José Balta Montero
Figura política influyente miembro del Partido Civil que, durante su gobierno como presidente del Perú, impulsó diversas reformas en áreas como la educación, la infraestructura y el desarrollo económico, además de fomentar la construcción de carreteras, puentes, ferrocarriles y la expansión de la red telegráfica en el país.
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José Toribio Balta Montero nació el 25 de abril de 1814 y fue el último de los seis hijos de Juan Balta y Bru y Agustina Montero y Casafranca. A los 16 años, inició su formación como cadete en el colegio militar, siguiendo el ejemplo de sus hermanos Juan Francisco y Pedro, en donde se graduó como subteniente en 1833, y se incorporó en el batallón de Cazadores de Ayacucho, al mando de José Rufino Echenique.
En su vida militar, tuvo triunfos, derrotas, separaciones, destierros y retiros del Ejército. Debutó en el gobierno de Luis José de Orbegoso al enfrentar a las fuerzas insurrectas de Gamarra en la plaza del Callao y en Huaylacucho. Esta acción concluyó con el abrazo de Maquinhuayo, en el que los dos bandos, insurrectos y gobiernistas, se estrecharon en un fraterno abrazo, sin vencedores ni vencidos. Durante la Confederación Perú-Boliviana, se sumó a las fuerzas revolucionarias de Felipe Santiago Salaverry. A su lado, fue ascendido a teniente y, luego, a capitán por su lucha contra la intervención boliviana, además participó en las batallas de Gramadal y Uchumayo; sin embargo, la derrota del ejército patriota en Socabaya (1836) significó su destierro a las montañas de Santa Cruz de la Sierra de Chiquitos, Bolivia, de donde fugó en 1838. Ya en Perú, decidido a respaldar la lucha contra Santa Cruz, se incorporó al batallón Legión peruana y peleó en la batalla de Portada de Guía. Reasignado al batallón Cazadores del Perú, llamado después Cazadores de Ancash, derrotó a las fuerzas confederadas en Yungay (1839). En el mismo campo de batalla, Balta fue ascendido al grado de sargento mayor del Ejército y declarado benemérito a la patria y condecorado con las medallas de Áncash, Destierro en Chiquitos y la de Restauradores de la patria.
El fin de la guerra de la Confederación fue el comienzo de una etapa de anarquía política, durante la que Balta secundó sin éxito, primero, al efímero gobierno del general Torrico, que concluyó con la derrota en la batalla de Agua Santa en 1842, en la cual optó por el retiro por un breve tiempo. En la segunda ocasión, cuando acudiendo al llamado de su hermano Juan Francisco para servir al Directorio liderado por Manuel Ignacio de Vivanco, debió de enfrentar múltiples insurrecciones hasta la batalla de Carmen Alto (1844). Balta quedó nuevamente fuera del Ejército.
En 1846, Balta fue llamado de nuevo al servicio militar. Su férrea disciplina, energía y su sentido de organización fue reconocido por Castilla, quien lo ascendió a teniente coronel y asumió el mando del batallón Yungay Nº 6 en 1848. Su temperamento se demostró en la misión de vigilar la apertura de caminos para la explotación de los lavaderos de oro —descubiertos en las montañas de Carabaya— y mantener el orden público en la región muy cerca a Bolivia, lo cual le valió el ascenso a coronel en 1851. Al mando del batallón Yungay Nº 6, respaldó al general Echenique hasta la batalla de La Palma en 1855, la cual puso fin a su régimen y, por tercera vez, quedó separado del Ejército, en esta ocasión sin grados ni honores, depuesto por el gobierno de Castilla. A los 41 años, se afincó en Chiclayo, junto con su esposa e hija para dedicarse a la agricultura, mientras se ganaba la simpatía de hacendados y población lambayecana.
En 1865, su vida viró hacia la política ante el llamado popular para rechazar el Tratado Vivanco-Pareja, suscrito en el gobierno del general Antonio de Pezet, que aceptaba las lesivas condiciones impuestas por la flota española ocupante de las islas de Chincha, donde yacía el más importante yacimiento del guano. Balta organizó a la Guardia Nacional de Chiclayo, formada en su mayoría por agricultores, y se sublevó contra el gobierno de Pezet (12 de marzo de 1865), lo cual lo constituyó en jefe político militar de los departamentos del norte. Avanzando con sus fuerzas hasta Pisco para ir al encuentro del ejército del sur, dirigido por el coronel Mariano Ignacio Prado, atacaron Lima e impusieron la rendición de Pezet. Así asumió el mando el general Pedro Diez Canseco, quien lo nombró como ministro de Guerra, y rechazó hasta en tres ocasiones la propuesta para ser ascendido a general. El gobierno de Diez Canseco fue breve y, al no estar dispuesto a asumir la dictadura, renunció con todo su gabinete. Declarada la guerra en el épico combate librado en el Callao contra la escuadra española, el 2 de mayo de 1866, Balta fue el comandante general de la división del sur.
Después de la épica jornada, la dictadura convocó a elecciones. Prado se presentó como el candidato oficial y tuvo como adversario a Balta, apoyado por los estudiantes agrupados en el Club Liberal Constitucional y el diario El Constitucional que dirigía Ricardo Palma. Acusado por el gobierno de una supuesta conspiración, fue dado de baja, borrado del escalafón y desterrado a Chile, a donde lo acompañaría después el mariscal Ramón Castilla. Sin oposición, en 1867, Prado juró como presidente constitucional, pero la nueva Constitución de corte liberal fue rechazada por el pueblo y se agitaron las banderas de la rebelión. Balta retornó clandestinamente al país y se hizo cargo de la revolución en el norte con el título de jefe supremo político y militar. Así se desplazó por La Libertad, Ancash y Cajamarca y, tras atrincherarse en Chiclayo, derrotó a las fuerzas gobiernistas. En las nuevas elecciones de 1868, Balta se impuso rotundamente.
Su gobierno se inició con el funesto terremoto del 13 de agosto de ese año que asoló la región sur del país, al que siguió la pugna constante con el Parlamento y los debates alrededor de la crisis económica financiera y los planes para superarla. Balta estaba decidido a finalizar el sistema de las consignaciones del guano, negándose a suscribir nuevos contratos. Las interpelaciones y las censuras de la Cámara de Diputados a los ministros no cesaron, y muchas fueron promovidas por un grupo de consignatarios investigados por la comisión fiscal creada en 1866, que involucraban a personajes de la vida política, económica y social de la época.
El debate entre el Ejecutivo y el Parlamento agitó al país durante el año 1869. Por un lado, se debatía entre la Corte Suprema y los asociados a la Compañía Nacional del Guano para que se reconociera la preferencia de “los hijos del país” en los contratos suscritos por el Estado y, por otro lado, el Gobierno y el Senado optaron por la venta directa del guano. Finalmente, el ministro de Hacienda, Nicolás de Piérola, presentó el contrato de compra-venta de dos millones de toneladas de guano suscrito con Dreyfus, que fue aprobado por el Congreso en 1870. Esto significó el fin de las consignaciones, lo cual causaría una profunda animadversión de los exconsignatarios contra el régimen.
Durante su gobierno de corte progresista y liberal, el ferrocarril constituyó el principal símbolo de modernidad. Asimismo, la inauguración de las obras de la primera línea trasandina del Callao a La Oroya —en la estación de Monserrate en Lima— y de la línea Arequipa a Puno —ambas realizadas en enero de 1870— fueron muy auspiciosas, aun cuando se hicieron a costa de elevados empréstitos. Los 90 km de líneas férreas con que se inició el gobierno de Balta se convirtieron, en 1872, en más de 1000 km atravesando la abrupta geografía andina. Se trató del dominio de la técnica sobre la naturaleza con una mano de obra de más de 12000 trabajadores que laboraron, en su mayoría, al lado de Enrique Meiggs.
Los empréstitos estimularon la creación de instituciones bancarias en Lima y el crédito se extendió por todo el país. Para atender el creciente tráfico marítimo, se iniciaron mejoras del muelle y dársena del Callao y, para fomentar el desarrollo rural, se fundó la Escuela de Agricultura y se autorizaron obras de irrigación en Lima, Lambayeque, Piura, Tacna y Arica. Lima se modernizó para la celebración del cincuentenario de la Independencia. Se construyó el puente de fierro sobre el río Rímac, hoy llamado puente Balta, y se inició la construcción del Hospital Dos de Mayo que, junto con el mejoramiento de los servicios de desagüe, favorecieron la salubridad. Su gobierno inició el ensanchamiento de la zona urbana y Meiggs se encargó de derribar las murallas coloniales, a cambio de una concesión de terrenos. Así se autorizó la creación del barrio de La Victoria en los terrenos de propiedad de la familia Echenique.
Realizó reformas en la educación técnica y en los planes de estudios secundarios. Creó el Consejo Superior de Instrucción Pública y dispuso la reestructuración de los planes de estudio de la Universidad de San Marcos. La obra culminante de la vida limeña fue la construcción del Palacio de la Exposición, inaugurado en 1872, en el que destacaba el famoso reloj del teniente coronel Pedro Ruiz Gallo, que entonaba con campanas las notas del Himno Nacional.
En un clima político muy áspero, se inició, muy pronto, en 1871, el proceso electoral para designar al sucesor de Balta. El Gobierno no tuvo candidato propio, aun cuando —ante la beligerancia— el presidente propuso un candidato único que fue rechazado por los postulantes, y sirvió de pretexto para acusarlo de entorpecer el triunfo de Manuel Pardo, cuya victoria electoral fue abrumadora. Balta se preparó para el cambio de gobierno que debía realizarse el 2 de agosto de 1872. El 22 de julio, estando en Palacio corrigiendo su mensaje a la Nación en compañía de Ricardo Palma, fue apresado por Silvestre Gutiérrez, hermano del ministro de Guerra Tomás Gutiérrez, quien al mismo tiempo era proclamado en la Plaza de Armas como jefe supremo de la república por su otro hermano Marceliano.
Balta estaba preso en el cuartel de San Francisco el 26 de julio, cuando fue asesinado alevosamente por tres oficiales del Ejército, y el pueblo enardecido hizo justicia por mano propia al matar a los tres insurrectos.
Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]
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