Desde Roddi (Italia) (AFP)

La universidad en Italia para los perros que buscan trufas

Adelante Rocky, ¡Busca bien! ¡Aquí, bravo! El labrador menea feliz la cola después de haber desenterrado un tesoro: una trufa.

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Una trufa blanca en una tienda de la localidad italiana de Alba, cerca de Turín, el 24 de octubre de 2018 - AFP/AFP
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"Adelante Rocky, ¡Busca bien!" "¡Aquí, bravo!" El labrador menea feliz la cola después de haber desenterrado un tesoro: una trufa.

Durante tres semanas, Rocky asistió a la "Universidad de los perros truferos" y se ha convertido en el orgullo de su dueño.

Al frente de esa escuela tan especial, ubicada en Roddi (noroeste de Italia), está Giovanni Monchiero, quien heredó de su padre, su abuelo y su bisabuelo la capacidad de transformar un can de cualquier raza en perro trufero.

"Entrenar a un perro para buscar trufas es algo muy sencillo. Solo hay que tener mucha paciencia y ser consciente de que para ellos es un juego", explica Monchiero, de 55 años.

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Giovanni Monchiero entrena al perro Rocky para encontrar trufas, el 24 de octubre en Roddi, Italia (AFP/AFP)

"Comenzamos haciendo jugar al perro con una trufa. Yo utilizo siempre trufas frescas, pero se puede utilizar también una pelota de tenis impregnada con aceite de trufa", sostiene.

El entrenador enseña al perro a encontrarla y lo recompensa con croquetas.

El juego se complica después cuando el maestro entierra la trufa bajo un lecho de hierba, que el perro no alcanza a ver.

"Entonces tienes que comenzar a dar órdenes con la voz: adelante, mira bien, la encontraste. ¡Felicidades! Siempre hay que felicitar y recompensar", subraya Giovanni.

- "Lo mejor de Piamonte" -

"Una vez que el perro reconoce el olor de la trufa, el siguiente paso es enterrarla bajo tierra, al principio en un punto no muy profundo", dice.

La región de Alba, donde se encuentra Roddi, es famosa por la trufa blanca, "conocida por su aroma intenso, que evoca el bosque, la naturaleza", sostiene Antonio Degiacomi, presidente del Centro nacional de estudios de la Trufa.

Salir a "cazar" trufas tiene que ser "una pasión", asegura Giovanni, que va en su busca "por la mañana y por la tarde" durante la temporada, del 21 de septiembre al 31 de enero.

La Universidad de los perros truferos fue fundada por su bisabuelo en 1880 y Monchiero defiende la idea de que aunque no todos los perros pueden convertirse en truferos, a todas las razas hay que darles una oportunidad.

"Hay perros que están predispuestos para buscar trufas, otros no", afirma, tras contar que logró que un pequeño Pinscher Alemán se transformara en un gran experto.

A un ritmo de uno o dos a la vez, ha entrenado a decenas de perros truferos. No recuerda cuántos.

"El maestro Monchiero es el mejor de toda la región Piamonte. Ya me ha entrenado tres perros", cuenta Diego Guaraldo, dueño de Rocky.

"Él no usa métodos crueles como privar al perro de comida, sino métodos suaves", reconoce el abogado de 36 años, quien elogia al entrenador por haber formado "verdaderos campeones".

- Olfato agudo -

"Se las arregla para desatar algo en el animal, que se enloquece con la trufa. Es lo que todos los buscadores de trufa buscamos. El perro debe ser meticuloso, estar concentrado y no se debe dejar perturbar por otros olores", añade.

Gracias al profesor Monchiero, "el animal huele la trufa a 10, 15, 20 metros de distancia", asegura Guaraldo.

El entrenamiento de tres semanas con tres sesiones diarias cuesta 400 euros.

Las clases se detienen cuando el perro está cansado o no tiene más ganas, y se reanudan una o dos horas más tarde.

"Es un curso básico. Para formar un buen perro trufero se necesita un promedio de tres años. Lo importante (después de la formación) es seguir entrenando al perro de forma permanente, no necesariamente todos los días, pero sí uno de cada dos", asegura.

Rocky tiene todas las habilidades para convertirse en un excelente perro trufero. Pese a que tiene un pequeño defecto ... "¡se las come! Nada grave", admite Giovanni.

"Él ya sabe cómo encontrar trufas y desenterrarlas. Ahora hay que enseñarle a hacer un intercambio: croquetas por trufas", afirma, reconociendo que muchos perros mordisquean un poco la trufa.

Guaraldo se divierte con eso: "¡Más vale tener una trufa ligeramente dañada en el bolsillo propio que una perfecta en el ajeno!", asegura.




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