultades para levantar un empréstito y comprar buques para la Armada peruana. Este hecho causó muchos problemas, por lo que Riva-Agüero renunció a su encargo. En el tiempo de la Confederación Perú-Boliviana, Andrés de Santa Cruz nombró a Riva-Agüero presidente del Estado Nor-peruano ante la defección de Orbegoso, que era quien ostentaba este nombramiento (1838). La Confederación fue derrotada por la segunda expedición “restauradora” de Chile en la batalla de Yungay (1839). Riva-Agüero se embarcó, junto con Andrés de Santa Cruz, rumbo a Guayaquil en lo que sería su segundo destierro del Perú, el cual volvió a cumplir en Europa. A su retorno al Perú en 1845, abandonó la política.

José de la Riva-Agüero falleció en Lima el 21 de mayo de 1858. Póstumamente, se publicaron en París sus Memorias, las cuales constituyen uno de los primeros aportes historiográficos sobre la independencia del Perú en la pluma de uno de sus principales protagonistas.

Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]


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