Biografias

Francisco Javier de Luna Pizarro Pacheco

Primer presidente del Congreso considerado el peruano más ilustrado, el más liberal y el más versado en todas las materias constitucionales quien fue llamado por San Martin para incorporarse a la comisión de siete destacados personajes que prepararían el Reglamento de Elecciones y las Bases de la Constitución.


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Francisco Javier de Luna Pizarro


Nacido en Arequipa el 3 de diciembre de 1780, de padre español y madre criolla. El matrimonio tuvo cuatro hijos de los cuales sobrevivieron dos: Francisco Javier y su hermana Bárbara Josefa. La familia vivió muy pobremente solo gracias al trabajo de costura de la madre, y él se autodefinió “huérfano y pobre desde sus primeros días” (sin que nunca dijera qué había pasado con su padre) o pobrísimo, como sería calificado siempre. Sí mencionó que, por el exceso de trabajo, su madre murió “de tisis”, cuando él tenía alrededor de 20 años.

A los 11 años, fue llevado al Obispo de Arequipa, Chávez de la Rosa, quien le dio una beca para el Seminario de San Jerónimo, y fue desde entonces su maestro y protector. Terminó brillante y rápidamente sus estudios y se graduó de abogado en la Universidad San Antonio Abad del Cusco, ya que por entonces no la había en Arequipa. Pero no podía ordenarse de sacerdote por falta de los mínimos recursos que se requerían, lográndolo finalmente por especial dispensa de su protector. También el Obispo solicitó licencia al Virrey para que viajase con él a España con el argumento de que lo ayudaría a escribir sus memorias. Era el viaje que solían hacer como corolario de su educación los criollos ricos. Esa experiencia sería muy importante para sus actividades posteriores porque llegó justamente en 1809, cuando Napoleón había invadido España, y se habían reunido las Cortes. Allí observó los procedimientos, los reglamentos parlamentarios y sobre todo conoció hispanoamericanos que luego serían personajes relevantes en los sucesos revolucionarios, pero también, la actitud de los españoles frente a los temas americanos, que más tarde calificó de “arrogante”. Gracias al Obispo y al influyente Francisco Requena (ex gobernador de Maynas impulsor de la RC. de 1802 que reintegró esta región al Perú) obtuvo un cargo en la Catedral de Lima como medio racionero; el estrato más bajo pero posible inicio de una carrera eclesiástica. Al llegar a Lima en 1812, quizá su experiencia gaditana lo ayudó a integrarse al influyente círculo de intelectuales y catedráticos de Lima, del que años más tarde surgiría su nombramiento como Rector del Colegio de Medicina de San Fernando.

Así llegó a 1821 y al llamado de San Martín. En ese lapso entre 1821 y 1834, fue el primer presidente del Congreso, cargo que asumiría varias veces en los Congresos posteriores; reconocido inspirador de las Bases de la 1° Constitución y de las tres primeras Constituciones del país: 1823, 1828 y 1834. Arequipa lo elegiría su representante en todos los procesos electorales convocados. Sus ideas y su conducta le valieron enorme prestigio, pero también odios encarnizados, porque defendía un modelo basado en la libertad, en momentos en que la falta de experiencia de gobierno, el desorden, las ambiciones de los militares vencedores y la consiguiente anarquía militar parecía aconsejar una autoridad fuerte. En esas Constituciones — que en general comparten principios semejantes a las que se habían producido en otros países de Hispanoamérica—, está el convencimiento del gobierno de la ley, no de los hombres; ley surgida de un cuerpo legislativo libremente elegido por el pueblo; la dignidad esencial de la persona humana con derechos inviolables, inalienables y universales, entre los cuales se cuentan los de pensamiento, expresión, difusión e imprenta. No eran solo las nuevas ideas basadas en la naturaleza y la racionalidad humana, en su caso era también la formación recibida del ilustrado Chávez de la Rosa con sus 32 baúles de libros, importante biblioteca que incluía libros prohibidos, como también la que formó Luna.

Porque en los países con tradición y educación católica —como España y las nuevas repúblicas hispanoamericanas— la vigencia de lo religioso se manifiesta siempre: el art. 1 del Estatuto Provisional de San Martín, reconoce la religión católica como religión del estado, y en el art. 3 señala que no puede ser funcionario público el que no sea católico. Varios de los nuevos estados hispanoamericanos también prohibieron la presencia de otras religiones o por lo menos su culto público, lo que implicaba la no realización de matrimonios y hasta entierros, que no se permitían en los cementerios locales por ser “campos sagrados” para los católicos.

Las Bases de la Constitución que Luna había inspirado solo indicaban el reconocimiento de la religión católica. Fue Justo Figuerola, apoyado entre otros por Sánchez Carrión, quien pidió agregar “con exclusión del ejercicio de cualquier otra”. Fue una larga discusión sobre la tolerancia, que finalmente se perdió; de 62 parlamentarios, solo Luna y seis diputados más dejaron constancia firmada de su desacuerdo, pero aprobada “la cláusula de exclusión”, pasó así a las constituciones de 1823, 1828 y 1834, con excepción de la Vitalicia de Simón Bolívar de 1826; y luego continuó hasta la de 1867. Finalmente fue retirada por ley en 1915.

“Confieso que no soy hombre para esta guerra” escribirá a su apreciado amigo el general Domingo Nieto en 1834, cuando la desunión y la anarquía se cernían aún más sobre el país. Entonces se retira a la Catedral donde llegaría a ser Arzobispo de Lima. Sobre la energía y la inteligencia que desplegó entonces para la administración y gobierno de todos los aspectos de su sede hasta su muerte en 1855.

Fuente:[Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]




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