EN POMALCA

Monumento Arqueológico de Ventarrón

Lugar considerado el origen de la civilización en la costa norte del Perú y donde se encuentra un templo que alberga los murales polícromos más antiguos de América.

Monumento Arqueológico de Ventarrón

En este año 2025, en el distrito de Pomalca podemos encontrar a «Monumento Arqueológico de Ventarrón». Sus datos completos de ubicación y de contacto son públicos.

 

Monumento Arqueológico de Ventarrón
Ubicación: Ubicado en el Centro Poblado Ventarrón del distrito de Pomalca, provincia de Chiclayo.
Lambayeque - Perú
Horario de Visita
Acceso restringido  
Tarifas
Adultos: S/  4.00
Estudiantes de educación superior: S/  2.00
Escolares y niños hasta 12 años: S/  0.50

 

Información

El templo Huaca Ventarrón y los edificios de “Arenal” en la falda oeste del cerro, conformaron el primer y más extenso centro ceremonial de la región, las remodelaciones lo mantuvieron en uso continuo entre el 3000 al 1700 a.C.; lapso que según las cronologías estilística y procesal correspondería al periodo Precerámico Tardío o Arcaico Superior, pero las últimas propuestas sobre cronología han optado por abarcar dentro del Formativo Inicial o Inferior a esta etapa del surgimiento de los centros ceremoniales. La controversia sobre la terminología recién ha empezado y precisamente Ventarrón forma parte de la polémica; pues a pesar que no existieron ciertos medios como cerámica debido al uso de calabazas (Lagenaria siceraria), la gran complejidad en la organización social y la arquitectura ceremonial se deben tomar como la base de una cronología local. Resulta adecuado entonces aplicar el término Arcaico o Precerámico al periodo aldeano, previo a la arquitectura ceremonial que corresponde al Formativo Inicial.

El centro ceremonial primigenio, excavado solo en una pequeña porción, se extendía probablemente por 30 hectáreas, conformando una de las obras arquitectónicas más grandiosas y sofisticadas de la época. De manera semejante como sucedía en otros valles, las edificaciones crecieron paulatinamente, rediseñando modelos adaptados a la conformación particular del paraje, definiendo así los rasgos de la tradición cultural lambayecana. Si bien no podemos saber con exactitud cuándo y en qué parte del cerro se alzó la primera estructura, resulta claro que hacía el 2500 a. C. ya se habría ocupado la falda oeste con arquitectura ceremonial, y hacia el 2000 a.C. los monumentales templos estaban soberbiamente decorados con arte mural. El extraordinario desarrollo sustentaba el poder ideológico dirigido al culto a la montaña y el agua; los modelos arquitectónicos estructuraban, mesuraban y orientaban las nociones de tiempo y espacio en función a calendarios astronómicos, alineamientos y redes camineras. La arquitectura monumental como interpretación y expresión cosmológica permitió tomar posesión del paisaje en términos físicos y simbólicos; con la fundación del centro y las actividades de construcción y reconstrucción periódica se ratificaban vínculos sociales y se produjo irradiación cultural. La celebración de rituales y remodelaciones servían de motivación para sobreponer el ánimo colectivo ante los avatares de la naturaleza, y/o afrontar emprendimientos rodeándolos de convicción mística; la arquitectura y sus funciones ceremoniales muestran a lo largo de la secuencia cultural el deseo de integración de la sociedad con las leyes que rigen el cosmos.

Huaca Ventarrón

Huaca Ventarrón era el templo principal del centro ceremonial primigenio, erigido sobre el último promontorio rocoso en la falda oeste del cerro; la forma y orientación del afloramiento semejaba la conformación del cerro Ventarrón, como una maqueta de la montaña sagrada, es lógico suponer que ese espacio constituyó un importante polo cultual tiempo antes de construir las primeras estructuras, pues hemos comprobado con calas profundas, que existieron fogones sobre el promontorio rocoso asociados a dispositivos muy elementales. El monumento ocupó el cuerpo rocoso central reservando dos afloramientos a los lados, uno rojizo y bajo cien metros al norte, y otro contiguo al sur que es la prolongación del afloramiento que le servía de asiento, este volumen rocoso simétrico separado por un estrechamiento de la formación, complementaba las funciones ceremoniales del templo. El emplazamiento sobre la roca elevó desde el primer momento la estructura dominando la amplia llanura, que se extiende sin obstáculos relevantes hasta el litoral; y que en aquella remota época debió contener densos bosques y humedales. El acceso visual también permitía alinear el cerro Reque al sur, en la otra margen del río, al suroeste las colinas Cerrillos34 que cierran el abanico del valle junto al morro Eten al pie del litoral, la línea de playa más cercana debido a la desviación del perfil costero. Al norte del templo, frente a la portada, se enmarcaba una elevación mediana, aislada y simétrica, parte de la misma formación Ventarrón, tiene una gran grieta vertical que señala el norte. Esa posición en el centro del paisaje ritual permitía percibir el balance de los distintos volúmenes de las colinas, alineamientos de redes viales y movimientos celestes.

En la primera fase el diseño del templo se adaptó a la conformación geológica del promontorio, respetando su orientación desviada al noroeste, manteniendo ciertas rocas descubiertas y emergentes en la arquitectura, las fases siguientes cubrieron la roca a medida que ampliaron la gran plataforma orientada al norte; su planta trapezoidal permitía abarcar los peñascos de los vértices noreste y sureste. La orientación del templo era congruente con el alineamiento del cerro, y la fachada escalonada de tres niveles también semejaba esa configuración. El acceso abierto al norte era directo, mediante una terraza baja que soportaba la escalinata central; en la sumidad de la plataforma, el recinto central ocupó la mitad posterior de la explanada, dejando un extenso atrio frente a la portada. En el flanco oeste un sistema de escalinatas amplias conducía también a la cima, con tramos adecuados a los niveles escalonados de la fachada. La mayor densidad y complejidad arquitectónica se acumuló en la esquina suroeste y el frente sur; ahí se concentraban estructuras para actividades ceremoniales diversas, que probablemente se vinculaban al promontorio rocoso, el curso del río, el cerro Reque y la vía al litoral. A medida que se fue dinamizando la actividad constructiva, se acortaron ciclos entre cada remodelación; y si bien el monumento terminó por cubrir las rocas de su entorno inmediato, el volumen del templo siempre generó una proporción simétrica, de dicotomía frente al afloramiento rocoso contiguo al sur. 

En un incendio ocurrido en el año 2017 las pinturas murales fueron afectadas por la propagación del fuego como por la emanación del humo y debido a los tratamientos de conservación previos se evitó la pérdida total de la policromía (matiz), por lo que se está tratando de revertir a su estado anterior en su mejor forma posible.

Paraje de Culto al Agua

El promontorio rocoso al sur de Huaca Ventarrón conformó un espacio ceremonial paralelo al templo; los volúmenes simétricos de ambos conjuntos recreaban la dicotomía entre naturaleza y sociedad, el discurso cosmológico se basaba en aquella noción de equilibrio, validada en los contrastes del
paraje. Además, mirando al promontorio desde el templo, los peñascos semejan en miniatura la forma y distribución del cerro Reque que se divisa al sur, vinculando el paisaje de la otra margen del río. Los dispositivos de culto al agua se distribuyeron al extremo suroeste del promontorio, donde el
afloramiento desciende bruscamente hasta el nivel del terreno que es la planicie del valle. Las horadaciones de distintos tamaños y profundidades, fueron ejecutadas en la sumidad de algunos peñascos; en todos los casos la cavidad ya existía de manera natural y la intervención se limitó al pulimento del receptáculo con minerales abrasivos hasta lograr una superficie tersa, semejante a la de morteros o batanes.

Un primer grupo al oeste comprende la perforación más profunda, de 40 cm. de hondura y forma cuadrada de 70 cm por lado; la cavidad está enmarcada por grietas naturales y alineada con una quebrada en la roca que sirve de desfogue, el interior de la cavidad es circular logrado exclusivamente por
el pulido; así se destacaba el valor de las formas relevantes y reveladoras del paisaje ritual, este “pocito” constituía otro eje del cosmos paralelo y complementario a los presentados en el templo como fogones ceremoniales; las otras horadaciones suman cinco medianas y varias pequeñas que descienden al oeste. Otra roca trabajada, algo más elevada y central, tiene nueve cavidades de menor tamaño. Una última roca más baja, al extremo sur del conjunto, presenta una superficie plana de cuatro metros cuadrados, muy pulimentada, con algunas horadaciones pequeñas a los lados. No podemos saber con exactitud si los dispositivos del promontorio precedieron o fueron contemporáneos al templo, pero es lógico pensar que el culto al agua reforzó el discurso simbólico polarizando la dicotomía esencial: en los fogones del templo las ofrendas incineradas ascendían para propiciar la temporada de lluvias, como paralelismo el culto al agua celebraba el descenso de la lluvia que era contenida y vertida desde el extremo del afloramiento como montaña miniaturizada.

Otros dispositivos de culto al agua se encuentran en algunas rocas de la ladera sur del cerro Ventarrón y cerro Reque. Además existen diversos parajes sagrados en la misma cuenca que por lo general combinan recipientes y petroglifos; estos espacios ceremoniales primigenios conformaron redes simbólicas que delimitaron territorios y longevas esferas culturales. Rebeca Carrión C. estudió diversos tipos de dispositivos de culto al agua, denominados Pacchas36 en el antiguo Perú; cuya función era contener agua de lluvia, a la vez servir de “espejos astronómicos” que reproducían la distribución de ciertas constelaciones, uniendo de manera simbólica pero tangible el cielo fecundador con la tierra fértil; por lo general las pacchas derraman al colmarse en la dirección de los cursos de agua, así propiciaban ritualmente el flujo de la vida y las actividades agrarias vitales para la sociedad.

Petroglifos del Cerro Ventarrón

En la falda oeste del cerro se ubicó una roca con petroglifos de antigua factura; los grabados no son abundantes, se ha identificado hasta el momento solo un grupo. El afloramiento seleccionado está aislado en la pendiente, destaca en la zona arenada antes de la escarpa; está compuesto por nueve piedras medianas de un metro de alto por cincuenta centímetros de ancho en promedio c/u, ancladas al suelo rocoso y alineadas norte–sur (30° azimut), de modo que evocan la forma miniaturizada del cerro.

Fuente: [www.naylamp.gob.pe]

Otros:

Zona Arqueológica Huaycán de Cieneguilla

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