Desde Kisumu (Kenia) (AFP)

África busca una solución contra la oruga militar tardía

En las explotaciones agrícolas de Africa se libra una guerra silenciosa contra una pequeña oruga que ha conquistado gran parte del continente en dos años y amenaza la seguridad alimentaria de sus habitantes.

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Orugas militares tardías comen una hoja de maíz en Vihiga, a unos 300 km al oeste de Nairobi, el 18 de abril de 2018. - AFP/AFP
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En las explotaciones agrícolas de Africa se libra una guerra silenciosa contra una pequeña oruga que ha conquistado gran parte del continente en dos años y amenaza la seguridad alimentaria de sus habitantes.

La oruga militar tardía o gusano cogollero del maíz ("Spodoptera frugiperda") está presente en tres cuartas partes de África y ataca uno de sus recursos estratégicos, el cereal del que dependen más de 200 millones de pequeños agricultores y sus familiares, según el Centro internacional para la Agricultura y las Biociencias (CABI).

La oruga beis y marrón, detectada por primera vez en África Occidental en 2016, llegó probablemente a bordo de cargamentos procedentes de Sudamérica, por avión o barco.

"Desde entonces se ha propagado rápidamente a través del continente y hace estragos en más de 40 países", explica Boddupalli Prasanna, director del programa de maíz del Centro internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CYMMYT).

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Lukas Wekesa (izquierda) forma a agricultores para luchar contra la invasión de orugas militares tardías en Vihiga (Kenia), el 18 de abril de 2018. (AFP/AFP)

En su etapa de larva, la oruga militar tardía es una máquina de destrucción. Anida en la vegetación que rodea la espiga y la ataca metódicamente, dejando solamente hojas destrozadas y panojas devoradas en las parcelas.

"Fue un ataque relámpago y sin cuartel. Amplias extensiones de tierra cultivada fueron comidas en muy poco tiempo", recuerda Wycliffe Ngoda, un agricultor de 64 años, a propósito de su principal cosecha de 2017.

"Perdí el 50% de mi cosecha. Otros llegaron hasta el 70%", explica el hombre instalado cerca de Kisumu, en el oeste de Kenia.

- 100 kilómetros en una noche -

El ciclo de vida del cogollero del maíz es relativamente corto, apenas un mes y medio, pero la oruga se convierte en una mariposa en sus dos últimas semanas. Las unidades de infantería se transforman entonces en divisiones aéreas, capaces de recorrer 100 kilómetros en una sola noche.

Cada hembra puede poner entre 1.000 y 1.500 huevos, garantizando un crecimiento exponencial a un ejército con una extraordinaria capacidad de adaptación.

Aunque el maíz es su objetivo prioritario, la oruga puede atacar unos 80 cultivos distintos. Esto explica porque no surtió efecto una de las medidas de profilaxis sugerida en Kenia: el hecho de saltar una de las dos temporadas anuales de cultivo del maíz.

Ante la falta de su cereal favorito, el insecto se alimentó de plátanos, mijo, sorgo, etc.

Una característica muy preocupante en un continente que afronta sequías frecuentes, y donde el mijo y el sorgo, que necesitan menos agua, suelen ser presentados como una forma de atenuar las crisis alimentarias y sus consecuencias dramáticas.

La invasión de la oruga militar tardía sorprendió a todo el mundo, tanto en Kenia como en numerosos países africanos.

En un primer momento se la confundió con una oruga local, el gusano cogollero africano ("Spodoptera exempta"), mucho menos voraz y más fácil de contener.

Pero una vez identificada la nueva amenaza, Ngoda y sus vecinos intentaron improvisar estrategias para detenerla.

- Ejército de ocupación -

"Algunos utilizan detergentes domésticos y nos dicen, por cierto, que obtienen resultados", dice Brigid Cheloti, del departamento agrícola del condado de Vihiga, en el oeste de Kenia.

Ciertos agricultores esparcen ceniza en las espigas, con buenos resultados en algunos casos, y algunos ponen tierra en los agujeros cavados por las orugas para asfixiarlas, explica.

El sector de los pesticidas se ha puesto manos a la obra, pero primero ha tenido que identificar, gracias a la experiencia de países de América Latina, qué moléculas eran eficaces y ya estaban disponibles en el mercado keniano, indica Patrick Amuyunzu, de la Asociación Keniana para los productos Agroquímicos.

Su labor se ve dificultada por otra característica del cogollero del maíz: su resistencia al uso prolongado de un mismo pesticida, que obliga a cambiar a menudo de producto para obtener resultados.

El uso de pesticidas genera además mucha reticencia entre los agricultores kenianos que jamás los utilizaron para el maíz y que, en algunos casos, temen las consecuencias para el medioambiente.

La ciencia busca otra solución, mediante el desarrollo de variedades de maíz modificadas genéticamente. Pero su utilización suscita controversia y, hasta el momento, Sudáfrica es el único país del continente que autoriza la comercialización de semillas de maíz transgénicas.

Los próximos meses permitirán saber si las campañas de sensibilización y los consejos prodigados --cultivos alternados, siembras precoces, etc.-- logran limitar los daños en los campos.

Pase lo que pase, los expertos tienen claro que la oruga militar tardía está bien instalada en África y va a permanecer en el continente.

A falta de una solución milagrosa para erradicarla, los investigadores del CYMMYT preconizan la adopción de mejores prácticas agronómicas para aumentar la productividad de las tierras y compensar así las pérdidas provocadas por la larva.




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