Desde Ámsterdam (AFP)

Los refugiados huyeron de la guerra y ahora se enfrentan a los microbios

Después de haber cruzado fronteras y mares, poniendo en peligro sus vidas para escapar de las guerras, los refugiados llegados a Europa se enfrentan ahora al ataque de los microbios que pululan en campos superpoblados y en malas condiciones sanitarias, advierten los expertos.

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Varios migrantes tratan de derribar una valla durante unos enfrentamientos con soldados macedonios cerca de la localidad griega de Idomeni el 10 de abril de 2016 - AFP/AFP
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Después de haber cruzado fronteras y mares, poniendo en peligro sus vidas para escapar de las guerras, los refugiados llegados a Europa se enfrentan ahora al ataque de los microbios que pululan en campos superpoblados y en malas condiciones sanitarias, advierten los expertos.

La sarna, el cólera, la tuberculosis o la fiebre tifoidea son algunas de las enfermedades que habían pasado al desván de los recuerdos en Europa pero que ahora amenazan con renacer en los campos de refugiados, explican los expertos en una conferencia sobre enfermedades infecciosas en Ámsterdam.

Cansancio, desnutrición, falta de agua potable, exposición a gérmenes por las malas condiciones sanitarias... Todo ello convierte a los refugiados en presa fácil de enfermedades que normalmente se pueden prevenir pero que, como tienen sus sistemas inmunitarios disminuidos, pueden tener consecuencias dramáticas.

Muchas enfermedades infecciosas han reaparecido en los campos y de allí podrían pasar a las poblaciones aledañas. "Existe el riesgo de un problema en el futuro", advierte el especialista turco en enfermedades infecciosas Hakan Leblebicioglu. La tuberculosis, la polio y la rubeola "deberían ser consideradas amenazas en ciernes para los refugiados, pero también para la región [donde haya campos] y quizás para Europa", avisa.

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Un niño corre bajo la lluvia, el 9 de abril de 2016, en un campo de refugiados cerca de la localidad griega de Idomeni (AFP/AFP)

Sin embargo, otros participantes de la conferencia minimizan el riesgo de transmisión fuera de los campos porque "los migrantes están marginados", según el italiano Alberto Mattelli.

Cada vez llegan más refugiados desde países donde esas enfermedades son persistentes, coincidiendo con la resistencia cada vez mayor de los microorganismos a los antibióticos.

Las agencias humanitarias recuerdan que más de un millón de refugiados llegaron a Europa en 2015 y otros 180.000 en lo que va de 2016, la peor crisis de desplazados desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los principales problemas es la falta de protocolos comunes europeos para detectar infecciones en los campos, tratarlas y vacunar a las poblaciones.

"No hay un protocolo europeo", afirma a la AFP Nicholas Beeching, de la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool.

Se han registrado varios brotes infecciosos en campos de refugiados: rubeola en Francia y Turquía, sarna en Holanda, salmonela en Alemania y SAMR (una infección cutánea con estafilococos resistentes a los antibióticos) en Suiza.

Leblebicioglu explica que las razones de estos brotes son diversas porque los refugiados "viven en campos superpoblados y con escasas condiciones de higiene. En algunos además hay un problema de acumulación de basura".

El británico Beechong añade que también hay casos de obstáculos culturales o lingüísticos que pueden interferir entre los refugiados y los profesionales de la salud.

Los expertos consideran importante obtener más fondos para poner en marcha una política común de exámenes y detección de infecciones.

Mattelli advierte, por ejemplo, de que sólo un tercio de los países europeos realiza exámenes para detectar la tuberculosis.

Otra fuente de inquietud son los virus, por ejemplo el de la rubeola o el del sida. Unos investigadores daneses advirtieron de que la incidencia de contagios de VIH entre los migrantes es mayor y que además reciben los diagnósticos con mayor retraso.

Esto tiene consecuencias "en términos de riesgos de transmisión por individuos que no son conscientes de su estado", dice la experta Laura Deen, de la Universidad de Copenhague.




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