Desde Al Faw (Irak) (AFP)

Pescadores iraquíes se sienten acosados entre fronteras

¡Nos acosan!. A orillas del Shatt al-Arab, pescadores iraquíes viven con el miedo de ser detenidos por las fuerzas iraníes o kuwaitíes por franqueo ilegal aunque involuntario de las fronteras fluviales y marítimas que Irak comparte con sus antiguos enemigos.

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Un joven iraquí transporta peces recién pescados en Faw, en el sur de Irak, el 26 de octubre de 2021 - AFP/AFP
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"¡Nos acosan!". A orillas del Shatt al-Arab, pescadores iraquíes viven con el miedo de ser detenidos por las fuerzas iraníes o kuwaitíes por franqueo ilegal aunque "involuntario" de las fronteras fluviales y marítimas que Irak comparte con sus antiguos enemigos.

A 15 kilómetros de allí, donde se unen los cursos del Tigris y el Éufrates formando el Shatt al-Arab, la localidad de Faw dispone de un apacible puerto de pescadores, aunque antaño estuvo en primera línea del conflicto de Irak con Irán (1980-1988) y de la invasión de Kuwait en 1990.

En la otra orilla del río, ondea la bandera verde, blanca y roja de Irak y cuelgan retratos del ayatolá Jomeini, el fundador de la República Islámica, o del líder supremo Alí Jamenei.

La convivencia entre ambas orillas no es fácil.

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Un pescador pasa ante los botes amarrados en la orilla del Shatt al-Arab en Faw, en el sur de Irak, el 26 de octubre de 2021 (AFP/AFP)

"Tenemos muchos problemas con los iraníes", lamenta Abdallah, pescador de unos 60 años. "Cuando cruzamos la frontera debido a la corriente, nos detienen", afirma sin querer dar su apellido.

La frontera invisible que cruza por mitad del río fue en el pasado uno de los principales casus belli entre Irak e Irán.

En septiembre de 1980, el dictador Sadam Husein atacó al vecino iraní tras haber denunciado los acuerdos de Argel en 1975, que deberían haber terminado con el conflicto fronterizo en ese río.

En 2019, ambos países aseguraron querer volver a esos acuerdos.

- "Multa de 3.000 dólares" -

Pero en la práctica, pescadores iraquíes de Faw como Tarek Ziad aseguran sentirse "acosados" por Irán y Kuwait. Cuando sus botes dejan el Shatt al-Arab y se adentran en alta mar, las corrientes los arrastran hacia las aguas de sus vecinos.

Los iraníes "te meten en prisión y te hacen pagar una multa de 3.000 dólares. Esto le pasó a mi padre hace unos días. Fue detenido por una patrulla fluvial iraní y pagó 3.000 dólares", explica Tarek.

Contactadas por la AFP, las autoridades iraníes no respondieron.

El presidente de la cofradía de pescadores de Faw, Badran al-Tamimi, denuncia que no tienen "ningún apoyo del gobierno" iraquí frente a Irán o Kuwait, que también los detiene si entran a sus aguas por "descuido".

"Anoche fui a la frontera kuwaití para recoger a tres pescadores que habían sido arrestados. Esta semana, ya he ido tres o cuatro veces", asegura Tamimi.

Un responsable de seguridad de Kuwait contactado por AFP aseguró que "las personas que son detenidas en el sector fronterizo son liberadas en buen estado" por las fuerzas de su país "en coordinación con las autoridades iraquíes".

- Pobres capturas -

Estos inconvenientes geopolíticos agravan la precariedad de los pescadores, cuyas redes vuelven cada vez menos cargadas.

"Salimos al mar durante ocho o diez días y, cuando volvemos, hemos pescado entre 500 kilos y una tonelada, contra tres o cuatro toneladas hace 20 años", lamenta Abdallah.

Las campañas de pesca son cada vez más cortas por la estrecha vigilancia de los dos países vecinos y el aumento de los precios de los carburantes en los últimos años.

En el río, la pesca tampoco brinda alimento suficiente a la población. La caída del caudal del Shatt al-Arab provocada por la sequía y las presas construidas curso arriba, en Irán y Turquía, son las causantes.

Al bajar el nivel del agua, el Golfo se adentra en su curso "y vemos cada vez más especies marinas en el río porque el agua se saliniza", dice Iyad Abdelmohsen, biólogo marino de la Universidad Mustansiriyah de Bagdad.

Y eso sin contar la contaminación procedentes de "las actividades humanas, como las aguas usadas y los residuos", que terminan en los ríos y provocan "enfermedades digestivas, diarreas, incluso el cólera", explica.




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