En el sur de Irak, el dinero del oro negro no llega a su empobrecida población
Fumando su shisha, Sajad asegura que no tiene futuro en Basora. Pero tampoco es que tenga presente en esta región rica en petróleo del sur de Irak. Mientras el oro negro brota a raudales, su población se hunde en la miseria.
Fumando su shisha, Sajad asegura que no tiene futuro en Basora. Pero tampoco es que tenga presente en esta región rica en petróleo del sur de Irak. Mientras el oro negro brota a raudales, su población se hunde en la miseria.
Calles rebosantes de contaminación por la extracción de hidrocarburos, problemas de suministro de agua y también de electricidad... Basora, su provincia y sus cuatro millones de habitantes viven en la penuria.
Reunidos alrededor de una cachimba que desprende un aroma a manzana, Sajad, de 17 años, y su amigo Jawad de 16, se dejan llevar por el desasosiego.
Sajad no tiene empleo. Jawad trabaja "desde las 8 a las 13 horas en un restaurante por 7.000 dinares al día", ni siquiera 5 dólares.
"No veo ningún futuro aquí, quiero ir a Bagdad", dice Sajad a orillas del río Shatt al Arab, en el que se unen los ríos Tigris y Éufrates.
Aunque la provincia produce un 70% del crudo iraquí, el desempleo se sitúa entre el 20-25% de la población activa, hasta 30% entre los jóvenes, indica el economista Barik Schuber, basándose en estimaciones ante la ausencia de cifras oficiales.
El subsuelo de Basora atesora enormes cantidades de gas y petróleo, pero la población "ni huele los beneficios", protesta un habitante, que prefiere no dar su nombre por temor a "represalias de los políticos".
Es verdad que llegaron algunas inversiones, como un nuevo estadio construido para la Copa del Golfo, una competición futbolística que Basora debe acoger en enero de 2023.
Pero el vicegobernador de la provincia, Dorgham al Ajwadi, reconoce que "la gente está enfadada".
La culpa, en su opinión, es del gobierno de Bagdad que no redistribuye de forma equitativa los fondos federales.
"En 2021, el presupuesto de Irak era de 130 billones de dinares (unos 89.000 millones de dólares), pero solo un billón de dinares se destinaron a Basora, lo que es un 0,7% del presupuesto total de Irak, mientras que la contribución de Basora al presupuesto federal es de 108 billones de dinares", asegura.
- La influencia de Irán -
Mortada, de 27 años, no dirige su enfado hacia Bagdad, sino a las autoridades locales.
"Antes de la pandemia", tenía una tienda de helados "ilegal", explica.
"Después las autoridades hicieron cerrar los comercios ilegales, entre ellos el mío", protesta el joven, que no quiere que su apellido sea publicado para no molestar "a ciertas personas".
En las elecciones anticipadas de octubre, votó por un independiente no afiliado a los grandes partidos porque creía que "puede cambiar las cosas".
Pero el malestar tiene raíces profundas, previas a la pandemia.
En el verano boreal de 2018, Basora fue escenario de enormes protestas. Los manifestantes denunciaban la corrupción sistémica, la dejadez de los servicios públicos, pero sobre todo la influencia del vecino Irán, cuyo consulado fue incendiado.
Teherán influye en Irak a través de Hashed el Shaabi, una antigua coalición paramilitar actualmente integrada al Estado, y de varios partidos políticos, algunos de ellos en el parlamento.
En Basora, algunos acusan "a los grupos leales a Teherán" de tener una influencia nefasta y de infiltrarse en el tejido económico. Uno de estos críticos no quiere ni hablar de dar su nombre "porque si lo publicáis, me arriesgo a que me maten".
- Clientelismo en el sector petrolero -
Tres años después de las manifestaciones en Basora, y dos años después de las protestas de octubre de 2019 que sacudieron todo el país, "no ha habido grandes cambios", dice Mortada.
El antiguo vendedor de helados vive de pequeños trabajos y querría ser contratado "por el Estado".
En Basora, más que en el resto de Irak, un empleo en el sector petrolero es visto como una especie de grial por la estabilidad que ofrece.
Pero el mercado laboral en el sector petrolero en Basora está marcado por el "clientelismo", indica Mac Skeleton, director ejecutivo del Instituto de estudios regionales e Internacionales ubicado en el Kurdistán iraquí.
"Los grandes partidos chiitas se disputan la Compañía Petrolera de Basora, especialmente los puestos de seguridad de los campos de petróleo y los flujos de empleo vinculados", explica.
No hace falta ser miembro de un partido para conseguir trabajo, pero se necesitan "relaciones" en estas formaciones.
"Y en un momento dado, llegamos a un límite en el número de personas que se pueden aprovechar" de este sistema.
Prueba de ello es el mismo Sajad. Su tío trabaja en el ministerio del Petróleo y ya "ha colocado dos personas de la familia". "Por eso, a mi ya no me puede colocar", lamenta el joven.
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