Desde Libreville (AFP)

Gabón se preocupa por el futuro de una planta de efectos psicotrópicos

La iboga, una planta con sustancias psicoactivas usada en ritos tradicionales en Gabón, es víctima de su creciente popularidad en el extranjero y podría desaparecer, una posibilidad que alarma a los defensores del medio ambiente.

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Un arbusto de la especie iboga de efectos psicotrópicos, fotografiado el 17 de febrero de 2018 en Libreville. - AFP/AFP/Archivos
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La iboga, una planta con sustancias psicoactivas usada en ritos tradicionales en Gabón, es víctima de su creciente popularidad en el extranjero y podría desaparecer, una posibilidad que alarma a los defensores del medio ambiente.

De la iboga se consume el polvo de la corteza de la raíz. Es un arbusto de la selva ecuatorial de África central que permite tener "visiones" y "conectarse con los antepasados", explica la curandera gabonesa "Mamá Dje Dje".

En Gabón es indisociable de los ritos de paso ("bwiti") pero hace unos 50 años se amplió su uso.

Se han presentado varias patentes debido a las virtudes medicinales de la ibogaína, uno de los principios activos de la iboga.

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Un hombre durante una ceremonia tradicional en la que se consume iboga, el 25 de febrero de 2018 en Libreville. (AFP/AFP/Archivos)

La ibogaína podría "emplearse contra enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer", declara Natacha Nssi Begone, directora de la valorización de los productos forestales en el ministerio gabonés de Aguas y Bosques.

Ante todo, esta molécula de la familia de los alcaloides tendría, según varios estudios, propiedades terapéuticas para curar adicciones, en particular a los opiáceos como la heroína.

Por eso la iboga se ha convertido con los años en una planta atractiva para los extranjeros y Gabón, al igual que ocurre con la ayahuasca del Amazonas, acoge a muchos occidentales interesados en ella.

La planta comienza a exportarse y su comercio se ha vuelto "ultralucrativo", estima Yann Guignon, fundador de la oenegé "Blessings of the forest".

- Comercio prohibido -

Y eso que la iboga no puede comercializarse ni ser promovida en muchos países, como Estados Unidos, que considera la ibogaína como un "estupefaciente".

La falta de control es un peligro debido a que la iboga puede mezclarse con otras sustancias potencialmente nefastas, alerta Nssi Begone.

La venta ilegal de la iboga se hace a menudo a través del "dark web" (una parte de internet sin reglas sobre el que las autoridades tienen poco control).

Yann Guignon afirma que hay "especialistas de la iboga" más o menos serios fuera de Gabón, donde "se iniciaron".

"A su vuelta a sus países se apropian de algunos códigos tradicionales y abren el negocio. En Gabón se necesitan al menos diez años para ser maestro iniciador. Y ver a los occidentales como maestros iniciadores en dos meses me resulta chocante", protesta.

"Hay al menos 150 personas que dicen curar con la iboga en el extranjero", según Guignon, que sigue muy de cerca la apertura de "clínicas" especializadas en esta planta. Cada mes abren una media de dos centros en el mundo, asegura.

Las autoridades elaboran un borrador de decreto para proteger a la planta, fijar las condiciones y modalidades de uso y delimitar su venta para "desarrollar una red comercial" gabonesa.

Gabón ratificó en 2012 el "protocolo de Nagoya" que prevé un comercio "sostenible" de los recursos procedentes de la biodiversidad.

A falta de un registro, se desconoce el volumen de iboga, que además muchas veces se recoge y no se vuelve a plantar.

Yann Guignon recorre el país y se basa en indicadores como la escasez y la degradación de la calidad de la planta en los mercados, o "el aumento de 100% de los precios en 25 años".

La iboga -dice- es frágil. Es una planta a la que le gusta el sotobosque y necesita suelos ferralíticos y arcillosos, así como un cierto índice de humedad. Más allá de los 37/40 grados y por debajo de una cierta hidrometría, la iboga muere.




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