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EL JOVEN MANOS DE TIJERA

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EL JOVEN MANOS DE TIJERA

El joven manos de tijera (1990), como toda ficción de Burton, es un cuento de hadas para niños inadaptados. Políticamente incorrecto e incisivo, resume la vida de los suburbios norteamericanos, podridos en el gran sueño de plástico -siguiendo la línea inaugurada en Beetlejuice (1980, para contar la simple historia de una criatura tristona con inclinación por la jardinería. La primera escena se abre amablemente con una abuela contando un relato a su nieto sobre el origen de la nieve. Continúa con un creador, Vincent Price (en un enlace perfecto entre la imaginería gótica del pasado fílmico y el presente), que al morir abandona a su suerte al híbrido Edward, hecho de retazos, cuyas manos son un par de tijeras. Una familia le descubre y acepta en su seno, tratando de inculcarle los valores de su sociedad, valores que sólo hacen patente un conservadurismo esquematizante. Pronto Edward demuestra una sensibilidad única por la confección de hermosos animales de arbusto, y luego por el pelo de las amas de casa. Esto le gana el reconocimiento de su vecindad, pero sólo en el sentido de la novedad de circo. Kim, la hija de la familia, parece ser de las pocas que ven algo más en él, luego de pasar de la mofa a una admiración cercana al enamoramiento. Tan precario equilibrio, tanta extraña belleza en el rostro de Edward, sólo puede desembocar en la envidia de los que le rodean, y la purga. El joven huye y debe ocultarse para siempre en donde todo empezó, haciendo creer al resto que ha muerto. A todos menos a su amor, y a la viejecita que cuenta este relato. Esta es la cuarta y más personal película de Tim Burton, en donde descuellan la música de muérdago de Danny Elfman, y las interpretaciones de Dianne Wiest como la gentil pero torpe Peg, el rostro de Johnny Depp (inexpresivo pero que lo transmite todo) como Edward, una Winona Ryder como la núbil Kim y Vincent Price en su último rol. Tim Burton creció consumiendo filmes de la Hammer y Universal, sintiendo lástima por los destinos terribles de sus monstruos, seres con los que podía identificarse. No es gratuito que Edward sea perseguido igual como era perseguido la criatura en Frankenstein (1931) de James Whale. Pero no es una parábola triste porque el humor ácido del director permea todos los niveles. Se ríe de ese paisaje estadounidense de roles caricaturescos, que aspiran a una muerte cerebral y emocional. La visión al negativo de Burton convierte los colores rosas y luminosos en los verdaderos símbolos de una película de terror, en donde la monstruosidad no reside en lo externo, sino en lo hipócrita de la normalidad llevada al absurdo. Los personajes son viñetas para representar una idea: la familia Boggs compuesta por una madre –en todo el sentido de la palabra– de buenas pero nunca solicitadas acciones, un padre materialista que cree en la evangelización del capital, una hija virginal, modélica, pero llena de nada, su inmaduro novio Jim, ególatra y destructivo, una vecina de seductor veneno que desea sin medida, y una comunidad autocomplaciente que vive del pequeño escándalo, de la estupidez diaria y el cotilleo para llenar el vacío que deja la estandarización industrial de la vida norteamericana. Por otra parte, en Edward, todo acto de crear es también destrucción. No podría ser de otro modo para una persona que ni siquiera puede abrazar a otro ser humano. Esto lo convierte en un ejemplar único en su especie, al quedar separado de la experiencia social. Por eso su actitud en la película es la de alguien ausente, con la mirada perdida y el hablar de quien se ve hacia adentro. Sin personalidad ni destino en la búsqueda de sí mismo no puede amar nada ni a nadie, sino sólo al arte, que representa una función redentora y que le otorga una vía solitaria, pero que está dispuesto a abrazar. Como el artista maldito, es condenado a ser incomprendido, a quedar despojado de todo menos de su don y así cerrar el círculo con su padre, el inventor, también creador y solitario. Una temática que llama la atención, y que recorre transversalmente la obra de Tim Burton, es el rol de los sexos. Específicamente en esta película, lo femenino (Pegs y Kim) es una fuerza benigna, cuya voluntad moviliza el mundo, que ama incondicionalmente y puede ver a través de la dura costra de la feroz humanidad lo bello y lo triste, robando a Kawabata. En contraposición, lo masculino es una potencia inmadura, destructora-creadora, en constante conflicto de crecimiento, que violenta todo lo que ama, pero que al final su principal característica es la frustración, tanto para los demás como para sí mismo. Si de analogías se trata la mujer es tierra y el hombre fuego. La película es muy versátil al registrar una hibridación armoniosa de situaciones y personajes, pero sobre todo de estilos narrativos. Presentada al público como un cuento de hadas, recorre la sátira social y el terror, la comedia y el matiné de pop-corn. Quizás el origen radique en que Tim Burton no es siquiera un iconoclasta, sino más bien un director que desprecia los registros fílmicos para sumergirse en sí mismo y crear uno solo que está supeditado a lo que quiere y no a ninguna forma estilística. Es así que existe, por ejemplo, el contrasentido de la primera secuencia (un cuento de hadas), que luego toma la forma de una película de terror, que más tarde se llena de los juegos y juguetes de la línea de producción del inventor. La calidad y cantidad de las ideas en la película no dejan que el espectador se acomode por mucho tiempo. Quizás los registros que siempre subyacen en esta cinta son la sátira social y la fábula: Burton no puede resistir a burlarse descarnadamente de sus vecinos, pero a través de la parábola. Nunca hay que esperar la moraleja de la fábula porque Burton no las ofrece jamás. En el apartado musical, los temas compuestos por Danny Elfman son la banda sonora perfecta para esta película. Con las mismas inclinaciones estéticas retorcidas, el mismo humor descolocante, el compositor ha alcanzado cotas insospechadas en su propia narrativa, como en su trabajo para Nightbreed (Clive Barker, 1990). El joven manos de tijera es una banda sonora precisa y evocadora, que llama al recogimiento. Es muy fácil dejarse llevar, aún sin la ayuda de las imágenes, por la prístina voz de los niños, los Coristas Paulistas de California, que se convierte en la marca de agua de la película. Pero no desaprovecha la oportunidad de jugar con las ambientaciones del filme como la tenebrosidad del castillo, la liviandad de los suburbios y el drama que desemboca en el tema "The Grand Finale"..

Título original: EDWARD SCISSORHANDS

Esta película se estrenó hace 34 años.

Datos de la película «EL JOVEN MANOS DE TIJERA»

Título original
EDWARD SCISSORHANDS
Título en Español
EL JOVEN MANOS DE TIJERA
Año
1990
País
U.S.A.
Duración
105 minutos
Casa Productora
Clasificación
Todo Público
Género
Drama, Fantasía, Romance
Sitio Web
Protagonistas
Johnny Depp ... Edward Scissorhands
Winona Ryder ... Kim
Dianne Wiest ... Peg
Anthony Michael Hall ... Jim
Kathy Baker ... Joyce
Robert Oliveri ... Kevin
Conchata Ferrell ... Helen
Caroline Aaron ... Marge
Dick Anthony Williams ...
Dirigida por
Tim Burton
Productor
Tim Burton, Denise Di Novi
Guión
Caroline Thompson
Premios
Academy Awards, USA
1991 Nominated Oscar Best Makeup
Ve Neill
Stan Winston

Academy of Science Fiction, Fantasy & Horror Films, USA
1992 Won Saturn Award Best Fantasy Film
Nominated Saturn Award Best Actress
Winona Ryder
Best Costumes
Colleen Atwood
Best Music
Danny Elfman
Best Supporting Actor
Alan Arkin
Best Supporting Actress
Dianne Wiest

BAFTA Awards
1992 Won BAFTA Film Award Best Production Design
Bo Welch
Nominated BAFTA Film Award Best Costume Design
Colleen Atwood
Best Make Up Artist
Ve Neill
Best Special Visual Effects
Stan Winston

Golden Globes, USA
1991 Nominated Golden Globe Best Performance by an Actor in a Motion Picture - Comedy/Musical
Johnny Depp

Grammy Awards
1992 Nominated Grammy Best Instrumental Composition Written for a Motion Picture or for Television
Danny Elfman


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