Desde Kabul (AFP)

Una fabrica de jabón viene en ayuda de las mujeres drogadictas en Afganistán

La joven afgana madre de siete niños, exdrogadicta, está sentada con otras cuatro mujeres en una alfombra roja, donde cortan gruesas barras de jabón artesanal perfumado.

Afganistán,conflicto,agricultura,narcotráfico,mujeres
Mujeres afganas ordenan barras de jabón en la sede de una pequeña empresa en Kabul, el 8 de octubre de 2019 - AFP/AFP
Anterior Siguiente
Síguenos en Google News

La joven afgana madre de siete niños, exdrogadicta, está sentada con otras cuatro mujeres en una alfombra roja, donde cortan gruesas barras de jabón artesanal perfumado.

Es una de las 20 empleadas, muchas de ellas exdrogadictas, que trabajan a medio tiempo en una granja orgánica de Kabul donde cultivan plantas y flores que luego se utilizan para producir jabones y cremas olorosas.

La empresa es una tabla de salvación para estas mujeres en un país de cultura patriarcal, que proporciona además alrededor del 90% de la producción mundial clandestina de opio.

Millones de afganos son adictos a las drogas, en particular la heroína y las metanfetaminas, y entre ellos las mujeres son especialmente discriminadas.

noticia
La empresaria afgana Marghuba Safi, durante entrevista con AFP el 8 de octubre de 2019, en que explica detalles de la fábrica de jabón que emplea mujeres que se recuperan de la addición a drogas (AFP/AFP)

"Estoy feliz de trabajar aquí porque sólo hay mujeres. No hay ningún hombre", dice la joven, bajo anonimato, mientras anuda pequeñas cintas a los paquetes de jabón fabricados con un tipo de carbón que se considera beneficioso para la salud.

La sociedad "Pishraf" (Progreso, en dari) fue creada por una empresaria local, Marghuba Safi, que comenzó en su cocina en 2016.

Ante el entusiasmo de sus primeros clientes, familia y amigos, lo convirtió en una actividad a tiempo completo con la ayuda de la oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), que le pagó un viaje de observación a India, donde hay muchas empresas lanzadas por mujeres.

"Allá, muchas mujeres trabajan en casa, y visité a las que iniciaron su propia actividad. Al volver, decidí ampliar mi empresa", explicó Safi a la AFP.

Su granja, de un tamaño considerable, y donde crecen maíz, pimientos, aloe vera, y muchas otras plantas, está escondida detrás de un portal de metal anónimo, de un suburbio de Kabul.

La única condición que la UNODC le puso para darle su apoyo es emplear a mujeres exdrogadictas.

Según datos de 2015 -año de la última encuesta nacional-, Afganistán tenía entonces tres millones de toxicómanos, una cifra importante sobre una población de 35 millones.

Alrededor del 20% eran mujeres y su número ha aumentado en los últimos cuatro años, según Anubha Sood, una responsable del programa de la UNODC "Alternative Livelihoods and Counter Narcotics" (medios de vida alternativos y lucha contra los estupefacientes).

"La tasa (de adicción) aumenta mucho, mucho más rápido entre las mujeres y los niños estos últimos años", subrayó Sood.

- Un gran apoyo moral -

La droga preferida es el opio, tanto si se fuma o se ingiere, según ella, y las mujeres son a veces arrojadas a la calle como castigo si buscan ayuda.

"Trabajamos con muchas mujeres que, una vez que siguen el tratamiento en un centro de salud, son estigmatizadas y ya no son aceptadas por sus familias", explica.

Si una mujer se "puede pararse en sus dos piernas, puede cubrir sus necesidades y la de sus niños, es un gran apoyo moral y puede ganarse la vida de una forma muy digna", agregó.

La madre ocupada de la línea de producción, de 30 años de edad, explicó que le pagaban unos 2 dólares por medio día de trabajo. Una suma modesta pero que cuenta en un país donde más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza fijado por el Banco Mundial a 1,9 dólares al día.

Una suma modesta pero que cuenta en un país donde más de la mitad de la población vive bajo la línea de pobreza fijada por el Banco Mundial de 1,9 dólares por día.

"Me sentía triste, fui a la casa del vecino y tomamos algo", explica la joven para describir su resbalón hacia la drogadicción.

"No sabía lo que era, pero me relajó. Después me llevaron al hospital y Marghuba vino, nos enseñó a hacer panes de jabón y nos ayudó", contó.

"Cuando llevo dinero a casa, me siento orgullosa de contribuir también al presupuesto de la familia", señala.

Sood explicó que la UNODC ayudaba a otras mujeres en provincias con proyectos de "desarrollo alternativo" como pequeñas granjas de legumbres o de aves de corral, que son fáciles de administrar en un país donde las mujeres han sido sistemáticamente privadas de educación bajo el régimen talibán y aún el acceso es limitado.

Esos proyectos son "más fáciles y más simples para las mujeres. No tienen que salir mucho, pueden trabajar en la casa y vender sus proyectos en el mercado" local, destacó Sood.




Este sitio usa imágenes de Depositphotos