El Sábado de Gloria es un día de júbilo para el catolicismo en general. Se celebra el anuncio de la resurrección de Jesús y su triunfo sobre la muerte. El Hijo de Dios regresó al tercer día de ser crucificado a ofrecerle la salvación a la humanidad.
La Noche Pascual, como también se le conoce, tiene dos partes centrales: la Palabra y el Sacramento.
Ambas adquieren un relieve especial: la proclamación en la palabra la salvación de Dios y el anuncio de la resurrección de Jesús del mundo de los muertos.
Se celebra de manera sacramental la misma salvación, con la imposición del bautismo, eucaristía y confirmación. A todo eso se le antepone un rito de entrada especial: El símbolo de la luz en medio de la noche y el pregón pascual totalmente solemne.
En esta Vigilia se celebra el paso de Jesús de la muerte a la vida. Es una fiesta de total integración entre la comunidad católica "contemporánea del paso de Jesús a través de la muerte a la vida".
Los textos, oraciones y cantos apuntan a una grata experiencia llena de gozo y júbilo, centrada en los sacramentos pascuales. La espiritualidad cristiana debe centrarse, por tanto, en dos claves: La contemplación de los dolores de Jesús (en Viernes Santo) y la comunión con el resucitado de entre los muertos.
El nuevo fuego es encendido y compartido casi en silencio. Luego se toma parte del carbón bendito y es colocado en el incensario, posteriormente se inciensa el fuego tres veces. Con este rito sencillo se reconoce la dignidad eclesiástica que Dios rescata.
La cera es una especie de criatura renovada. El cirio significa ante los ojos del mundo la gloria de Jesús resucitado. Por tal motivo se graba en primer lugar la cruz en el cirio. El canon romano sostiene: "Por él (Cristo) sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros".
Posteriormente se procede con la grabación en la cruz de las letras griegas alfa y omega y las cifras del año en curso. El sacerdote dice: "Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén".
El celebrante termina encendiendo el fuego diciendo: "La Luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu".
Es un himno de alabanza que anuncia la alegría de la Pascua, la victoria de Cristo sobre la muerte.
Posteriormente se entona la Acción de Gracias, el recuento de la historia de la salvación resumida en una especie de poema. Una tercera parte consiste en una oración por la paz, la Iglesia, sus autoridades y los fieles.
La noche de Pascua es idónea para celebrar los sacramentos de la iniciación cristiana. Tras un camino catecúmeno (catequesis), el signo del agua representa la incorporación de la persona a Jesús, al catolicismo, a la Iglesia.
