GyroDrive, un helicóptero en carretera para competir con coches voladores
Mientras los constructores de automóviles de todo el mundo compiten para fabricar un coche volador, el checo Pavel Brezina ha preferido buscar otra solución con su GyroDrive, un minihelicóptero que puede rodar en carretera.
Pavel Brezina (izq), propietario de Nirvana Systems, vuela en su minihelicóptero GyroDrive el 27 de abril de 2017 en un aeropuerto cercano a la ciudad de Pibram, en el oeste de República Checa - AFP/AFP
Mientras los constructores de automóviles de todo el mundo compiten para fabricar un coche volador, el checo Pavel Brezina ha preferido buscar otra solución con su GyroDrive, un minihelicóptero que puede rodar en carretera.
Este piloto e ingeniero de 51 años, propietario de Nirvana Systems, una empresa de motores para pequeños artefactos voladores, asegura que su vehículo puede a la vez volar y circular por carretera.
"Es el único vehículo volador certificado también para carretera", explica a la AFP en un hangar del aeropuerto de Prerov-Bochor, en el este de la República Checa.
"Los demás intentan construir un coche a gran velocidad que también pueda volar, pero no es lo mismo", asegura este piloto con 30 años de experiencia.
Pavel Brezina, propietario de Nirvana Systems, posa junto a varios de sus minihelicópteros GyroDrive durante una entrevista con la AFP, el 27 de abril de 2017 en un aeropuerto cercano a la ciudad de Prerov, en el este de República Checa (AFP/AFP)
Su GyroDrive, construido sobre la base de un gyroplano (minihelicóptero), tiene un rotor que puede subir y bajar y una hélice trasera para la propulsión.
La compañía de Brezina compra giroplanos fabricados en Alemania y luego les añade un sistema para pasar de un motor de gasolina para volar a otro eléctrico para andar por carretera.
Sobre el asfalto, el GyroDrive, que tiene dos plazas, puede viajar a un máximo de 40 kilómetros/hora en trayectos cortos para llegar a una gasolinera o a un hotel, por ejemplo. Sin embargo, no puede circular por autopista, donde la velocidad mínima es de 80 kilómetros/hora.
El vehículo resiste al viento, la lluvia y a la nieve y necesita unos cien metros para despegar. En el aire puede alcanzar un máximo de 180 kilómetros/hora con un radio de acción de 600 kilómetros.
Para pasar del modo terrestre al modo aéreo hay que inmovilizar el rotor principal y no olvidarse de poner la matrícula en su sitio.
El precio de venta inicial del GyroDrive es de 1,5 millones de coronas (57.000 euros) pero puede subir hasta cuatro millones de coronas (151.000 euros) según las opciones.
- Proyectos similares -
Mientras Brezina sueña con ir a Londres con su mujer y sus hijos con dos de sus GyroDrive, varios constructores están desarrollando vehículos similares.
En la vecina Eslovaquia, la compañía AeroMobil asegura haber recibido decenas de pedidos para su coche con alas y un turbopropulsor que debería estar listo en 2020.
El AeroMobil podría alcanzar hasta 180 kilómetros/hora en carretera y 360 kilómetros/hora en el aire, con un radio de acción de 700 kilómetros en ambos casos.
El presidente de la compañía, Juraj Vaculik, explica a la AFP que de momento quiere producir 500 unidades aunque su precio ?entre 1,2 y 1,5 millones de euros? podría limitar sus ventas.
Por su parte, el gigante japonés Toyota participa en un proyecto de coche volador desarrollado por un grupo de jóvenes ingenieros.
El vehículo, llamado 'SkyDrive' y con espacio para un solo conductor-piloto, tiene alas plegables y una tecnología similar a la de los drones para volar a 100 kilómetros/hora a una altura de diez metros, y para rodar a 150 kilómetros/hora en carretera.
También la 'startup' Kitty Hawk de Silicon Valley (California) publicó un video de un prototipo llamado 'Flyer' que estará disponible a finales de año.
En la República Checa, Brezina obtuvo la licencia para su GyroDrive en marzo, después de tres años de trabajo.
Su primer viaje fue a Praga, a unos 230 kilómetros al oeste de Prerov-Bochor.
Tras aterrizar en un aeropuerto de las afueras, se dirigió hacia la turística plaza de Wenceslao, en el corazón de la ciudad, para tomarse un café. Pero a medio camino lo detuvo la policía, incrédula.
"Hombre, si usted viera un aparato así en Praga, ¿no lo detendría?", bromea el ingeniero.
Finalmente los agentes solo verificaron sus papeles de identidad y le hicieron un test de alcoholemia.