Desde Roma (AFP)

El personal sanitario encarna el heroísmo contra el coronavirus

Médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería y otros trabajadores de la salud se han convertido en héroes involuntarios en la lucha contra el coronavirus, conquistando elogios y sentidos aplausos desde los balcones y las calles de todo el mundo.

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Una sanitaria de Pekín se despide entre lágrimas el 15 de abril de 2020 en el aeropuerto Tianhe de la ciudad china de Wuhan, tras haber ayudado a combatir la pandemia de coronavirus - AFP/AFP
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Médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería y otros trabajadores de la salud se han convertido en héroes involuntarios en la lucha contra el coronavirus, conquistando elogios y sentidos aplausos desde los balcones y las calles de todo el mundo.

Desde la africana Duala hasta la monumental Roma pasando por la cosmopolita Nueva York, nuevo epicentro del virus, hasta la azotada Guayaquil, la pandemia se ha cobrado la vida de 118.000 personas, --entre ellas numerosos médicos y enfermeras-- y contagiado a 1,9 millones.

La vida diaria de ese ejército de profesionales sanitarios, con una vocación a toda prueba para tratar de salvar vidas, es muy difícil.

La alta afluencia de pacientes, la falta de equipos, el miedo a la infección y la necesidad de dar apoyo a los pacientes más graves son los dificultades y tareas que deben superar y cumplir cada día.

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Una enfermera se pone el traje de protección para trabajar en la unidad de cuidados intensivos el 8 de abril de 2020 en el hospital Policlínico di Tor Vergata de Roma (AFP/AFP)

Gracias a los corresponsales de la AFP, hemos recopilado el testimonio de algunos de esos héroes contra el covid-19.

- Italia: el peligro del contagio -

En Italia, uno de los países más golpeados del mundo, decenas de médicos y enfermeras han perdido la vida por el coronavirus y miles de trabajadores de la salud resultan contagiados. Mascarillas, cascos, guantes, batas... han transformando gradualmente a las enfermeras y a los médicos en cosmonautas.

Vestirse y lavarse las manos son meticulosas tareas que exigen mucho cuidado y llevan mucho tiempo.

"No hemos establecido un tiempo específico para ese proceso, pero estimamos que para un turno de siete horas, se necesitan alrededor de 40-50 minutos sólo para vestirse", explicó la enfermera Silvana Di Florio, coordinadora de la unidad de cuidados intensivos covid-19 del hospital Tor Vergata de Roma.

"Cuando se trata de lavarse las manos y de desinfectarlas, calculamos que empleamos uno 60-75 minutos al día", agregó.

"El personal médico no debe enfermarse, ¡no tanto por su capacidad de trabajo, sino porque sería injusto!", afirmó.

- Ecuador: caos en las calles -

"¡Marchamos a la guerra sin armas!". Enclaustrada, enferma, la veterana enfermera de Guayaquil, el principal puerto ecuatoriano en la costa del océano Pacífico, no oculta la ira frente al contagio de 80 colegas y la muerte de cinco.

Con cientos de cadáveres sin retirar de las propias viviendas debido a la falta de espacio en la morgue y al colapso de los servicios hospitalarios y funerarios, el coronavirus ha desencadenado el caos en la capital económica de Ecuador, uno de los países de América Latina más afectados por la pandemia.

"No teníamos listo el equipo necesario cuando esto (la epidemia) empezó a devastar a Europa", lamenta la enfermera, de 55 años, obligada a cuidarse en casa, debido a que los hospitales están saturados.

Su reparto en emergencias recibió pacientes con "síntomas significativos, pero debido a la falta de pruebas, fueron tratados como si tuvieran gripe y enviados luego a casa", contó.

"No teníamos equipo de protección personal, pero tampoco podíamos negarnos a atender a los pacientes", reconoció.

- Camerún: ¿Cómo hacer con los seres queridos?

"También es complicado con la familia", cuenta Roger Etoa, un médico de 36 años y director del Centro de salud de Duala, una de las principales ciudades de Camerún, entre los países más afectados de África subsahariana.

"Vivo con mi esposa y mis hijos, cuando llego por la noche me apresuro a darme una ducha, pero es difícil evitar que los niños salten y te abracen", testifica.

"Como precaución tomo cloroquina, aunque todavía no sabemos si funciona como método de prevención o curativo, pero lo hago por si acaso", admite.

"Tenemos miedo, como todo el resto de la población. Miedo de haberse puesto mal la mascarilla, miedo de haberse ajustado incorrectamente la bata cuando recibimos un paciente que tiene síntomas, miedo", confiesa el médico.

"Cuando te levantas por la mañana y sientes un poco de dolor de cabeza, te preguntas: '¿Será el virus? ¿Será que llegó mi turno?", revela.

- España: pacientes solos, sin familias -

"Es difícil ver a los pacientes solos y sin que las familias los puedan acompañar", reconoce Antonio Álvarez, enfermero de 33 años de la unidad de cuidados intensivos de Vall d'Hebron, el mayor hospital de Barcelona.

Cuenta que suele llamar a los familiares de sus pacientes todos los días y si entran en la fase terminal, trata de que un miembro de la familia pueda decirle adiós detrás del vidrio que aísla al paciente en un box.

"Se despiden de ellos desde la puerta y probablemente va a ser la última vez que los ven", comenta tras recordar que las funciones fúnebres han sido prohibidas.

"Si se tratara de un miembro de mi familia, no podría quedarme callado, detrás de la puerta, es una situación muy difícil, un duelo muy complicado", lamenta.

- Turquía: como "estar en la guerra" -

"Todos trabajan duro como si estuvieran en la guerra", asegura el profesor Nuri Aydin, rector de la Facultad de Medicina de Cerrahpasa, en Estambul.

"La atmósfera aquí no es la de un lugar de trabajo normal, sino la de un campo de batalla", dice mientras recorre el hospital.

Alrededor del 60% de los casos de coronavirus en Turquía se han registrado en Estambul, una ciudad en expansión de más de 15 millones de habitantes y la capital económica del país.

Por temor a contaminar a sus seres queridos, algunos miembros del personal de enfermería duermen en hoteles o residencias para estudiantes.

"Están haciendo algo sobrehumano. No tiene precio el trabajo que están realizando. Están al servicio de la humanidad", resume Aydin.

- Estados Unidos: sin protección -

"Somos los combatientes en los puestos de avanzada (...) y no tenemos las armas ni la armadura para protegernos del enemigo", dice Judy Sheridan-Gonzalez, enfermera de la unidad de emergencia durante una manifestación organizada frente a un hospital de Nueva York.

Como ocurre en otros países del mundo, las enfermeras se quejan de la falta de mascarillas, de batas, de equipos de protección, por lo que temen por sus vidas y la de sus pacientes.

Con aproximadamente 195.000 casos confirmados de Covid-19 y aproximadamente 10.000 muertes, el estado de Nueva York es hoy en día el epicentro de la pandemia que azota a Estados Unidos, actualmente el país más afectado.

Benny Mathew, otro colega enfermero de 43 años, cuenta que contrajo el virus después de atender a al menos cuatro pacientes. Cuando la fiebre bajó, el hospital le pidió que volviera al trabajo. "El único criterio que tienen es el de la fiebre. Me pidieron que me pusiera una mascarilla y volviera... Hace falta personal, así que mi deber era volver (...) pero tenía miedo de transmitir la enfermedad a mis colegas y a los pacientes que no la tienen", recalcó.

- Filipinas: Una "pesadilla" -

"Esto es una pesadilla viviente", asegura Ferdinand de Guzmán, médico del hospital San Lázaro de Manila, de 60 años y a su vez persona con riesgos de salud.

En ese centro especializado en enfermedades infecciosas nunca habían visto algo así y eso que han padecido varias epidemias.

El número de plazas de cuidados intensivos es limitado y los médicos se ven obligados a "clasificar" a los pacientes que llegan.

"No nos gusta creer que somos Dios, pero los médicos tenemos que tomar decisiones", explica. Por ello el regreso a casa después de una jornada de trabajo de 12 horas se convierte en un reto.

"No queremos volver, tememos por nuestras familias", confiesa.

- Alemania: ayudar al vecino -

"Tuvimos dos pacientes, de 64 y 68 años, que llegaron de Colmar, en Francia, y que regresaron a su país recuperados", cuenta Thomas Kirschning, de 44 años, coordinador de la unidad de cuidados intensivos del hospital de Mannheim, ubicado en la región fronteriza.

"Fue estimulante para el equipo poder ayudar, porque todavía teníamos plazas en Mannheim y Francia enfrentaba una situación de emergencia", explica.

Regresar a casa por la noche de todos modos le generaba mucha aprensión. "Estamos tratando de no cometer errores y de no poner nuestras vidas en peligro", confesó el galeno, casado y con dos hijas.

"Es evidente que la pandemia influye en nuestras relaciones. Todos estamos un poco preocupados, mi familia por mí y yo por la familia", resume.

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