Desde Kos (Grecia) (AFP)

Comerciantes y turistas impotentes ante avalancha de inmigrantes en Kos

Los cafés cercanos al mar en la isla griega de Kos deberían estar llenos de turistas en esta época, pero muchos se han convertido en refugio de los miles de inmigrantes, que huyen en su mayoría de la guerra en Siria.

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Una turista pasa por delante de unas tiendas de campaña donde de unos inmigrantes en la isla griega de Kos el 10 de agosto de 2015 - AFP/AFP
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Los cafés cercanos al mar en la isla griega de Kos deberían estar llenos de turistas en esta época, pero muchos se han convertido en refugio de los miles de inmigrantes, que huyen en su mayoría de la guerra en Siria.

Los dueños de esos establecimientos intentan ofrecer una hospitalidad básica: aseos, agua corriente, electricidad y comida, compensando como pueden la incapacidad de las autoridades griegas ante la crisis migratoria.

El problema es que muchos turistas evitan ahora el borde del mar y prefieren almorzar en la ciudad, para no asistir a esa llegada continua de refugiados que, en su mayoría, huyeron de la guerra en Siria.

Eva Kitrina, propietaria del restaurante Olympia, asegura que hace lo que puede para adaptarse a esa nueva clientela. Durante unos días vendió bocadillos, té y café "baratos", explica esa mujer de pelo rubio platino, que tiene la doble nacionalidad griega y danesa.

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Isla de Kos: inicia registro de refugiados (AFP/AFP)

El Olympia está al lado del estadio transformado en oficina de registro, donde unos policías utilizaron la semana pasada sus porras y unos extintores para tratar de evitar una estampida entre casi 2.000 inmigrantes que empezaban a perder paciencia tras horas de espera a pleno sol, sin agua ni comida.

Pero, en el restaurante, la situación empieza a complicarse porque "apenas hay un retrete, (los inmigrantes) son miles" y sólo hay tres trabajadores, lamenta Kitrina. "¿Cómo podemos ayudarlos a todos a la vez?", se pregunta. Ahora ha dejado de vender bocadillos e intenta que regresen los turistas con una comida más típica. Pero, cuando un joven iraquí entra al restaurante para utilizar el wáter, todavía lo deja pasar. "No es su culpa si hay guerra y no es nuestra culpa si nuestra isla es tan pequeña", explica.

- Necesidad de actuar -

A escasos metros de ahí, el Yacht Café funciona al ralentí. El propietario, Theodore Tzagas, dice que sus ingresos del mes de agosto se han redcido entre el 70 y el 75% respecto al año pasado. "Es realmente triste lo que les pasa, me dan lástima. Me gustaría hacer más, hago lo que puedo, pero tengo que pagar los sueldos y los impuestos", dice.

Cuando se le pregunta si las autoridades locales lo ayudaron, señala las tiendas de campaña que bordean la playa, al otro lado de la carretera, y dice: "son ellos los que necesitan ayuda". Tzagas opina que el gobierno griego debería hacer algo para facilitar la estancia de los inmigrantes. "Si estuvieran mejor alojados, sería mejor para nosotros", asegura, "porque los turistas podrían volver a disfrutar de la playa".

Pero el gobierno, las autoridades de Kos y la Unión Europea se culpan mutuamente de la mala situación de los refugiados.

Los turistas también intentan ayudar un poco. Un grupo de jóvenes alemanas distribuye agua y comida en el campamento de inmigrantes, mientras que una pareja estadounidense va a proponer su ayuda en un hotel abandonado donde encontraron cobijo varios grupos de refugiados, en pésimas condiciones de vida.

Helene Broncano, que vino desde Copenhague con su marido, asegura que su agencia de viajes había autorizado a cada turista a llevarse 20 kilos de equipaje adicional si se trataba de ropa para los inmigrantes. "Recordaremos esas vacaciones", afirma, "ahora miraré a los refugiados de otra forma".




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