Desde Esch-sur-Alzette (Luxemburgo) (AFP)

Luxemburgo, la tierra prometida de los portugueses

Al preguntarle cómo fue su integración en Luxemburgo, Aires Lopes, el dueño de 'Le Welcome', un conocido restaurante portugués de Esch-sur-Alzette, en el sur del Gran Ducado, no duda en responder muy bien.

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Una bandera portuguesa en el centro de Lisboa el 25 de abril de 2016 en el 42º aniversario de la Revolución de los Claveles - AFP/AFP/Archivos
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Al preguntarle cómo fue su integración en Luxemburgo, Aires Lopes, el dueño de 'Le Welcome', un conocido restaurante portugués de Esch-sur-Alzette, en el sur del Gran Ducado, no duda en responder "muy bien".

Poca gente sabe que un residente de cada cinco de este pequeño país es de origen portugués.

Y sin embargo, "en el mundo, es seguramente la mayor proporción de portugueses en relación a la población autóctona", señala José Antonio Coimbra de Matos, presidente saliente de la Confederación de la Comunidad Portuguesa en Luxemburgo (CCPL).

El instituto nacional de estadísticas tiene registrados a 96.800 portugueses en un país que cuenta con 590.700 habitantes. "Según las cifras del consulado, somos 120.000", corrige este representante de la primera comunidad extranjera del Gran Ducado, muy por delante de la francesa (44.300).

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Una calle de Luxemburgo, en 2014. Poca gente sabe que un residente de cada cinco de este pequeño país es de origen portugués (AFP/AFP)

Apoyado en el dispensador de cerveza portuguesa Super Bock, Lopes asegura que "no se irá nunca de Luxemburgo".

"Tengo negocios, tengo bienes. Todo lo que he hecho, está aquí", explica este septuagenario, que llegó en 1975 para trabajar en la construcción, antes de lanzarse a la restauración.

- El mito del regreso -

Muchos portugueses se fueron de su país, en crisis, en busca de un trabajo en el próspero Luxemburgo. Antes de la 'Revolución de los Claveles' (abril de 1974), el Portugal de Marcelo Caetano, sucesor del autócrata Salazar, incluso organizaba la emigración para combatir una economía asfixiada.

Y a 2.000 kilómetros más al norte, Luxemburgo acogía con los brazos abiertos a estos trabajadores, que participaban en su desarrollo económico, especialmente la construcción.

Fue fácil para estos emigrantes "blancos, católicos y conocidos por ser trabajadores" integrarse en este país, recuerda José Correia, redactor en jefe del semanario portugués Contacto.

Aunque el trabajo fue la primera motivación para dejar su país, el regreso es "un mito", dice Correia, ya que ocurre pocas veces.

"Todo el mundo dice lo mismo: 'Cuando me jubile, me voy', pero no es verdad", asegura Paolo Oliveira, trabajador de la carnicería Brill en Esch.

"Cuando esté jubilado, aprovecharé y haré viajes más largos a Portugal, pero no me iré de Luxemburgo", confiesa este carnicero, para quien el frío de este minúsculo estado del centro de Europa sigue siendo el principal "enemigo".

- Pueblo mestizo -

De los 2.150 habitantes del pueblo de Larochette, en el centro del país, la mitad son portugueses. La mayoría vino a la zona para trabajar en la industria textil y en las canteras.

"Los de mi generación casi todos tomaron la nacionalidad luxemburguesa", explica Myriam. Esta auxiliar de enfermería vive en Larochette desde su niñez y, como los autóctonos, habla luxemburgués, alemán y francés, los tres idiomas oficiales del Gran Ducado.

Fueron sus padres los que le enseñaron el portugués.

Hoy en día, los portugueses de Larochette se reúnen a menudo en la gran plaza del pueblo.

La vicealcaldesa Natalie Silva cuenta que hace poco hubo una doble celebración, el triunfo del Benfica, el gran club lisboeta, y el del representante portugués en el concurso de Eurovisión.

"Portugueses y luxemburgueses lo festejaron juntos. También el año pasado, cuando Portugal ganó la Copa de Europa", recuerda la política, originaria de Cabo Verde, una excolonia portuguesa.

Algunos, como el periodista José Corréia, hablan de una tendencia de los portugueses a "permanecer entre ellos", pero para Silva no hay "problemas" de comunidades.

Aunque, eso sí, todos se aferran a su idioma materno. "Somos un pueblo mestizo y este mestizaje nos lleva a querer mantener las raíces a nivel de la lengua", explica José Antonio Coimbra de Matos, presidente de la comunidad portuguesa.

La difícil preservación del idioma parece ser el único obstáculo en la integración de los portugueses en Luxemburgo, donde las autoridades políticas ejercen cada vez más presión en el aprendizaje de la lengua autóctona frente a una inmigración en aumento.

Más allá de las diferencias lingüísticas, hay una hecho que une a las dos comunidades: el fervor católico, afirma Liliana, una vecina de Larochette.

Esta mujer, miembro de una asociación religiosa, explica que las misas se celebran en luxemburgués, francés y portugués. "La creencia no tiene ni nacionalidad ni idioma", dice. "Es una manera de integrarse".




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