Desde Dinder (Sudan) (AFP)

El exuberante parque Dinder de Sudán, amenazado, va perdiendo terreno poco a poco

Delimitado por la frontera con Etiopía, el parque nacional Dinder se jacta de albergar una flora y una fauna sin igual en Sudán, pero los guardbosques luchan cotidianamente para protegerlo de quienes quieren apoderarse de sus tierras.

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Un lago del parque nacional Dinder, en Sudán, el 6 de abril de 2021 - AFP/AFP
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Delimitado por la frontera con Etiopía, el parque nacional Dinder se jacta de albergar una flora y una fauna sin igual en Sudán, pero los guardbosques luchan cotidianamente para protegerlo de quienes quieren apoderarse de sus tierras.

Dinder, el mayor parque nacional de Sudán, con 10.000 kilómetros cuadrados, está situado a 400 km de la capital, Jartum, entre las praderas del Sahel y los bosques del parque nacional Altash de la vecina Etiopía.

La sabana y las regiones boscosas están salpicadas de lagos, constituyendo una ruta muy importante para las aves migratorias.

"El parque alberga la fauna más rica de Sudán", afirma el director de desarrollo de Dinder, Albadri Alhassan. "Pero el número creciente de violaciones [de las reglas] por parte de los humanos amenaza esta biodiversidad", lamenta.

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Una manada de cebúes cerca del parque nacional Dinder, en Sudán, el 6 de abril de 2021 (AFP/AFP)

El parque fue declarado reserva natural protegida bajo el condominio anglo-egipcio en 1935, cuando estaba muy poco poblado.

Pero desde hace varias décadas, la población de las aldeas de Dinder y de las zonas aledañas se ha disparado, conllevando una demanda creciente de tierras para los cultivos.

Sus tradicionales pastizales se transformaron en campos, por lo que los ganaderos se tornaron hacia el parque, una "amenaza inmensa para la reserva", afirma Omar Mohamed, jefe del centro de investigación sobre la biodiversidad de Dinder. A causa de estas intrusiones, las jirafas han empezado a desaparecer, señala.

- Salvaguardar un parque "inmaculado" -

Los lugareños aseguran que hacen cuanto pueden para respetar las restricciones pero la falta de tierras cultivables supone un grave problema para ellos.

"Practicamos la agricultura tradicional y no dejamos que nuestros animales pasten fuera de la aldea", afirma Abubakr Ibrahim, agricultor de Mai Carato, una localidad situada en la margen oeste del río Rahad, que atraviesa el parque.

Según él, algunas normas son "muy duras y poco prácticas" y su pueblo, de unos 2.000 habitantes, solo tiene 5 km cuadrados de tierras.

"¡No es suficiente! La reserva es grande, que nos den más espacio no hará daño a nadie", insiste, indignado.

Sin embargo, "cualquier expansión perjudicaría enormemente a la reserva, perturbaría su fauna y reduciría sus recursos", advierte Omar Mohamed. Según él, sería mejor "desplazar esas aldeas a zonas mejor conectadas y mejor equipadas".

Algunos habitantes, atenazados por el hambre, a veces prenden hogueras para alejar a las abejas y recolectar su miel, una práctica que está prohibida en el parque.

Los guardabosques patrullan por toda la reserva para encontrarlos pero "a menudo huyen antes de que lleguemos", cuenta uno de ellos a la AFP. Las sanciones por infringir este tipo de reglas pueden comportar hasta seis meses de cárcel.

Pese a todas estas amenazas, las hienas, los leones y las ginetas todavía se suelen dejar ver por la noche, mientras que de día, los visitantes pueden admirar los búfalos, las gacelas y numerosas aves.

La reserva permanece casi "inmaculada y ha conseguido mantener su biodiversidad", sostiene Omar Mohamed. "Todo lo que queremos es mantenerla tal y como está".




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