Biografias

Manuel Ignacio de Vivanco Iturralde

Político y militar que llegó a la presidencia del Perú en dos ocasiones a través de golpe de estado ocurridos durante el periodo de la guerra civil.


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Nació en Lima el 15 de junio de 1806, cuando aún el Perú estaba regido bajo el virreinato y existía oficialmente la aristocracia, con la cual tuvo vinculación. Transcurrieron, entre su infancia y juventud, los años agitados del proceso de independencia, y se convirtió en un personaje importante durante los primeros tiempos republicanos. Para comprender el desempeño del general y político Manuel Ignacio de Vivanco es importante tener en cuenta tres elementos propios de su época: el primero es que la práctica de los golpes de Estado formó parte de la cultura política decimonónica, por lo que su tiempo estuvo marcado por la constante revolución, equivalente en la actualidad a “golpe de Estado” o “guerra civil”, cuyo objetivo no era cambiar la forma de gobierno, sino “mejorarlo”. En segundo lugar, debemos considerar cuál era el significado de ser “conservador”, ya que a Vivanco y a sus seguidores se los calificó así. El diario El Constitucional (20 de mayo de 1858) nos explica al respecto lo siguiente: “(…) conservadores son los que no reconocen en las sociedades, sino el principio de autoridad, es decir que el pueblo no tiene derecho para pensar, ni menos para arreglar y fijar la verdad de sus respectivos gobiernos…”. En tercer lugar, debemos tener en cuenta que la dinámica del país, en todos sus aspectos, discurría entre dos principales bloques: el norte y el centro, controlado por las autoridades de Lima, mientras que el sur pasó a ser su opositora, con Arequipa como la más activa.

Entonces, podemos comprender que durante la república —tras la batalla de Ayacucho y la salida de Bolívar—, Vivanco practicó la lógica de los golpes de Estado para conseguir cargos públicos, y su primera meta fue convertirse en prefecto de Lima. Para lograrlo, se puso al servicio del general Bermúdez, quien, en 1834, quiso traerse abajo al presidente José Orbegoso. Al fracasar el golpe, fugó a Chile, para pronto regresar como partidario del general Agustín Gamarra y luego de Santiago Salaverry, en la contienda contra el presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz. Tras fracasar, se unió a las “expediciones restauradoras” chilenas, como representante de los peruanos opositores a la Confederación Perú-Boliviana. Tras el éxito de la segunda expedición y la caída de la Confederación, Vivanco por fin gozó de las prerrogativas de participar en una “revolución”, fue nombrado por el presidente provisorio Gamarra, como prefecto de Arequipa. Gracias a este cargo, consolidó su relación con la ciudad.

A partir de estas experiencias, desarrolló su proyecto político conocido como “la ideología regeneradora”, con Arequipa como receptora principal de sus ideas. De esta manera, Vivanco pasó, de una actuación secundaria, a encumbrar su carrera política como líder del “regeneracionismo”, defendiendo la conservación de las tradiciones socioculturales, basadas en la religión católica. Es importante aclarar que su propuesta no buscó la restauración de las instituciones del virreinato, sino “regenerar” a la república de los gobiernos atroces, “se trataba de hacer caducar a la generación de gobernantes que, desde el general Agustín Gamarra hasta el General Francisco Vidal, habían legitimado ‘el terror brutal’ pretoriano…” a partir de cuatro pilares: “la religión, la moral, la familia y la propiedad”, para refundar a la república. Sin embargo, para la prensa de la época, el vivanquismo era conservador, autoritario y proponía una especie de “monarquía ilustrada”.

Hacia 1841, el país se encontraba sumido en el caos provocado por la muerte intempestiva del presidente Gamarra, sucedida durante su fallido intento por invadir a Bolivia. La presidencia pasó a manos de varios militares como Manuel Menéndez, Rufino Torrico, Antonio Gutiérrez de La Fuente y Francisco Vidal. A este periodo, se le conoció como “la anarquía”. En medio de estos hechos, entre 1843 a 1844, se estableció el Directorio, donde Vivanco obtuvo el cargo de supremo director de la república, por lo que se sacó del poder a Francisco Vidal, bajo la acusación de practicar el clientelaje y la corrupción política, puesto que había repartido los cargos públicos —especialmente entre sus familiares y amigos— a los militares. Investido por sus ideas “regenacionistas” y bajo la influencia de corte napoleónica, invitó a formar parte de su gobierno a los intelectuales más conservadores de la época, conocidos como los “autoritarios ilustrados” —la mayoría de estos habían participado de las tertulias organizadas por José María de Pando—, entre los cuales destacaba la colaboración de Felipe Pardo y Aliaga, como ministro y escritor del periódico vivanquista La guardia nacional. Entre las propuestas alentadas por este gobierno, destacó el planteamiento que buscaba disminuir el número de ciudadanos con derecho al voto, para que se funde “un régimen representativo de los más capaces, para conseguir la paz y la felicidad pública”. En el caso específico del sur, en especial Arequipa, se promovió el libre comercio y la protección de las industrias frente a la competencia extranjera, entre otras promesas.

Además, desconfiando de las instituciones previas, a las cuales Vivanco consideraba corruptas, respaldó la creación de una Asamblea Constituyente que sería puesta mediante elecciones, para lograr el cumplimiento de su proyecto regenerador de tendencia autoritaria.

Sin embargo, sus planes se vieron truncados, puesto que se levantaron los generales Domingo Nieto, Ramón Castilla y Manuel de Mendiburu, defendiendo la Constitución de 1839. Tras esto, nuevamente el poder pasó de unas manos a otras, presidiendo la Junta de Gobierno: Justo Figuerola, Crisóstomo Torrico, Domingo Nieto y, finalmente, el general Castilla; lo cual desató una guerra civil entre regeneradores y constitucionales, hasta que, en julio de 1844, en la batalla de Carmen Alto, Arequipa, Vivanco fue derrotado y deportado a Ecuador desde Lima. Paradójicamente, en esos mismos años, los europeos comenzaron a demandar —para fertilizar sus campos— el guano abundante en las islas de Chincha, por lo que el Gobierno, desde la capital, obtuvo mucha riqueza. 

En 1849, Manuel Ignacio de Vivanco logró volver al país, gracias a una amnistía política, con intenciones de presentar su candidatura para suceder en la presidencia a Ramón Castilla. Su programa —a diferencia de los tiempos del “Directorio” y el “regeneracionismo”— tuvo más bien una tendencia liberal que promovía la reforma del sistema electoral, bajo el mecanismo de elección directa, el nombramiento del número de diputados, y que tenga como base la proporción demográfica y la reducción de las calidades para ser considerado ciudadano y lograr votar. Además, apoyó la reducción de la burocracia, sobre todo de aquellos que eran militares; la abolición del tributo indígena; el incentivo de la inmigración europea; y la protección de la exclusividad de la Iglesia católica. Al final, Rufino Echenique asumió el mando, pero la fiel Arequipa, en 1850, lo invistió como su diputado. Dicha elección fue anulada y Vivanco volvió a la cultura política de “la revolución”, la cual apoyaba el intento de golpe de Estado, organizado por el general Miguel de San Román, quien fracasó y se retiró nuevamente a Chile.

Llegado el año 1854, estalló otra guerra civil. Esta vez contra el presidente Echenique. Las causas más destacables eran el escándalo de corrupción en el pago, con el dinero del guano, de la consolidación de la deuda interna; y los intereses de los caudillos militares, como fue el caso del expresidente Ramón Castilla, a quien ahora no le convenía la Constitución de 1839, puesto que no permitía la reelección. Para ese año, Vivanco no se encontraba en el Perú; sin embargo, desde Arequipa, en su nombre, se inició un levantamiento contra las autoridades limeñas, argumentando que el Gobierno detestaba a la ciudad por ser vivanquistas. Frente a esto, Castilla buscó el apoyo de la región, y logró obtenerlo, sorprendentemente, gracias a que construyó un discurso de supuesta alianza con Vivanco, apelando al recuerdo del “regenerador”. Al final, la realidad es que solo se trató de una estrategia porque, cuando Vivanco se unió a la causa, fue tratado como subalterno, por lo que emprendió su propia “revolución” y asumió una postura en contra de Castilla, lo cual lo llevó a las filas del presidente Echenique. Gracias a esto, obtuvo el cargo de general en jefe de Arequipa, pero tuvo nuevamente que retirarse a Chile en 1855, por la victoria de sus enemigos políticos en la batalla de La Palma.

De esta manera, entre 1855 a 1857, gobernó el Perú la Convención Nacional de tendencia liberal, como brazo legislativo, junto al gobierno provisional de Castilla. Además, participaron personajes pertenecientes a la “segunda generación liberal republicana”, como los hermanos Pedro y José Gálvez, quienes plasmaron sus ideales en la Constitución de 1856. Las propuestas de la Carta Magna generaron discordia en varias regiones del país, sobre todo entre los sectores conservadores, lo cual produjo, en 1856, una nueva revolución en Arequipa a nombre de Manuel Ignacio de Vivanco. Los coroneles Domingo Gamio y Diego Masías asumieron el mando y denunciaron que “la Constitución liberal” era perjudicial para la religión católica y, además, el gobierno de Castilla obedecía a los intereses de la élite limeña. Bajo esta perspectiva, proclamaron a Vivanco como “supremo jefe regenerador”.

Mientras tanto, entre el gobierno provisional de Castilla y la Convención Nacional, se venía desarrollando internamente una pugna, debido a la pérdida de las facultades del Ejecutivo. Por otro lado, Vivanco estaba exiliado en Santiago de Chile, por lo que los arequipeños le enviaron cartas, en las que lo invitaban a regresar para que asuma el liderazgo. El general atendió al pedido de inmediato. Se unieron a su causa algunos echeniquistas y una parte de oficiales de la Marina del Perú, entre ellos Miguel Grau, y fue la primera vez que esta institución se levantó contra las órdenes del gobierno oficial. Gracias a esto, Vivanco logró el dominio del mar, por lo que controló la costa norte entre diciembre de 1856 y abril de 1857. Estando en dicha región, el caudillo confió en el financiamiento voluntario de los hacendados de la zona, los cuales habían sido perjudicados por la manumisión decretada por Castilla; sin embargo, el cobro de cupos fue mal visto; además, no convocó a la población afro y sectores populares, lo cual le restó fuerza militar a su ejército. Cuando se retiró, Piura, Trujillo y Lambayeque decidieron pasarse al bando castillista.

Sin embargo, Vivanco no bajó la guardia y logró ocupar las islas de Chincha, las cuales le permitieron obtener el control de los ingresos del guano. Esto resultó ser un duro golpe para el gobierno de la Convención y Castilla. Así el general Castilla contratacó tomando las provincias del sur, excepto Arequipa, y del centro, con el apoyo del general Miguel de San Román, y se acercó al bastión vivanquista. Además, la mayoría de las provincias se mantuvo fiel al Gobierno en todo el país, en el sur podemos mencionar a Tacna y Arica; y se logró obtener el apoyo de las armadas de Gran Bretaña y Francia para recuperar el control del mar. También se desplegó un ataque discursivo feroz contra el vivanquismo, que los acusaban de buscar mantener los privilegios estamentales del antiguo régimen, a costa de la exclusión de la población pobre. Una de las principales denuncias fue señalar que Vivanco era “el hijo de la aristocracia y sus seguidores querían mantener las tradiciones nobiliarias”.

En abril de 1857, aprovechando la ausencia del presidente provisorio Castilla, el general Vivanco avanzó a Lima, pero no desembarcó de inmediato en el puerto del Callao para adueñarse de la capital, decisión que fue aprovechada por los representantes del Gobierno, y así logró organizar el rechazo de los limeños a los vivanquistas, acusándolos de actuar como “piratas” y de haber permitido la humillación del pabellón nacional. Frente a esta situación, Vivanco decidió regresar a Arequipa, para iniciar la segunda fase de su “revolución”, reclutando un ejército entre los seguidores del “regeneracionismo”, el cual, cabe aclarar, no tuvo como estandarte la propuesta regeneracionista original de 1841, sino la defensa de su honor frente a Lima. En paralelo, los oficiales de la Marina, bajo la propuesta de una amnistía, traicionaron la defensa del “regeneracionismo” y la causa católica, por lo que Castilla recuperó el dominio del mar y la posesión del guano. A esto, se sumó que, el 2 de noviembre, el coronel castillista, Pablo Arguedas, tomó el Congreso y disolvió la Convención, por lo que Castilla logró tomar el total control del gobierno.

La guerra civil continuó, manteniendo en caos al país, y si bien se trató de realizar negociaciones con los vivanquistas, finalmente el general Castilla —con el apoyo de la capital, la cual juzgaba a Vivanco como el causante de la anarquía—, optó por la vía violenta. Por consiguiente, Castilla marchó a Arequipa y logró, el 5 de marzo de 1858, derrotar al “regenerador”, quien volvió a huir a Chile, abandonando a su fiel Arequipa, la cual por un par de meses perdió su condición de departamento, aunque su espíritu revolucionario proseguiría a lo largo de la historia política peruana. De esta manera, la guerra civil de 1856 a 1858 marcó el final del proyecto más resaltante del conservadurismo peruano de aquellos años, el cual terminó por concentrarse en Arequipa con poco impacto en otras regiones. Manuel Ignacio de Vivanco fallecería en Valparaíso el 16 de septiembre de 1873.

Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]




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