Desde Akkuzulu (Turquie) (AFP)

Turquía asiste a la agonía de un estilo de vida a causa de la sequía

Hava Keles no encuentra consuelo, mientras muestra sus tomateras podridas, con las hojas marchitas, en una huerta que debería rebosar de frutos pesados y firmes, una de las exportaciones más valiosas de Turquía.

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Un agricultor conduce su tractor tras haber llenado su tanque de agua el 20 de septiembre de 2021 en Cubuk, al norte de Ankara - AFP/AFP
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Hava Keles no encuentra consuelo, mientras muestra sus tomateras podridas, con las hojas marchitas, en una huerta que debería rebosar de frutos pesados y firmes, una de las exportaciones más valiosas de Turquía.

"Mis tomates, mis judías, mis pimientos se han perdido. Mis sandías ni siquiera han brotado. Los pepinos se han marchitado", comenta Hava, una productora de 58 años, en medio de su parcela, árida, en Akkuzulu, al norte de Ankara.

Como ella, miles de agricultores de toda Turquía ven cómo su único sustento se degrada cada día más por culpa de las repetidas sequías, imputadas al cambio climático. En los últimos dos años, las precipitaciones han sido anormalmente débiles.

Pero los expertos también cuestionan la política del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien lleva dos décadas haciendo caso omiso de las emergencias medioambientales y basando su popularidad en una prosperidad fundamentada en el desarrollo urbano rápido.

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Una fuente seca en el barrio de Akkuzulu, en el norte de Ankara, el 20 de septiembre de 2021 (AFP/AFP)

A finales de septiembre, en la tribuna de Naciones Unidas, Erdogan prometió que Turquía ratificaría el acuerdo de París sobre el clima de 2015 -que había firmado en 2016- antes de la cumbre mundial sobre el clima que se celebrará en Glasgow a finales de octubre, la COP26.

La cuestión del clima se puso de actualidad en el país este verano, a raíz de varios episodios meteorológicos extremos, como unos mortíferos incendios forestales en la costa mediterránea e inundaciones en el norte.

Muchos agricultores, como Hava, creen que quizá ya sea demasiado tarde. Pero no piensa rendirse.

"Mi marido me aconseja que lo deje. Pero he sudado demasiado aquí", comenta, mencionando también las deudas que se han ido acumulando y que ascienden a decenas de miles de liras turcas.

Este verano, ella y sus pares tuvieron que ir a buscar agua a los grandes depósitos, pues las capas bajo sus pies estaban secas.

Más de la mitad de Turquía enfrenta una sequía severa, en un país en el que la agricultura tiene un peso importante en la economía. El sector representa alrededor del 6% del PIB y es responsable del 18% de los puestos de trabajo.

- Lo peor está por venir -

El país, séptimo productor agrícola del mundo, exporta todo, de los tomates a la uva, las avellanas o las aceitunas.

Pero sus importaciones de trigo se han disparado en casi dos décadas, de 150 millones de dólares a 2.300 millones de dólares en 2019, según el Ministerio de Agricultura.

La tendencia ha incrementado los temores de que el país, que antaño era autosuficiente para su alimentación, acabe siendo dependiente del exterior para cubrir sus necesidades alimentarias.

"Turquía debe hacer un gran trabajo de adaptación. Lo que hemos visto hasta ahora no es nada", advierte Levent Kurnaz, director del Centro de estudios sobre el cambio climático y políticas de la Universidad Bogazici de Estambul.

La sequía ha forzado a algunos productores a abandonar sus tierras y, a otros, a emprender nuevos cultivos, que necesitan menos agua.

Pero depender de las importaciones cuando la lira turca se hunde resulta algo excesivo para la población. En agosto, los precios de los productos básicos aumentaron un 29% interanual, lo que obligó al presidente a levantar los aranceles al trigo, los garbanzos o las lentejas.

Según los expertos, la ausencia de una política de gestión de aguas en este país ha agravado los problemas: los lagos se secan, incluso el mayor de ellos, el lago de Van, en el este del país.

"Si no tomamos las medidas necesarias, nos esperan días difíciles en los próximos años", señala Ceyhun Ozcelik, profesor en el Departamento de recursos hídricos de la Universidad Sitki Kocman de Mugla, en el suroeste.

- cambios en el estilo de vida -

Los olivares de las colinas de Mugla, en la costa egea, cuyo aceite goza de buena reputación, también están amenazados.

Aquí no ha caído ni una gota en 2021, explica Ismail Atici, presidente de la Cámara agrícola local. "Si esto sigue igual dos meses más, los árboles no podrán nutrir a los frutos que crecen", sostiene.

Los costes de producción también se han disparado, indica el ganadero Ferdun Cetinceviz, de 41 años, que cría vacas lecheras a las que alimenta con su propio maíz.

"Pierdo de 35.000 a 40.000 liras cada mes con mi trabajo", apunta.

Cetinceviz estima que este año ha perdido hasta el 50% de su productividad habitual por culpa de la sequía.

Según Ali Tekkaya, responsable de la administración del agua en la provincia del agua, la crisis se ha agudizado tanto que, más allá de los ingresos de los agricultores, "será toda la economía y el estilo de vida de la gente las que se verán transformadas".




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