Desde Budapest (AFP)

La 'reina' del ajedrez, en pos de un nuevo récord a los 87 años

Con 87 años continúa yendo de mesa en mesa y tiene al alcance de la mano su sueño de convertirse en la 'reina' de las simultáneas de ajedrez, batiendo el récord de las 13.545 partidas del gran maestro cubano José Capablanca.

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Brigitta Sinka, una pensionista húngara de 87 años, posa en una sala en la que juega al ajedrez de manera simultánea con varios niños, el 31 de mayo de 2015 en un colegio de Budapest - AFP/AFP
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Con 87 años continúa yendo de mesa en mesa y tiene al alcance de la mano su sueño de convertirse en la 'reina' de las simultáneas de ajedrez, batiendo el récord de las 13.545 partidas del gran maestro cubano José Capablanca.

Con casi 13.000 encuentros en su haber, Brigitta Sinka, una ágil jubilada húngara, espera lograr este hito el domingo durante una exhibición en Budapest, donde se enfrentará a más de un centenar de adversarios a la vez y durante varias partidas seguidas.

"El ajedrez es mi vida y el juego simultáneo es mi pasión", resumió la jugadora, que se dedica a esta especialidad desde 1957, apuntando en pequeñas libretas todos sus encuentros.

Al contrario que Capablanca (1888-1942), que dominó el ajedrez mundial en los años 1920 y cuyas últimas simultáneas se remontan a 1940, Brigitta Sinka no es una jugadora profesional. Los avatares de la era comunista le impidieron competir con los más grandes.

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Brigitta Sinka, una pensionista húngara de 87 años, juega al ajedrez en su casa de Budapest, el 7 de mayo de 2015 (AFP/AFP)

Sus adversarios son a menudo alumnos de colegios e institutos y el ratio de victorias (86% de media) no le importa tanto como el placer de hacer malabarismos con los tableros, casi siempre varias decenas a la vez.

- Las Olimpiadas de 1957 -

Nacida en 1928 y educada en una granja aislada de la gran llanura húngara, Sinka comenzó a jugar al ajedrez con tan solo 4 años gracias a su padre.

En 1957 fue seleccionada para competir en las primeras Olimpiadas femeninas de la Federación internacional de Ajedrez (FIDE) en Holanda, pero no pudo hacerlo porque recibió su pasaporte demasiado tarde. Sin embargo, pudo asistir a los últimos días de la competición, donde descubrió su verdadera vocación, disputando sus primeras simultáneas, al tener que contentarse con participar solo en las exhibiciones anexas al torneo oficial. "Desde entonces no se la ha podido parar", sonríe su amiga de infancia Eszter Erdei, que la ha seguido durante toda su trayectoria.

La siguiente edición, en 1960, fue anulada debido a un boicot del bloque soviético.

Brigitta, empleada de una fábrica comunista de reciclaje de metales, se enfrentó a lo largo de los años a cientos de niños durante las colonias de vacaciones de la empresa, anotando cuidadosamente y haciendo refrendar cada partida.

Hospitalizada hace algunos años después de sufrir un ataque cardíaco, disputó 14 partidas simultáneas con sus enfermeras, desobedeciendo a su médico, que le ordenó que abandonara el ajedrez. En vano, por supuesto.

- Elixir de juventud -

"Me dieron un bastón, pero éste no paraba de caerse cada vez que cambiaba de mesa. Finalmente, admitieron que el ajedrez me mantiene en forma, física e intelectualmente", confesó la jubilada en una entrevista reciente con la AFP durante un torneo en Budapest. "Veis, ya he dado 30 veces la vuelta en una hora, eso se calcula rápido en kilómetros", agregó señalando divertida las mesas donde la desafían 24 colegiales.

"Adivina con antelación todos mis movimientos, parece que cuánto más viejo se es, mejor se juega", reconoció extasiado Martin, de 13 años, uno de sus jóvenes adversarios.

Para la coqueta octogenaria, que regala a cada jugador una pequeña condecoración de tela que confecciona ella misma, la sensación de placer es nueva con cada partida. "Me encanta ver el brillo en los ojos de los niños cuando juegan. El ajedrez desarrolla sus facultades de manera incomparable", afirma.

Brigitta asegura que fue en 2010, cuando acababa de superar las 9.000 partidas, el momento en que un historiador del ajedrez le informó de la existencia del récord de Capablanca. "Nunca antes había oído hablar de ese récord. ¡Me dije que tenía que batirlo!", susurró maliciosamente esta jubilada, que espera que los delegados del Libro Guinness de los Récords validen su proeza.




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