Desde Ciudad del Cabo (AFP)

En Sudáfrica, pesca furtiva y guerra entre bandas locales

Una noche de agosto, el joven Deurick van Blerk subió a bordo de su pequeño barco rumbo al cabo de Buena Esperanza, en la punta meridional del continente africano, para pescar ilegalmente orejas de mar. Nunca regresó.

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Un guardacostas patrulla frente a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, el 6 de septiembre de 2018 - AFP/AFP
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Una noche de agosto, el joven Deurick van Blerk subió a bordo de su pequeño barco rumbo al cabo de Buena Esperanza, en la punta meridional del continente africano, para pescar ilegalmente orejas de mar. Nunca regresó.

En el puerto de Hout Bay, al sur de la megalópolis sudafricana de Ciudad del Cabo, sus familiares y amigos están convencidos de que el hombre de 26 años murió por disparos de la policía, víctima de un nuevo episodio en la batalla que enfrenta a los pescadores furtivos y las fuerzas de seguridad.

Una guerra sin cuartel donde la mayoría de los beneficios alimenta las actividades de bandas locales o de mafias internacionales, y las migajas garantizan la supervivencia de las comunidades locales.

"Deurick y yo empezamos la pesca furtiva a los 15 años", cuenta su primo, Bruce van Reenen, de 23 años.

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El barrio pobre de Hangberg, en el puerto de Hout Bay, el 22 de agosto de 2018, tras la muerte del pescador Deurick van Blerk (AFP/AFP)

La oreja de mar (o abulón) del tipo Haliotis midae, un molusco que sólo se encuentra en aguas sudafricanas, es uno de sus principales objetivos. Su carne exquisita es muy apreciada por los ricos "gourmets" chinos.

"Solíamos pescar juntos, pero esa noche no lo hicimos", recuerda Bruce van Reenen. "Salimos en dos barcos distintos. Yo fui a bucear a Camps Bay y Deurick fue a por langosta a la península del Cabo".

La pareja de Deurick van Blerk, que dio a luz a una niña unas semanas después de su desaparición, lo esperaba al amanecer en la casa familiar del barrio pobre de Hangberg para tomar su primer café del día.

- "Fuerza letal" -

Pero desde aquel día no ha vuelto a tener noticias de él. Ni siquiera encontraron su cuerpo.

Las dos personas que iban con él en el barco acusan a una unidad especial de la policía marítima de haberlo matado mientras intentaban abordar el barco. Han presentado una denuncia por asesinato.

La policía ha abierto una investigación, que sigue su curso.

Los impactos de balas en el barco "sugieren que a la policía se le fue la mano", reconoce el portavoz del ministerio de Pesca, Khaye Nkwanyana.

"Sólo pueden disparar en caso de legítima defensa", explica. "Si son responsables del disparo que mató a Deurick, es una falta, es ilegal y deben ser arrestados", asegura.

Un miembro de la unidad especial acusada, el inspector Erich Koekemoer, defiende a sus colegas con vehemencia. "Si mi vida está en peligro, si intentan, por ejemplo, embestir mi barco, entonces tengo derecho a recurrir a la fuerza letal", asegura.

Los incidentes violentos entre pescadores y policías son frecuentes en la zona desde que las autoridades aumentaron sus patrullas.

"Ya no dudan en dispararnos", dice Bruce van Reenen. "Pero no tengo elección, es mi vida. He perdido a un primo, por desgracia, pero debo seguir como antes, si no mis niños tendrán hambre".

- Intermediarios -

Según un informe reciente de la ONG Traffic, con sede en Reino Unido, el 90% de las orejas de mar sudafricanas se exportan hacia Hong Kong, los dos tercios de ellas de forma ilegal. Allí se venden por entre 400 y 9.700 dólares el kilo.

Con esos precios, el molusco genera un mercado negro muy lucrativo. En agosto, las aduanas de Hong Kong interceptaron dos coches que ocultaban 316 kilos de orejas de mar en sus maleteros, por un valor estimado en unos 240.000 dólares.

La policía sudafricana intenta acorralar a los traficantes. En septiembre, anunció la incautación de 10 kilos de orejas de mar en la frontera de Botsuana.

Los pescadores furtivos sudafricanos apenas se llevan una ínfima parte del dinero creado por ese tráfico: no más de 20 dólares por kilo, según los pescadores locales.

"Venden las orejas de mar a intermediarios, que luego los venden a un sindicato de compradores chinos", explica bajo anonimato un habitante de Hout Bay. "Los intermediarios ganan mucho dinero, al contrario de los pescadores furtivos".

Esos intermediarios pagan en metálico, añade esa fuente, "pero en muchos otros 'townships', están vinculados a bandas y cambian las orejas de mar por droga".

El informe de Traffic destaca la magnitud de ese mercado: organizaciones chinas compran las orejas de mar a bandas locales, que pagan con droga. Mucha gente en la costa está implicada en el negocio, asegura la ONG.

- Recurso en peligro -

Los pescadores de Hout Bay se han convertido en un elemento esencial en este entramado con ramificaciones internacionales.

"Lo hacen porque no tienen otra opción", dice un portavoz del township de Hangberg, Roscoe Jacobs. "O hacen esto o atracan a alguien".

Traffic se preocupa sobre todo por las consecuencias de esa pesca ilegal en el número de orejas de mar. Desde el año 2.000, se han pescado 37.000 toneladas de ese molusco de forma ilegal frente a las costas sudafricana, calcula la ONG. Cerca de 2.000 toneladas anuales, 20 veces más que las cantidades autorizadas. Un comercio que genera 59 millones de euros, según Traffic.

"Si no logramos impedirlo, las poblaciones de orejas de mar (...) quedarán tan diezmadas que la gente de aquí ya no tendrá trabajo", alerta Markus Bürgener, uno de los autores del informe.

Los pescadores como Bruce van Reenen aseguran que nunca harán nada que ponga en peligro su fuente de ingresos y juran que sólo pescan los mayores ejemplares. "Los pequeños no nos dan dinero", afirma.



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