Biografias

Domingo Elías Carbajo

Próspero hacendado y comerciante iqueño recordado por la legendaria participación como líder de la Semana Magna de 1844, aquella sublevación civilista contra el militarismo hegemónico, logrando el mando supremo como jefe político y militar de la república peruana.


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Domingo Elías Carbajo nació en Ica el 19 de diciembre de 1805. Fue hijo del funcionario español Raymundo Elías y Quintana y de Manuela Carbajo y Galagarza. En su niñez, fue educado por un tutor particular, para luego ser enviado al conservador colegio de San Carlos. En 1818, su familia lo trasladó a Europa para completar sus estudios; estuvo en España y Francia. Regresó al Perú en 1825, cuando ya habían culminado los turbulentos años de la lucha por la independencia. Se asentó nuevamente en Ica, en donde contrajo matrimonio (1829) con Isabel de la Quintana y Pedemonte, dueña y heredera de extensos latifundios en el valle de Pisco.

Con el tiempo, al aprovechar una serie de operaciones especulativas, Elías se convirtió en el terrateniente más importante de Ica. Destacó como un hacendado innovador que abrió canales, introdujo nuevos cultivos, y trajo una de las primeras máquinas desmotadoras de algodón. Forjó alianzas estratégicas con otros terratenientes de la zona y de la costa norte; de esta manera, poco a poco, se relacionó con los líderes militares más importantes de aquellos convulsos años, como Santa Cruz, Gamarra, Vivanco, Castilla y Echenique. Como filántropo, invirtió parte de su fortuna en fundar, junto con el comerciante español Nicolás Rodrigo, el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe en Lima en 1840. No era, pues, un personaje desconocido en 1844, cuando lideró la Semana Magna.

En 1845, cuando Ramón Castilla, el caudillo peruano más importante del siglo XIX, asumió el poder de su primer gobierno, Elías emergió como figura política de primer nivel, a pesar de su condición de civil. Fue congresista, ministro y miembro del Consejo de Estado. Además, sus estrechos vínculos con el castillismo le permitieron obtener lucrativos negocios con el Estado, como el permiso para importar mano de obra china y encargarse de la extracción o “carguío” del guano de las islas de Chincha, ambos en forma de monopolio entre 1849 y 1853. También fue beneficiario en el cobro de bonos de la deuda interna, resultado de una polémica operación especulativa que favoreció a unos pocos políticos y comerciantes allegados al régimen. Asimismo, en 1848, participó en una iniciativa privada como proveedor de algodón al proyecto industrial más ambicioso de aquel tiempo: la fábrica textil Los Tres Amigos, ubicada en el paseo de los Descalzos, hoy distrito del Rímac.

Todas estas actividades públicas y privadas lo llevaron a pensar en la posibilidad de presentarse a las elecciones presidenciales convocadas para 1851. De esta manera, Elías fundó, un año antes, el primer partido político organizado que se conoció en el Perú, el Club Progresista, y un periódico de campaña, El Progreso. Su postulación lo convertía en el primer candidato civil de nuestra historia republicana. El nuevo partido convocaba a todos los peruanos que quisieran colaborar con el “adelantamiento social” del país, y que no estuvieran comprometidos con los otros dos candidatos —ambos militares—: Echenique (apoyado por Castilla) y Vivanco.

Lo que sabemos del Club Progresista es que sus secretarios fueron el intelectual Pedro Gálvez y el acaudalado comerciante José Sevilla, y que —en El Progreso— escribieron el clérigo y escritor Francisco de Paula González Vigil, el comerciante Francisco Quiroz, el médico José Casimiro Ulloa, el poeta Manuel Nicolás Corpancho y el entonces joven escritor Ricardo Palma. Los planteamientos que se presentaban en sus páginas pueden ser vistos como “liberales” para la época, con cierta influencia de los movimientos revolucionarios europeos de 1848 y de vocación modernizante.

Los partidarios de Elías asumían que el Siglo de las Luces había llegado al país, y que había un clima muy abierto a la ilustración, al progreso y a la cultura europea, según las ediciones de El Progreso. Hablaban incluso de que la tolerancia religiosa era un hecho. Lo cierto es que su diagnóstico del país era muy optimista, casi irreal: que había una efervescencia de libertad, que estaban consagrados los derechos del individuo, que se reconocía la soberanía del pueblo, que los peruanos se acercaban a un periodo de madurez y de vigor, que había un deseo de orden, etc. El país, en síntesis, estaba preparado para la democracia, para un gobierno “civil” que desterrara el militarismo y el caudillismo. Querían una república “práctica” con leyes elaboradas por técnicos o peritos de cada rama, no solo por abogados, porque decían que “cada ciencia, cada profesión, arte u oficio, tiene su mecanismo y su misterio”. Defendían la inmigración, pues los extranjeros eran una palanca para el desarrollo, citando la experiencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Finalmente, con respecto al indio, había que liberarlo de sus comunidades y repartirles la propiedad de la tierra en forma de parcelas para que las trabajen y así colaborar con el progreso del país. Por último, también subrayaban la importancia de la industrialización como motor del desarrollo, volviendo a exhibir el ejemplo de los Estados Unidos.

Elías perdió las elecciones de 1851, obteniendo el segundo puesto, por detrás de Echenique y superando a Vivanco. Cuentan que se anularon votos a su favor porque aparecían frases como “Por Domingo Elías, el hombre del pueblo” o “Por Domingo Elías que es hombre de frac”. Lo cierto es que el mensaje de su candidatura naufragó ante un escenario político aun dominado por los intereses de los militares y su clientela política. El poderoso Castilla, además, apadrinó la candidatura de Echenique. Eso sí, es justo reconocer que varios de los postulados de este primer “civilismo” fueron recogidos más tarde por Manuel Pardo y Lavalle, fundador del Partido Civil y ganador de las elecciones de 1872, quien se convirtió en el primer presidente civil del Perú, aunque siempre reconoció que el movimiento de Elías había sido su precursor.

A pesar de esta derrota, Elías continuó en la primera línea de la política nacional e incrementó su patrimonio por sus actividades empresariales, algunas muy innovadoras como fue la exportación de vinos a Norteamérica y Europa. Fue ministro plenipotenciario en Francia y pretendió, esta vez sin éxito, ser candidato en las elecciones presidenciales de 1858, año en que se retiró de la política para dedicarse a sus asuntos personales. Murió en Lima el 3 de diciembre de 1867, con casi 62 años de edad.

Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]




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