Una sonda lanzada hace 41 años llega al espacio interestelar
Tras 41 años de viaje por el sistema solar, la sonda Voyager 2 llegó a una zona del espacio donde ya no sopla el viento del sol, a 18.000 millones de kilómetros de la Tierra, informó la NASA este lunes.
Tras 41 años de viaje por el sistema solar, la sonda Voyager 2 llegó a una zona del espacio donde ya no sopla el viento del sol, a 18.000 millones de kilómetros de la Tierra, informó la NASA este lunes.
A esta distancia extraordinaria, cada mensaje de Voyager 2 tarda 16 horas y media en llegar a la Tierra mientras, por ejemplo, el tiempo de comunicación a la velocidad de la luz con Marte es de 8 minutos solamente.
La gran noticia de este lunes es la confirmación de que Voyager 2 ha salido de la heliosfera, la burbuja protectora de partículas y de campos magnéticos creados por el sol, y que ya ha atravesado la heliopausa, el limite mas allá del cual ya no llega el viento solar.
Técnicamente, sin embargo, la sonda sigue estando en el sistema solar, cuya frontera está establecida en los confines de la nube de Oort, bastante más allá de Plutón, y que la NASA compara con una "gran burbuja alrededor del sistema solar".
Esta nube, compuesta probablemente por miles de millones de cuerpos helados, se mantiene bajo la influencia de la gravedad del sol y Voyager 2 necesitaría todavía otros 30.000 años para atravesarla.
Se trata de la misión más larga en activo de la agencia espacial norteamericana, y sus instrumentos siguen enviando observaciones a día de hoy.
Lanzada cuando Jimmy Carter (1977-1981) era presidente de Estados Unidos, sobrevoló Júpiter en 1979, y luego Saturno, Urano, y Neptuno en 1989.
Como seguía funcionando después de sobrevolar Neptuno, la NASA continuó con la misión pero los ingenieros apagaron sus cámaras para ahorrar energía.
En 2012 se convirtió en la misión más larga y más mítica de la agencia espacial.
Su sonda gemela, Voyager 1, que abandonó la Tierra 16 días después, llegó al espacio interestelar en 2012 y también siguió funcionando, pero uno de sus instrumentos cruciales para medir el viento solar bautizado Plasma Science Experiment, se estropeó en 1980.
"Ahora es todavía mejor", dijo Nicky Fox, director de la división de heliofísica de la NASA. "Las informaciones enviadas por las Voyager sobre los límites de la influencia del sol aportan una visión inédita de un territorio verdaderamente virgen".
Las dos sondas van "muy bien", dijo Suzanne Dodd, directora del departamento que se ocupa de las comunicaciones interplanetarias de la agencia.
Según ella, todavía podrían durar cinco o seis años más ya que su único límite es la pérdida progresiva de capacidad de su generador de radioisótopos, que proporciona la energía necesaria para la desintegración de materiales radioactivos.
Cada una de ellas lleva grabaciones de sonidos e imágenes de la Tierra en unas placas de oro y de cobre, y aunque estuvieran apagadas los aparatos seguirían viajando potencialmente durante miles de millones de años con sus discos, "cápsulas temporales que un día podrían ser los últimos restos de civilización humana", señala la NASA en su comunicado.
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