La inestabilidad luego de la independencia del Perú
La transición de Perú de más de tres siglos de dominio colonial a la independencia nominal en 1824 bajo el presidente Bolívar (1824-26) resultó tortuosa y políticamente desestabilizadora.
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La independencia hizo poco para alterar las estructuras fundamentales de desigualdad y subdesarrollo basadas en el colonialismo y el neofeudalismo andino. Esencialmente, la independencia representó la transferencia de poder de los españoles continentales (peninsulares) a sectores de la élite criolla, cuyo objetivo era preservar y mejorar su estatus socioeconómico privilegiado. Sin embargo, la nueva élite criolla fue incapaz de crear un nuevo orden constitucional estable para reemplazar el monolito de la corona de la iglesia y el estado. Tampoco estaba dispuesto a reestructurar el orden social de manera que condujera a la construcción de un gobierno republicano democrático viable. En última instancia, el problema consistió en reemplazar la legitimidad del antiguo orden por uno completamente nuevo, algo que muchos regímenes poscoloniales han tenido dificultades para lograr.
En el vacío político dejado por el colapso del dominio español surgió una forma particularmente virulenta de caudillismo andino. Los cabecillas del caudillo, a menudo oficiales de los ejércitos de liberación, lograron tomar el poder mediante la fuerza de las armas y la elaboración de extensas e intrincadas alianzas clientelistas. El gobierno personalista y arbitrario reemplazó al imperio de la ley, mientras que en todos los niveles de la sociedad se libraba una lucha prolongada y a menudo bizantina por el poder. El resultado fue la fragmentación política interna y la inestabilidad política crónica durante las dos primeras décadas de la era posterior a la independencia. Según un recuento, el país experimentó al menos veinticuatro cambios de régimen, con un promedio de uno por año entre 1821 y 1845, y la constitución se reescribió seis veces.
Esto no quiere decir que cuestiones políticas más importantes no informaron estos conflictos. Un estudio revisionista del historiador Paul E. Gootenberg muestra con gran detalle cómo la política del comercio (libre o proteccionista) y el regionalismo fueron centrales en las luchas internas de los caudillos de la época. En esta interpretación, las élites nacionalistas, que respaldaban a un caudillo u otro, lograron superar y derrotar a los grupos liberales para mantener un régimen poscolonial, neomercantilista y en gran parte proteccionista hasta el advenimiento del boom del guano a mediados de siglo. Este punto de vista se opone a la interpretación dominante del período, según la cual el liberalismo irrestricto y el libre comercio llevaron a la "dependencia" del Perú de la economía internacional y de Occidente.
Por desconcertante que sea, la época caótica del caudillo se puede dividir en varios períodos distintos. En el primero, Bolívar intentó, sin éxito, imponer un gobierno liberal centralista y utópico desde Lima. Acontecimientos en Colombia le obligó a renunciar al poder y regresar a Bogotá en 1826, su partida dejó un vacío inmediato que numerosos caudillos peruanos intentarían llenar. Uno de los más exitosos en términos de mandato fue el conservador general Agustín Gamarra (1829-34) de Cusco, quien logró aplastar numerosas rebeliones y mantener el poder durante cinco años. Luego, las guerras civiles a gran escala llevaron primero al general Luis de Orbegoso (1834-35) y luego al general Felipe Salaverry (1835-36) al palacio presidencial por breves períodos. Las luchas por el poder alcanzaron un estado tan caótico a mediados de la década de 1830 que el general Andrés de Santa Cruz y Calahumana marchó a Perú desde Bolivia para imponer la Confederación Perú-Bolivia de 1836-39. Esta alianza alteró el equilibrio regional de poder y provocó que Chile levantara un ejército para derrotar a Santa Cruz y restaurar el statu quo, lo que en efecto, significó la reanudación del conflicto entre facciones que se prolongó hasta bien entrada la década de 1840.
El descenso a la inestabilidad política crónica, que se produjo inmediatamente después de las destructivas guerras por la independencia (1820-24), aceleró el declive económico general posterior a la independencia del Perú. Durante la década de 1820, la minería de plata, el motor tradicional de crecimiento del país, colapsó, mientras que la fuga masiva de capitales resultó en grandes déficits externos. A principios de la década de 1830, la industria de la minería de plata comenzó a recuperarse, volviendo brevemente a los niveles coloniales de producción a principios de la década de 1840. La recuperación económica mejoró aún más en la década de 1840 cuando el sur de Perú comenzó a exportar grandes cantidades de lana, nitratos y cada vez más guano.
Por otro lado, la importación a gran escala de textiles británicos después de la independencia prácticamente destruyó la producción de obrajes y artesanos nativos, que no pudieron competir con sus competidores extranjeros, más tecnológicamente avanzados y rentables. En su mayor parte, sin embargo, la economía continuó en las décadas inmediatas después de la independencia caracterizándose por un bajo nivel de excedente comercializable de haciendas y comunidades nativas en gran parte autosuficientes.
La expansión de las exportaciones durante la década de 1840 ayudó, finalmente, a estabilizar el estado peruano, particularmente bajo el liderazgo estadista, aunque autocrático, del general mariscal Ramón Castilla (1845-51, 1855-62). El ascenso al poder de Castilla, que se produjo al inicio del auge del guano, marcó el comienzo de una era de crecimiento económico sin precedentes y una creciente estabilidad política que puso fin de manera efectiva al declive posterior a la independencia del país. De hecho, para muchos observadores, el Perú durante la llamada era del guano (1845-70) parecía estar en una posición única para emerger como el país preeminente en toda América del Sur.
Fuente:[Rex A. Hudson, ed. Peru: A Country Study. Washington: GPO for the Library of Congress, 1992]
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