El Santo Sepulcro
Las tumbas en los años de cristiandad eran distintas. Más aún desde la muerte de Jesús, numerosas tumbas han sido descubiertas alrededor de Jerusalén y varios científicos lograron explicar con suma precisión las prácticas de enterramiento de la época.
Los judíos tenían ciertas costumbres para enterrar a sus difuntos. Primero, bañaban el cuerpo en aceite y perfumes antes de ser envuelto en un manto para ser enterrado en el cementerio de la familia. Este lugar consistía en una gran hendidura esculpida en la roca donde podían reposar restos de hasta seis personas, con el patriarca de la familia siempre al medio.
Con el transcurrir del tiempo, el cuerpo se iba desintegrando y los huesos eran recolectados por los familiares y puestos en un osario, que consistía en una caja de piedra que servía, casualmente, para esta labor.
La entrada a la tumba era sellada con una gran piedra redonda, que servía para impedir el ingreso de los animales para que destruyan los restos que había al interior del sepulcro.
El entierro de Jesús
Según relatos del Evangelio, Jesús fue enterrado rápidamente antes de sabbat por José de Arimatea.
El sabbates el séptimo día de la semana y al mismo tiempo, considerado como sagrado en la semana de los judíos. Entre sus costumbres, se omite cualquier clase de trabajo y según las Sagradas Escrituras, representa el día que Dios descansó en el proceso de creación de la tierra.
Pasado el sabbat, algunas mujeres seguidoras de Jesús acudieron al sepulcro para completar el proceso de enterramiento. Pero al llegar notaron que la piedra estaba movida y en el interior no había cuerpo alguno.
Años después, la tradición cristiana señaló que en el lugar donde Jesús fue enterrado, se encontraron escombros de caliza cubiertos con un anaquel de mármol. A partir del momento de su resurrección, los cristianos consideraron el sepulcro donde Jesús fue enterrado como un lugar sagrado de perenigración.
