Desde Enniskillen (Reino Unido) (AFP)

En Irlanda del Norte, una jubilada desafía a la modernidad

Una radio de manivela, algunas fotos en color y un montón de libros actuales son los únicos indicativos de que Margaret Gallagher vive en el mundo moderno.

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Margaret Gallagher, de 77 años, delante de la chimenea de su casa con tejado de chamizo de 200 años cerca de Belcoo, en Irlanda del Norte, el 15 de julio de 2019 - AFP/AFP
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Una radio de manivela, algunas fotos en color y un montón de libros actuales son los únicos indicativos de que Margaret Gallagher vive en el mundo moderno.

A sus 77 años, esta jubilada pasa su vida en una vieja casa con tejado de chamizo de 200 años en Irlanda del Norte, sin agua corriente ni electricidad. El retrete, lo tiene en el exterior. Un modo de vida desfasado que, aunque desafíe a la modernidad, concuerda bastante con la era ecológica actual.

"Nunca conocí nada, solo lo que vivo en el momento presente. No puedes extrañar algo que nunca tuviste", explica a la AFP, enseñando su casa de piedra blanca.

"Todo lo que necesito es estar bien de salud para vivir mi vida en esta idílica casa", añade.

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Una lámpara de aceite, fotografiada el 15 de julio de 2019 en la casa con tejado de chamizo de 200 años de Margaret Gallagher, de 77 años, cerca de Belcoo, en Irlanda del Norte (AFP/AFP)

- "Feliz" -

Margaret Gallagher y su familia más cercana han vivido en esta humilde morada desde que su abuelo la compró, llena de estiércol de vaca y de sangre de cerdo, a unos primos que emigraron a Estados Unidos en 1887.

Situada en medio del campo, en el condado de Fermanagh (oeste), la vivienda, de 13 x 7 metros, cuenta con una cocina y dos dormitorios.

Llueva o haga sol, la casita se calienta únicamente con una chimenea abierta de turba. Cuando el fuego prende, de su chimenea emana una humareda azul bastante peculiar.

Cuando era más joven, la jubilada gestionaba una pequeña granja familiar, al tiempo que cuidaba de su padre, que estuvo postrado en la cama durante 17 años. Más tarde, trabajó a nivel local en el desarrollo del empleo y del patrimonio.

Todas las mañanas, a las 05H00, la despierta un reyezuelo que, posado en el alféizar de su ventana, espera que le den de comer. "Menos mal que tampoco duermo bien, de todos modos", bromea.

Se pone en pie y empieza su jornada: saca agua de un pozo cercano, recoge leña y turba para alimentar el fuego y prepara las tres comidas del día.

"Es mi destino. Estoy feliz", confía, tras haber pasado la mañana cociendo una torta en el fuego.

- ¿Abanderada? -

Paradójicamente, con su estilo de vida arcaico, Margaret Gallagher está a la última en los cambios que pide parte de la sociedad al denunciar el impacto medioambiental y psicológico causado por la vida moderna.

Gallagher solo está conectada con el mundo exterior a través de su radio, el diario que pueda leer de vez en cuando y un celular muy básico que carga en el automóvil "para llamar a un cura o a un médico". Sin saberlo, se ha convertido en una abanderada del movimiento ecologista.

La creciente preocupación por el medio ambiente y por los precios de la vivienda han llevado a las nuevas generaciones a buscar modos de vida alternativos con una huella de carbono menor.

Pero Margaret Gallagher no esconde su escepticismo. "Es tan solo una tendencia, les gusta lo que está de moda. Es algo nuevo y brillante. Dentro de un año o dos, vendrá otra cosa. No lo hacen de verdad".

La jubilada nunca se casó pero, pese a su existencia solitaria, no se siente una ermitaña. "Hay una gran diferencia entre la soledad y estar solo", subraya. "Yo estoy sola pero no me siento sola".

Tampoco lamenta su decisión de llevar una vida que le obliga a llevar a cabo tareas pesadas, dada su avanzada edad. "He amado cada minuto de mi vida hasta ahora", recalca.




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