Desde Berlín (AFP)

Berlín lucha por salvar sus huertos urbanos

Los huertos urbanos de Oeynhausen, islotes de naturaleza al aire libre en Berlín, luchan por no desaparecer bajo las excavadoras, un peligro para muchos de estos oasis verdes en una ciudad tomada por los promotores inmobiliarios.

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Una bandera de Berlín ondea en un jardín de los islotes Oeynhausen, en el barrio Schmargendorf de la capital alemana, el 2 de junio de 2015 - AFP/AFP
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Los huertos urbanos de Oeynhausen, islotes de naturaleza al aire libre en Berlín, luchan por no desaparecer bajo las excavadoras, un peligro para muchos de estos oasis verdes en una ciudad tomada por los promotores inmobiliarios.

A la entrada de estos huertos urbanos de Oeynhausen, al sur oeste de Berlín, donde las ranas croan a la sombra de los árboles frutales y los gorriones revolotean sobre las zanahorias y las lechugas, también han brotado las pancartas que piden la "no destrucción de los huertos".

Dos tercios de los 131.000 m² de esta 'colonia' de jardines se cedieron en 2008 a un fondo que pretende ahora revenderlos a un promotor inmobiliario o, si se le impide, reclamar millones de euros de indemnización. Los cultivadores de los huertos le han declarado la guerra y exigen que el lugar no sea edificable.

"Actualmente es un terreno para construir", replicó Bernhard Haass, el abogado del fondo Lorac, atacando los "fabulosos privilegios" de los que se benefician los cultivadores en uno de los barrios más cotizados de la ciudad.

A unos minutos de los transportes públicos y de la autopista, este apacible lugar "está predestinado para viviendas", insistió Henrik Thomsen, un responsable de la promotora Groth, a la que se ha adjudicado la compra. "Berlín necesita viviendas, por lo que hay que decidirse, o salvamos los huertos o construimos 700 apartamentos", manifestó.

Según el Senado de Berlín, la ciudad necesita de 10 a 15.000 nuevas viviendas por año, pero los berlineses defienden con uñas y dientes sus espacios verdes. En 2014, pararon la construcción de edificios en el antiguo aeropuerto de Tempelhof, situado en el mismo Berlín y transformado en parque.

Referéndum ciudadano, peritaje, interpelación de políticos, los cultivadores de Oeynhausen multiplican sus iniciativas. "Si no hubiéramos luchado, las excavadoras ya estarían aquí", estimó Holger Jost, un jubilado de 63 años.

Ante las cajas de ahorros vacías de la capital alemana y ante una creciente presión inmobiliaria, "estos conflictos van a ser cada vez más frecuentes", consideró Stefan Grundei, responsable de la federación de huertos comunitarios BDG.

Con 67.000 parcelas, Berlín es la ciudad alemana más rica en huertos. Pero "parece que la cantidad va a bajar", precisó Grundei. Ya en 2010, una colonia cerca de la elegante avenida Kudamm se convirtió en un espacio para lofts.

- Abiertos a todos -

Si, frente a una población cada vez más envejecida, algunas regiones de Alemania apenas encuentran cultivadores para sus parcelas, en la capital se han hecho hasta colas. Incluso durante años.

Asignados por una duración ilimitada, sólo el 5,2% de los huertos cambia de dueño cada año. Después de la recompra inicial de árboles y equipamientos ya presentes, un huerto cuesta alrededor de un euro al día, redondeó Thomas Wagner, de la federación BDG. "Las verduras no son sólo para los privilegiados", insistió.

La media de edad de los cultivadores es todavía de 60 años, pero empieza a disminuir con la llegada de familias, deseosas de poner a sus hijos en contacto con la naturaleza.

Holger Jost quiso hace nueve años un huerto con la esperanza de que su hijo se interesase por el cultivo de verduras. El niño creció, pero el padre sigue apreciando tanto como antes sus 300 m² de huerta. Al igual que Alban Becker, presidente de la asociación de Oeynhausen, que alquila "la gran oportunidad de relajación" que dan estos espacios. "Las huertas juegan un importante papel en Berlín", permitiendo un espacio de vida, incluso de supervivencia, a los petirrojos, conejos, zorros... y bocanadas de aire a la ciudad para refrescarse en verano", reiteró.

Aunque en su batalla para sobrevivir, los huertos urbanos deben también hacer un esfuerzo. Tienen que "aportar algo positivo al conjunto de la sociedad", consideró Stefan Grundei, y liberarse de la persistente imagen de espacio encerrado en rígidas normas, poblados de viejos maniáticos que critican los parterres del vecino.

En Oeynhause, las alamedas están abiertas para los paseantes, el restaurante y su terraza también y carteles educativos enseñan los secretos de la naturaleza. Los excedentes de frutas y verduras cultivadas se colocan delante del huerto. Sólo hay que servirse.




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