Biografias

Pedro de Peralta Barnuevo

Fue un intelectual destacado en la época de la Colonia. Se trató de un gran enciclopedista y sabio representante de los criollos en ese tiempo.


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Pedro de Peralta Barnuevo


Un limeño que se educó en San Marcos

Don Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Benavides nació en Lima el 26 de noviembre de 1663. Estudió arte, derecho romano y canónico en la Universidad Mayor de San Marcos, recibiéndose de abogado. Luego, obtuvo los grados de doctor en Derecho Civil y Canónico. Pero fue un hombre universal, sabio, porque dominó casi todas las áreas del saber humano. Equiparable, en ese aspecto, con el alemán Alexander von Humboldt o el italiano Antonio Raimondi.

Ayudó en el amurallamiento de Lima

Con el objeto de resguardar la ciudad-capital del Virreinato del Perú, de posibles ataques de piratas y corsarios, el virrey Melchor de Navarra y Racaful, duque de la Palata (1681-1689), hizo amurallar Lima. Los trabajos fueron dirigidos por el ingeniero flamenco Juan Ramón Koenig (1625- 1709).

Para entonces, las habilidades y conocimientos en Ingeniería Militar y Civil de don Pedro de Peralta eran ya hartamente conocidas, por lo que Koenig lo convocó y lo tuvo entre sus más cercanos colaboradores.

Se luce en las academias de Palacio

Entre los años 1707 y 1710 gobernó  el Virreinato del Perú don Manuel de Oms y Santa Pau, marqués de Castell dos Rius, quien implantó las Academias de Palacio, que eran tertulias donde intervenían los más grandes intelectuales de la época, amigos del virrey. Por supuesto, don Pedro de Peralta fue uno de los invitados a tales reuniones y empezó a brillar con luz propia, principalmente en los temas de astronomía y matemáticas. ¿Qué temas se tocaban en las academias? Había dos formas de tocar  los temas. Una, que sea del día y, otra, la que se proponía para la reunión de la siguiente semana.

La manera de presentar dicho tema era de diverso estilo literario, desde la poesía hasta el de las adivinanzas, de manera seria o picaresca; lo importante era que despierte el interés de todos. Hubo temas de pura imaginación, como por ejemplo el de “la ballena varada en Chorrillos” o el de un “romance sobre la tela de Penélope”, motivos que requerían conocimientos de biología y mitología.

El que se lucía más en las adivinanzas era, justamente, don Pedro de Peralta, quien, según Luis Alberto Sánchez, “usaba un verso suelto y a menudo picaresco, que arrancaba risotadas o sonrisas cómplices a los eruditos contertulios de Castell dos Rius”. Poco después, de la muerte del virrey en 1710, las reuniones se hicieron en la casa del marqués de Orrantia de la Puente y luego en la de don Pedro de Peralta, cuando éste se casó con una viuda rica, la que le dio tranquilidad para sus creaciones literarias y sus pasatiempos.

“Tertulias y saraos”

“Castell dos Rius era aficionado a la literatura y muy entusiasta de las tertulias ‘a la moda francesa’. Se rodeó para tal fin de personas que, en Lima, ya tenían un nombre bien ganado en las letras: Pedro de Peralta Barnuevo, Pedro Bermúdez de la Torre y Solier, Luis Antonio de Oviedo (conde de la Granja), el marqués de Brenes, Juan Eustaquio Vicentelo de Lecca, Antonio Zamudio de las Infantas (marqués de Villar del Tajo), Juan Manuel de Rojas y Solórzano (secretario del virrey) y otros personajes. A propósito del tema que abordamos dijo Javier Prado:

“Nada caracteriza mejor el estado de las letras en aquellos tiempos, que la Academia literaria fundada por el virrey marqués de Castell dos Rius, el 23 de setiembre de 1709, en su propio palacio. Como el virrey príncipe de Esquilache y el conde de Santisteban, el marqués de Castell dos Rius, que había escrito una comedia, El escudo de Perseo, tenía inclinación irresistible, pero de pésimo gusto por la poesía. Reunió en su corte a los más esclarecidos ingenios y fundó la academia que solo tuvo vigencia treinta días, a causa del inesperado fallecimiento del virrey, a cuyo triste suceso consagraron los académicos su última sesión, levantando acta fúnebre y urna panegírica a las inmortales cenizas del virrey, en la que le rindieron fervoroso homenaje literario”. Los anales de esas tertulias fueron publicados por Ricardo Palma con el título de Flor de Academias (Lima, 1899), aunque también se conocen varios manuscritos de las actas que el padre Vargas Ugarte describe en su obra Biblioteca Peruana (tomos I al V). En esta se describen curiosos e insólitos pasajes.

“No hubo, en las reuniones que comentamos, inspiración, arte, buen gusto, sino pura erudición y desastrosa vacuidad. Sin embargo, se pasaban agradables momentos, porque no solo se abordaban temas literarios: se escuchaba música, se conversaba y cada quien hacía derroche de ingenio, después alrededor de una gran mesa se sentaban todos los contertulios a saborear los exquisitos potajes de la cocina francesa y también de la criolla. Los postres a los que eran aficionados los limeños de entonces, eran preparados en los conventos” (Manuel Zanutelli Rosas; Compendio histórico del Perú, T. IV; Editorial Milla Batres; p. 16).

“El doctor Océano”

El Dr. Luis Alberto Sánchez, en su obra “La Literatura en el Virreinato”, dice lo siguiente: “Así como se llamó a Santo Tomás el doctor Angélico; a Scoto, el doctor Sutil y al Padre Suárez el eximio Suárez, así se me ocurrió apodar a Peralta, el “doctor Océano”, en vista de la enormidad, variedad y hondura de sus conocimientos. Fue el Pico de la Mirandola del Perú colonial. Escribió mucho menos de lo que pudo en razón de su saber”.

Un encargo importante

Don José de Armendáriz, marqués de Castel fuerte, vigésimo octavo virrey del Perú, le dio el encargo de redactar una “Memoria de su gobierno” o “Relación de su gobierno”, fue el que, según el historiador José de la Riva Agüero, “el más importante, razonado y vigoroso documento de tal género que puede hallarse en toda la época colonial.

En él hay, sobre la disminución de los indios, el comercio del Perú, la moneda y otros asuntos económicos y políticos, opiniones que (piénsese como se quiera, acerca de su verdad intrínseca) merecen, por su cohesión y fundamentos, el nombre de doctrinas y descubren talento y reflexión nada comunes. Con esta pieza, obra íntegra suya, en que consigna, coordina y pone en boca del Virrey todas sus personales observaciones históricas, sociales y económicas, de las que había apuntado ya muchas en diversos opúsculos anteriores, demostró Peralta poseer muy apreciables y sólidas condiciones de estadista...”.

Dicha memoria abarca el gobierno de Castel fuerte, desde el año 1724 hasta el año 1736. Don Pedro de Peralta no solo hace una magistral síntesis de los acontecimientos más importantes de esos doce años sino que deja escritas una serie de ideas y juicios de su propio intelecto, las que, hay que decirlo con franqueza, discurrieron gracias a la condescendencia del virrey.

Defensa de los criollos

Don Pedro de Peralta Barnuevo, en el documento que le mandó a redactar el virrey José de Armendáriz, escribió las frases más elocuentes sobre la defensa de los criollos y su derecho a ocupar cargos públicos. En efecto, dice lo siguiente: “... sería siempre conveniente repartir de un modo congruente entre los sujetos más dignos las mitras y las togas, no solo porque esta remuneración fuese señuelo de mérito, sino porque se hiciese servicio de Estado... Pruébese esto, en cuanto a las primeras, con estas convincentes razones: lo primero, porque los Prelados que se eligen del Reino aman y conocen sus súbditos y sus costumbres; son pastores que nacen entre la misma grey: circunstancia tan apreciable, que la contraria es la que siempre ha hecho difíciles las traslaciones.

Lo segundo y más necesario, porque los de esta parte son por especial dote del país de más suave genio y más dócil temperamento que los de otras. Edúcanse con la noticia y la experiencia de las regalías del Gobierno, especialmente de las del Patronato. Lo ha confirmado la experiencia, siendo solo los Obispos que han venido de España los que han dado y dan más que hacer en sus controversias y disturbios al Gobierno...

En cuanto a la provisión de las plazas de Audiencias de estos Reinos, corre igual razón, que formando ministros de los catedráticos y letrados más sobresalientes (cualidades que acá andan siempre juntas, porque la cátedra sola no puede mantener al que la obtiene), se hallan no solo con la ciencia judicial para lo contencioso, sino con la experiencia o noticia política para lo gubernativo”.

Pero, los criollos siguieron soportando dos problemas fundamentales:

1. El aumento incesante de la carga tributaria, que mermaba sus ganancias.
2. La discriminación social y política, que les impedía acceder a los puestos públicos y a las prebendas del Estado colonial.

Obras para la historia

Se dice que don Pedro de Peralta había escrito 45 títulos, la cantidad de letras que tiene su nombre completo (Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Benavides), pero las principales obras son: “Desvío de la naturaleza u origen de los monstruos”, “Galería de la omnipotencia”, “El Júpiter
olímpico”, “El teatro heroico”, “Exequias del duque de Parma”, “Fiesta del cardenal de Molina”, “Oración al príncipe de Santo Buono”, “Historia de la España vindicada”, “Imagen política”, “Lima fundada”, “Júbilos de Lima”, “Lima triunfante”, “Lima inexpugnable”, ”Tratado músico-matemático sobre los medios de apartar el mar, con planos y figuras geométricas”, “Plano y exposición justificada sobre la uralla del Callao”, “Sistema astrológico demostrativo”,  “Obras poéticas, líricas y cómicas” (2 tomos), “El Catecismo histórico del Abate Fleuri, Tratado- ideológico”.

Poder para testar

Don Pedro de Peralta otorgó “un poder para testar” el 11 de abril de 1743, al conde Casa Calderón y al contador José Bernal, según el cual sus apoderados redactarían su testamento después de su fallecimiento. Lo único que dejó constancia es “que lo enterraran en la iglesia del Convento Grande de Nuestro Padre Santo Domingo o en otra cualquiera iglesia”. Presentía que su muerte estaba muy cerca. Pedro de Peralta murió muy poco tiempo después, el 30 de abril de 1743.



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