Historia del Peru

El oncenio de Leguía

Augusto B. Leguía gobernó el país durante un periodo seguido de once años, donde llevó a cabo diversas reformas que cambió positivamente la economía de la nación.


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presidente leguia


El beneficiario político del inicio del siglo XX fue un civilista disidente, el ex presidente Augusto B. Leguía y Salcedo (1908-12, 1919-30), que había abandonado el partido tras su primer mandato. Se presentó como independiente a las elecciones de 1919 con una plataforma reformista que atraía a las nuevas clases medias y trabajadoras emergentes. Cuando percibió un complot de los civilistas para negarle la elección, el diminuto pero ilimitadamente enérgico Leguía (sólo medía 1,5 metros y pesaba poco más de 45 kilos) dio un golpe de estado preventivo y asumió la presidencia.

Los once años de gobierno de Leguía, conocidos como el oncenio (1919-30), empezaron de forma bastante auspiciosa con una nueva constitución progresista en 1920 que aumentó el poder del Estado para llevar a cabo una serie de reformas sociales y económicas populares. El régimen superó una breve recesión de posguerra y luego generó un considerable crecimiento económico al abrir el país a una avalancha de préstamos e inversiones extranjeras. Esto permitió a Leguía sustituir a la oligarquía civilista por una nueva base política de clase media, aunque plutocrática, que prosperó gracias a los contratos estatales y a la expansión de la burocracia gubernamental. Sin embargo, no tardó en aparecer la tendencia autoritaria y dictatorial de Leguía. Tomó medidas enérgicas contra la militancia obrera y estudiantil, purgó la oposición en el Congreso y modificó la constitución para poder presentarse, sin oposición, a la reelección en 1924 y de nuevo en 1929.

La popularidad de Leguía se vio aún más erosionada como resultado de una disputa fronteriza entre Perú y Colombia que implicaba territorio en la región de extracción de caucho entre el río Caquetá y la cuenca norte del río Napo. En virtud del Tratado Salomón-Lozano de marzo de 1922, mediado por Estados Unidos, que favorecía a Colombia, se estableció el río Putumayo como límite entre Colombia y Perú. Presionado por Estados Unidos para que aceptara el impopular tratado, Leguía presentó finalmente el documento al Congreso peruano en diciembre de 1927, y fue ratificado. El tratado también fue impopular para Ecuador, que se encontró rodeado al este por Perú.

La orgía de excesos financieros, que incluía la corrupción generalizada y la acumulación masiva de la deuda externa, llegó a su fin repentinamente con la caída de la bolsa de Wall Street en 1929 y la consiguiente depresión mundial. El gobierno de once años de Leguía, el más largo de la historia de Perú, se derrumbó un año después. Una vez más, los militares intervinieron y derrocaron a Leguía, que murió en prisión en 1932.

Mientras tanto, el inicio de la Gran Depresión galvanizó las fuerzas de la izquierda. Antes de morir prematuramente a la edad de treinta y cinco años en 1930, Mariátegui fundó el Partido Socialista Peruano (PSP), que poco después se convertiría en el Partido Comunista Peruano (PCP), que se dedicó a la tarea de organización política tras la caída de Leguía del poder. Aunque era un marxista acérrimo que creía en la lucha de clases y en el papel revolucionario del proletariado, la principal contribución de Mariátegui fue reconocer el potencial revolucionario del campesinado nativo de Perú. Argumentó que el marxismo podía soldarse a una tradición revolucionaria indígena andina que incluía el indigenismo, la larga historia de rebelión campesina andina y el movimiento obrero.

Haya de la Torre regresó a Perú tras un largo exilio para organizar la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), una alianza revolucionaria antiimperialista de ámbito continental, fundada en México en 1924. Para Haya de la Torre, el capitalismo estaba todavía en sus inicios en Perú y el proletariado era demasiado pequeño y poco desarrollado para llevar a cabo una revolución contra la oligarquía civilista. Para ello, argumentaba, las clases trabajadoras debían unirse a los sectores radicalizados de las nuevas clases medias en una alianza revolucionaria interclasista afín al populismo. Ambos partidos -uno desde una perspectiva marxista y otro desde una perspectiva populista- buscaban organizar y dirigir a las nuevas clases medias y trabajadoras, ahora aún más dislocadas y radicalizadas por la Gran Depresión. Con su brillantez oratoria, su magnetismo personal y su mensaje nacional-populista, Haya de la Torre fue capaz de captar al grueso de estas clases y convertirse en una figura importante de la política peruana hasta su muerte en 1980 a la edad de ochenta y seis años.

Fuente:[Rex A. Hudson, ed. Peru: A Country Study. Washington: GPO for the Library of Congress, 1992]




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