Desde Yosemite Valley (Estados Unidos) (AFP)

Las secuoyas gigantes de Yosemite, bajo las estrellas

El bosque de secuoyas gigantes Mariposa, en el parque Yosemite en California, alberga 500 de estos árboles, algunos de los cuales comenzaron a crecer en el tiempo de Jesucristo, hace 2.000 años.

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Las secuoyas pueden vivir más de 3.000 años, gracias a su corteza que las protege de insectos e incendios forestales - AFP/AFP/Archivos
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El bosque de secuoyas gigantes Mariposa, en el parque Yosemite en California, alberga 500 de estos árboles, algunos de los cuales comenzaron a crecer en el tiempo de Jesucristo, hace 2.000 años.

Es uno de los 65 bosques de secuoyas del mundo y reabrió en junio, después de tres años y 40 millones de dólares de modificaciones destinadas a proteger los árboles de las hordas de turistas que recorren el sitio.

De casi 100 metros de altura, las secuoyas pueden vivir más de 3.000 años. Su corteza resiste los insectos y durante miles de años los ha protegido contra innumerables incendios forestales.

Pero los turistas son otra amenaza, al convertir el sitio, que está a solo cuatro horas de San Francisco, en uno de los parques más visitados de Estados Unidos.

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Una turista inspecciona la base de una secuoya gigante del bosque Mariposa, en el parque Yosemite (AFP/AFP/Archivos)

Los cambios eliminaron la tienda de souvenirs y el pequeño tranvía que transportaba a los turistas. Asimismo, un estacionamiento de 115 lugares fue reemplazado por otro más pequeño.

La eliminación de ese aparcamiento y su asfalto permitirá que el agua fluya más naturalmente y que las raíces de los árboles se desarrollen sin restricciones.

Se trazaron más de seis kilómetros de senderos, con plataformas de madera sobre las áreas más frágiles, que también permiten a los visitantes con discapacidades disfrutar del sitio.

Traslados gratuitos llevan a los turistas al corazón de las secuoyas desde un nuevo centro de visitantes a tres kilómetros de distancia.

Una de las atracciones es el Árbol del Túnel: un secuoya con un túnel del tamaño de una carreta, que ha sobrevivido hasta el día de hoy.

Al atardecer, el parque no se cierra. El camino se reabre a los automóviles y los visitantes pueden ir al pequeño estacionamiento para explorar el sitio, bajo las estrellas.




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