Desde Pekín (AFP)

Cinco preguntas sobre una posible guerra comercial EEUU-China

China asiste con aprensión a la investidura en Estados Unidos de Donald Trump, cuyas diatribas y amenazas contra el gigante asiático podrían desencadenar una guerra comercial entre las dos primeras economías del planeta.

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Portadas de una revista china con las caras de varios dirigentes políticos mundiales, entre ellos, el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, el 10 de enero de 2017, en Shanghái - AFP/AFP/Archivos
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China asiste con aprensión a la investidura en Estados Unidos de Donald Trump, cuyas diatribas y amenazas contra el gigante asiático podrían desencadenar una guerra comercial entre las dos primeras economías del planeta.

-¿Por qué Trump ataca a China? -

El nuevo presidente fustiga el supuesto desequilibrio en las relaciones sino-estadounidenses. Trump acusa a Pekín de manipular su divisa para estimular las exportaciones chinas y, por tanto, de ser un competidor desleal respecto a las empresas de Estados Unidos.

El magnate amenaza con imponer una tasa del 45% a los productos importados de China.

En lo referente a la manipulación de la divisa china, Trump se equivoca: desde hace más de un año, el gobierno de Pekín interviene para sostener su moneda y no para hacerla bajar.

No obstante, según estudios recientes, dos millones de empleos estadounidenses se han perdido desde la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001.

Trump asegura poder repatriar parte de esos empleos gracias a negociaciones con Pekín.

-¿Quién sale perdiendo? -

A primera vista, China. Esta tenía un colosal superávit comercial con Estados Unidos de 30.000 millones de dólares por mes en 2016, según datos del país norteamericano.

China está además en pleno proceso de una dolorosa transición económica, por lo que un derrumbe de sus exportaciones la volvería aún más delicada.

La prensa china expone la amenaza de medidas de represalia en caso de conflicto comercial, que podrían afectar seriamente a gigantes estadounidenses como Apple, General Motors y Boeing, muy presentes en China.

También podría verse fuertemente afectada la soja estadounidense exportada a China. El electorado rural de Trump podría entonces volverse contra su presidente. En suma, Estados Unidos también tiene mucho que perder.

- ¿Vamos hacia una guerra comercial? -

Es difícil responder. El presidente chino, Xi Jinping, parece dispuesto a un compromiso: esta semana declaró en Davos que "nadie" saldría vencedor de una guerra comercial.

Por su lado, el secretario estadounidense de Comercio, Wilbur Ross, no mencionó la tasa del 45% en su audiencia de confirmación ante el Senado. Dio a entender, sin embargo, que la legislación actual permite la adopción de medidas punitivas. Ello demostraría que el conflicto puede acabar siendo menos radical de lo previsto.

- ¿Es posible un compromiso? -

China anunció recientes medidas para proseguir la apertura de su mercado. Su objetivo es atraer inversiones extranjeras y desactivar las críticas por sus restricciones a las firmas internacionales.

Pekín aseguró esta semana que las empresas extranjeras podrían cotizar en las bolsas chinas. Y en diciembre, China anunció que estas podrían tener filiales a 100%, sin verse obligadas -como hasta ahora- a rodearse de socios chinos en los sectores protegidos, como el material ferroviario o las motos.

Sin embargo, el malestar no se ha disipado: el 80% de las empresas estadounidenses declaran sentirse peor acogidas en China que en otras partes, según un sondeo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en China.

- ¿Qué se puede esperar? -

Antes de su elección, Trump, muy enfadado, había dicho que iba a inscribir a China en la lista de los manipuladores de divisas. Esa promesa no fue repetida en un video publicado tras su victoria electoral.

El magnate ha declarado no obstante su intención de retirar a EE del Acuerdo de Libre Comercio Transpacífico (TPP), negociado por Washington con 11 países de la región Asia-Pacífico, y que excluye ostensiblemente a China.

La retirada norteamericana de este acuerdo, que China consideró como hostil, al menos debería tranquilizar a parte de los dirigentes de Pekín.



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