León XIV: El Papa estadounidense de corazón peruano
Nacido en Estados Unidos, pero con cerca de 40 años viviendo en Perú, El Papa León XIV es el nuevo guía y cabeza de la iglesia cristiana desde el año 2025 y sucesor del Papa Francisco, quien tiene la misión de seguir reformando la iglesia.

Desde los rincones más olvidados del norte del Perú hasta el corazón de la Iglesia universal, el Papa León XIV representa una nueva etapa en el camino hacia una Iglesia cercana, sinodal y profundamente comprometida con los más pobres. Su elección simboliza una continuidad inspiradora con el pontificado de Francisco, al tiempo que impulsa una renovada visión pastoral con fuerte identidad latinoamericana.
Nacido en Chicago (EE.UU.) y miembro de la Orden de San Agustín, Robert Francis Prevost dedicó casi 40 años de su vida al servicio misionero en Chulucanas (Piura, Perú), una de las zonas más vulnerables del país. Allí no solo acompañó a comunidades campesinas y parroquias rurales, sino que también forjó una espiritualidad enraizada en la opción preferencial por los pobres, eje central del pensamiento social de la Iglesia latinoamericana.
Antes de ser elegido Papa, ocupó cargos importantes como obispo de Chiclayo y más tarde prefecto del Dicasterio para los Obispos en el Vaticano, lo que le dio amplio conocimiento tanto de las realidades locales como de las estructuras universales de la Iglesia. Su perfil integrador y pastoral lo convirtió en una figura clave durante el Sínodo sobre la Sinodalidad.
Desde su elección como León XIV, ha mostrado un estilo sencillo, cercano al pueblo y comprometido con los desafíos actuales: envió un emotivo mensaje a los fieles de Chiclayo, mostró disposición a intervenir como mediador en conflictos internacionales, y ha hecho énfasis en una Iglesia “en salida”, fiel al Evangelio y atenta a las necesidades del mundo.
En el contexto de un Año Jubilar declarado al inicio de su pontificado, León XIV está promoviendo un regreso a lo esencial: la espiritualidad, la justicia social, el cuidado de la creación y la participación activa de todos los fieles, especialmente de los laicos, mujeres y jóvenes. Su liderazgo se perfila como un puente entre continentes, culturas y generaciones, reafirmando el rostro misionero y misericordioso de la Iglesia del siglo XXI.