Desde Varsovia (AFP)

En Varsovia, huertos familiares se resisten a los promotores inmobiliarios

Hanna Wielgus, de 70 años, remueve horca en mano la tierra de su pequeño huerto en pleno centro de Varsovia, mientras a pocos metros de allí un atasco mantiene bloqueados a centenares de conductores en una gran avenida.

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Ciudadanos de Varsovia trabajan en un jardín en el centro de la capital polaca el 18 de mayo de 2015 - AFP/AFP
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Hanna Wielgus, de 70 años, remueve horca en mano la tierra de su pequeño huerto en pleno centro de Varsovia, mientras a pocos metros de allí un atasco mantiene bloqueados a centenares de conductores en una gran avenida.

"Si no tuviera este huerto, no sé cómo haría para llegar a final de mes", asegura Hanna, quien vive con una pequeña pensión.

"Dentro de poco, tendré fresas y grosellas, y después cerezas. En verano, manzanas y peras, y en otoño ciruelas. Con toda esta fruta, hago mermeladas", indica esta jubilada, quien reparte el resto entre "los vecinos del barrio".

Estos 300 metros cuadrados de los Huertos Familiares de los Defensores de la Paz, donde otras 300 familias también trabajan su pequeña parcela, son toda su vida.

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Ciudadanos de Varsovia trabajan en un jardín en el centro de la capital polaca el 18 de mayo de 2015 (AFP/AFP)

De abril a octubre, Hanna pasa jornadas enteras en su huerto, propiedad de la ciudad. Ella, al igual que las otras familias, es una simple arrendataria, afirma.

Estos terrenos heredados de la época comunista, donde los varsovianos plantan lechugas y crían gallinas, resisten valientemente al empuje de una ciudad en plena expansión y, especialmente, al apetito de los promotores inmobiliarios.

"Alrededor de nosotros, sólo crecen edificios. En nuestras parcelas, nos sentimos aún como en el campo", dice Bartlomiej Pawlak, quien cría incluso cabras. "No por dinero, sino por diversión, por mis hijos".

En esta ciudad de 1,7 millones de habitantes, un metro cuadrado de terreno cuesta unos 2.500 euros o incluso más en las buenas ubicaciones.

"En ninguna capital europea hay huertos familiares en el centro, como en Varsovia", destaca Jacek Bielecki, experto inmobiliario, para quien estos terrenos poseen "la infraestructura indispensable para la construcción", es decir, metro, transportes públicos, agua, electricidad o gas.

"Lástima que estos terrenos estén parados. Los promotores se ven obligados a construir en terrenos alejados y la ciudad se estira demasiado", dice Bielecki. "Sería más lógico trasladarlos fuera de la ciudad".

Sin embargo, esta propuesta no está por el momento en los planes del ayuntamiento, según Marek Mikos, director del departamento municipal de arquitectura.

"Los huertos familiares son un espacio verde y juegan un importante papel ecológico. Gracias a ellos, durante las canículas veraniegas, la temperatura del aire en la ciudad baja y absorben la contaminación".

- Un millón de familias -

En Varsovia, hay 190 complejos de huertos repartidos en una superficie de 1.200 hectáreas. Polonia, con sus 4.800 complejos en 44.000 hectáreas, se convierte así en el líder europeo, por delante de Alemania o Reino Unido.

Esto significa que casi un millón de familias en este país de 38 millones de habitantes cuentan con una parcela, es decir, unos cinco millones de personas y, para los partidos políticos, eventuales votantes.

Aunque esta tradición es más que centenaria, los huertos conocieron durante la época comunista su edad de oro.

Las autoridades querían con estas parcelas "obreras" satisfacer la necesidad de tierras de las poblaciones rurales, que llegaron a las ciudades después de la guerra. Además, permitieron a muchos polacos alimentarse en un contexto de economía de racionamiento.

Actualmente, la reivindicación de los antiguos propietarios de los bienes inmuebles, quienes reclaman su devolución al haber sido confiscados por el régimen comunista, siembra el pánico entre los usuarios de los huertos.

El ayuntamiento de Varsovia examina al menos 22 reclamaciones en estos momentos.

En la Varsovia actual, tener un huerto es más un placer que una necesidad. Para los jóvenes diseñadores gráficos, informáticos o periodistas, se ha convertido además en un modo de vida ecológico.

"Es fantástico. Vivimos en pleno centro y en pocos minutos podemos encontrarnos en la naturaleza", explica Dominika Raczkowska, una diseñadora gráfica de 44 años y madre de dos hijos.




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