Desde Mugarjhor (Bangladesh) (AFP)

En Bangladés, granjas en balsas y nuevos tipo de arroz para sobrevivir

El aumento del nivel del mar y las inundaciones ya amenazan decenas de millones de vidas en Bangladés. Pero otro problema amenaza a toda la nación: las tierras anegadas y la alta salinidad que provocan están matando las cosechas.

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El agricultor Altaf Mahmud, el 26 de septiembre de 2021 en Mugarjhor, Bangladés - AFP/AFP
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El aumento del nivel del mar y las inundaciones ya amenazan decenas de millones de vidas en Bangladés. Pero otro problema amenaza a toda la nación: las tierras anegadas y la alta salinidad que provocan están matando las cosechas.

Este país del sur de Asia de 164 millones de personas es el séptimo más afectado por la meteorología extrema en las últimas dos décadas, según el Índice de Riesgo Climático Global.

Sus granjeros tratan de sobrevivir desesperadamente ante las fuertes lluvias que anegan durante meses sus tierras de cultivo o ante el crecimiento del mar que saliniza el agua de riego y el suelo.

"Hace 25 años, podíamos tener cultivos todo el año (...) pero entonces el agua empezó a quedarse aquí siete meses. No tenemos ni idea de cómo sobrevivir", dijo a AFP Altaf Mahmud.

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Un agricultor rema en un campo inundado con semilleros realizados con jacintos de agua y bambú en Mugarjhor, Bangladés, el 26 de septiembre de 2021 (AFP/AFP)

"La mayoría de los agricultores aquí son pobres y la tierra es escasa. Si no podemos plantar nada durante siete meses, moriremos de hambre", añadió su vecino Mohammad Mostofa.

Por este motivo, ellos y otros agricultores de Mugarjhor, a 200 kilómetros al sur de la capital Daca, recuperaron una técnica centenaria para crear semilleros que se mantienen a flote.

Juntando capas de jacinto de agua y bambú y atándolas muy fuerte, componen una especie de balsa de dos a cuatro pies de profundidad donde plantan sus semillas, a menudo usando trocitos de madera y fibra de coco como fertilizantes.

En ese ligero huerto flotante, que sube y baja al ritmo de la corriente, pueden plantar melones amargos, espinacas o quingombos.

En algunas aldeas, las mujeres pasan meses preparando estos semilleros antes de que los barqueros se las llevan hasta los campos inundados por el agua.

- Una gota en el océano -

Los ciclones cada vez más frecuentes, el incremento del nivel del mar, las inundaciones, la erosión, la sequía o las lluvias irregulares ya han desplazado a millones de habitantes de las zonas rurales de Bangladés, a las ciudades o al extranjero.

Pero los que se quedan, están obligados a adaptarse para sobrevivir.

En algunas zonas, los agricultores renunciaron a cosechar y ahora crían gambas o cangrejos en las aguas saladas, o también patos que se venden a buen precio en los restaurantes de Daca.

Otra de estas estrategias la impulsó el Instituto de Investigación del Arroz de Bangladés, que ha creado nuevas variedades de este cereal resistentes a la sal.

"El arroz normal no crece en aguas saladas. La salinidad chupa la energía de los tallos de arroz", explicó el científico Alamgir Hossain.

La cepa creada por ellos resiste hasta el triple de salinidad que el arroz normal. Esto ofrece "nuevas esperanzas" a los granjeros de las regiones costeras, donde el agua del mar se traga progresivamente la tierra, dijo.

Saiful Islam, experto del clima en la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Bangladés, opina que estas iniciativas son una gota en el océano.

"Tenemos que gastar millones para levantar y fortalecer diques en nuestra larga línea de costa. Necesitamos crear manglares en el cinturón del litoral para que actúen como barreras naturales ante los ciclones y el aumento del nivel del mar", aseveró.

"Necesitamos construir nuevas carreteras, preservar el agua de lluvia y crear estilos de vida alternativos para millones de personas. Solamente inventar cultivos no servirá. Bangladés solo no puede hacerlo", insistió a AFP.

El experto instó a las naciones occidentales, "responsables de emitir la mayoría de gases de efecto invernadero", a colaborar y denunció que Bangladés no recibió "apenas nada" de los 100.000 millones de dólares propuestos para ayudar a países en desarrollo a adaptarse y mitigar el cambio climático.

- Difícil vivir en barriadas -

En algunas zonas, es la gente normal quien lidera el cambio. "Lungi" Jakir se ha convertido en un héroe local por su batalla contra el cambio climático.

Este antiguo albañil construyó con sus amigos un dique para evitar que el agua del mar entrara a los 6,5 kilómetros de un canal de regadío del que vivían 43.000 usuarios en Pakhimara, en el sur de Bangladés.

Aunque necesita reparaciones continuas, esta estructura asegura que haya suficiente agua dulce durante todo el año para regar los cultivos tradicionales y probar con nuevos.

"La salinidad está en todos lados", dijo a AFP. "Recibimos muy poca ayuda del gobierno (...) con lo que tenemos que encontrar nuestra forma de sobrevivir", continuó.

"Podría emigrar a la ciudad. Pero sé lo difícil que es vivir en una barriada", indicó.

El héroe local aprendió "nuevas técnicas agrícolas en Youtube" para usar coberturas de plástico o elevar los semilleros para proteger el suelo de la superficie.

La iniciativa tuvo tanto éxito que la zona, antes dedicada solamente a calabazas y lentejas, ahora produce frutas y verduras para otros distritos o para los trabajadores de una planta de carbón cercana.

Las autoridades reconocen las aportaciones de sus ciudadanos, como las granjas flotantes.

"Pensábamos que el jacinto era una hierba que debíamos sacar de los estanques, pero nos ha abierto una enorme oportunidad para la agricultura", dijo Mohammad Shahidullah, antiguo responsable de agricultura del gobierno para la región.

"Los institutos de investigación del estado no sabían nada de esto. Lo hemos aprendido de los agricultores de aquí", indicó.

Ahora, la administración quiere "popularizar" esta técnica en otras zonas inundadas, aseguró.

El campesino Altaf Mahmud y su familia han sido reclutados por el gobierno para entrenar a otros en esta técnica. Su vecino Mostofa confía en poder capear el cambio climático.

"Ahora, gracias a la granja flotante, podemos cultivar nuestra comida y vender el excedente", celebró.




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