Desde París (AFP)

Evitar las colisiones con las ballenas, un desafío en el Mediterráneo

En el Mediterráneo, se multiplican las iniciativas para reducir el riesgo de colisión de los barcos con las ballenas, un tipo de accidente que puede resultar mortal para estos mamíferos ya amenazados.

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Una ballena observada el 5 de junio de 2019 por científicos de WWF, en el santuario Pelagos en el Mediterráneo - AFP/AFP
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En el Mediterráneo, se multiplican las iniciativas para reducir el riesgo de colisión de los barcos con las ballenas, un tipo de accidente que puede resultar mortal para estos mamíferos ya amenazados.

El santuario Pelagos, con una superficie de 87.500 km2 en un triángulo entre Presqu'île de Giens (Francia), el norte de Cerdeña y el Fosso Chiarone en Italia, fue creado en 1999 para proteger a los mamíferos marinos.

El rorcual común, el segundo animal más grande del mundo después de la ballena azul, está presente en esta zona así como el cachalote y cuatro especies de delfines.

Pero estos animales, algunos de ellos incluidos en la lista roja de especies amenazadas, están confrontados a múltiples amenazas: colisiones con navíos, ruido generado por el tráfico marítimo que perturba su comunicación, contaminaciones, capturas accidentales en las redes de pesca, turistas que se les acercan...

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Un científico de WWF junto al barco Blue Panda de su organización en el santuario Pelagos el 5 de junio de 2019 (AFP/AFP)

"El Mediterráneo es una de las zonas con más tráfico marítimo del mundo", según Alain Barcelo, presidente del comité científico para el santuario Pelagos, que cita la "gran actividad hacia los puertos de Génova, Marsella y las conexiones con las islas de Córcega y Cerdeña".

Según un estudio de WWF, los navíos comerciales, pesqueros y de turismo recorrieron más de 18 millones de km acumulados en 2014 a través del santuario, el equivalente a 460 vueltas de la Tierra.

Con consecuencias para los mamíferos marinos. "Las colisiones son la primera causa de mortalidad no natural para los cachalotes y los rorcuales comunes en el seno de Pelagos", según Barcelo.

- Evitar nadar con los delfines -

Para limitar el peligro, una asociación francesa, Souffleurs d'écume, desarrolló el programa Repcet, instalado a bordo de unos 40 navíos.

Cuando la tripulación detecta un cetáceo, se emite una alerta a otros navíos susceptibles de cruzar el animal para señalar su posición. Desde 2016, los barcos de más de 24 metros de eslora con pabellón francés que navegan dentro del santuario deben estar equipados con este programa.

Lo compañía marítima Corsica Linea cuenta con seis navíos equipados. "Hay que evitar a toda costa una colisión", según su director adjunto encargado de medioambiente, Jacques Vincent. "No es bueno ni para las ballenas ni para la tripulación", además de poder provocar una avería en los estabilizadores de las naves, agrega.

Otra solución sería reducir la velocidad de los barcos, según Barcelo. "Por debajo de 10 nudos (18,5 km/h), casi no hay colisiones. Hay un aumento exponencial en función de la velocidad, con choques mayoritariamente mortales para los mamíferos marinos por encima de los 13 nudos (24 km/h).

Para Corsica Linea, cuyos barcos navegan entre 16 y 21 nudos, una velocidad semejante pondría "en jaque el modelo económico" de la compañía que transporta mercancías entre el continente y Córcega durante la noche.

Los defensores de los cetáceos también quieren regular la actividad turística de avistamiento de ballenas. Si está mal hecha, esta actividad puede ser asimilada al "acoso", según Florence Descroix-Comanducci, secretaria ejecutiva de Accobams (Acuerdo para la Conservación de los Cetáceos del Mar Negro, el Mar Mediterráneo y la Zona Atlántica Contigua).

La asociación Souffleurs d'écume estableció un decálogo de buena conducta: no acercarse a menos de 100 metros, con un solo barco a la vez, no irlos a ver si hay recién nacidos... Las prácticas que deben prohibirse son la "asistencia aérea" para localizar a los animales y el nado con los cetáceos, ya que ambas prácticas perturban a los animales, según Morgane Ratel, coordinadora del proyecto.




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