Guillermo Enrique Billinghurst Angulo
Empresario, filántropo, periodista, escritor que durante su gobierno realizó obras en favor de la población como viviendas baratas y la de establecer jornadas laborales más humanas.
Lectura .
Billinghurst nació en Arica el 27 de julio de 1851, y murió en el puerto de Iquique en 1915. Recibió su formación inicial en Valparaíso. Desde sus primeros años escolares, establecería relaciones y amistades con quienes después serían importantes miembros de la sociedad chilena, como sería el presidente de ese país: Arturo Alessandri. Por otro lado, en el colegio conocería a Alfonso Ugarte Vernal (Iquique), quien se inmolaría en la batalla del Morro de Arica el 7 de junio de 1880. Una vez muerto Ugarte, Billinghurst publicaría un folleto como homenaje en el que exalta su ejemplo de patriota. Después de terminar los estudios escolares, se trasladaría a Buenos Aires para estudiar Ingeniería, lo que tuvo que suspender luego de la muerte de su padre para atender los negocios familiares.
Como periodista, Billinghurst sería redactor de El Comercio de Iquique, desde el cual se opondría a la política de Manuel Pardo, especialmente en el tema del salitre. Luego de conocer a Piérola estaría a su lado en cuanta aventura revolucionaria se embarcaba el “Califa”. En 1874, se realizó la expedición del Talismán; en 1876, sucedió la revuelta de Moquegua, y, en 1877, la sublevación del Huáscar. En 1878, Billinghurst sería elegido diputado por Tarapacá. Durante la guerra (1879-1881), defendió Lima en las batallas de San Juan y Miraflores en 1881. Billinghurst fue coronel del Ejército de Reserva y jefe de Estado Mayor del Ejército del norte. Durante la defensa de Lima, fue herido y luego tomado prisionero; seguidamente, sería trasladado a Chile hasta el final del conflicto. Luego de concluida la guerra, se retiró a Iquique (para entonces ya territorio chileno), con el fin de atender sus asuntos empresariales, pero sin olvidar sus intereses políticos.
El presidente Andrés A. Cáceres, el héroe de la resistencia nacional, nombraría a Billinghurst cónsul en Iquique, y se convertiría en la principal figura peruana para los tarapaqueños peruanos que, además de constituir la segunda población más numerosa de la provincia, vivieron en el inicio del nuevo siglo una incómoda situación legal por parte de los chilenos, lo cual se transformó en una abierta xenofobia. El tema de los tarapaqueños sería de extrema importancia para Billinghurst, quien luchaba por su repatriación. En gratitud, los tarapaqueños que pudieron regresar al Perú lo apoyaron en su campaña política para la presidencia de la república de 1912.
Como miembro del Partido Demócrata (fundado por Nicolás de Piérola en 1884), Billinghurst sería un constante subversivo del orden vigente. Apoyó, incluso financieramente, a Piérola en múltiples aventuras levantiscas, y fue él quien acompañó al caudillo cuando los montoneros tomaron Lima en 1895, para derrocar al gobierno de Cáceres. Una vez instalado en el poder el Partido Demócrata, con Piérola como presidente de la República, Billinghurst ocuparía el cargo de vicepresidente de la República, al mismo tiempo que sería elegido presidente del Congreso. Desde su puesto, mostró especial interés en llegar a un acuerdo diplomático con Chile acerca del plebiscito sobre Tacna y Arica, mencionado en el Tratado de Ancón.
Al término del período de gobierno de Piérola, en 1899, y al estar prohibida la reelección, lo natural hubiera sido que Billinghurst fuera el elegido como sucesor, pero Piérola le cerró el paso. Seguramente hubo razones personales, pero, sobre todo, de carácter político: la fuerte oposición que Billinghurst había mostrado contra el Partido Civil, al cual Piérola se había acercado para dotar de estabilidad al régimen político. Al saber Billinghurst que no contaría con el apoyo de Piérola, establecería un sorprendente acuerdo con Cáceres, su antiguo adversario político, para derrocar a Piérola, lo cual sería una aventura subversiva fracasada, que la historia no ha registrado.
Billinghurst se apartaría del Partido Demócrata, y se iría a vivir a Iquique para proseguir con sus negocios, sin olvidar la vida política. Desde esa ciudad, se escribiría con su viejo amigo, Ricardo Palma, exmilitante pierolista, preocupado por enviarle publicaciones para la Biblioteca Nacional del Perú, que entonces el tradicionista dirigía con ahínco. Posteriormente, regresaría de forma efímera al Partido Demócrata y sería elegido como su secretario general. Asimismo, se le designaría la alcaldía de Lima en 1909. Desde ese cargo, Billinghurst se acercaría al mundo trabajador limeño, al mismo tiempo que realizó una labor de mejoramiento e higienización urbanos. En las elecciones de 1912, en mayo, Billinghurst encabezaría las llamadas protestas cívicas con el fin de impedir dichos comicios, lo que finalmente conseguiría. Para septiembre, el Congreso lo designaría presidente, venciendo a Ántero Aspíllaga, su antiguo adversario político.
El mandato de Billinghurst fue corto, desde septiembre de 1912 hasta febrero de 1914, cuando fue depuesto por medio de un golpe de Estado comandado por el general Óscar R. Benavides, apoyado por los hermanos Prado Ugarteche, quien aludiría que quería cerrar el Congreso y enfrentarse a los pilares del sistema político: Ejército, Iglesia, poderes locales; y de estimular los bajos instintos de las masas, pues había concedido a los portuarios del Callao la jornada de las ocho horas de trabajo, construyó viviendas populares y se preocupó por abaratar el precio de las subsistencias. Como presidente, Billinghurst cuestionó los pilares de ese orden oligárquico: el Ejército (para mantenerlos en sus labores profesionales), el Parlamento (modificando las disposiciones de elección en contra de los poderes locales), los partidos (para modernizarlos), la Iglesia Católica (propugnando la libertad de cultos) y el propio modelo económico (incentivando prioritariamente la industria). En otras palabras, Billinghurst trató de destruir el pacto oligárquico. Queriéndolo o no, se había erigido en el portaestandarte de los derechos políticos de la plebe, a la que buscó darle viviendas dignas y baratas y alimentos a bajo precio, además de jornadas laborales más humanas.
Posteriormente al golpe, Billinghurst partiría al exilio, a Pica, norte de Chile, en donde moriría, no sin antes redactar un grueso alegato en el que reafirmaba su inocencia titulado Mensaje a la nación.
Billinghurst fue un hombre transfronterizo que tramontó las divisiones políticas para ser parte, curiosamente, de ambos estados, del Perú (donde nació) y Chile (donde murió). Desde su profundo sentimiento nacionalista como peruano, pudo mirar con ojos de comprensión y alturadamente las relaciones entre ambos países. No tuvo odio contra Chile, pero sí fue un incólume defensor del territorio peruano. En los intersticios de ambos países, desarrolló un genuino sentimiento de pertenencia al terruño primario, en el que se viven las primeras experiencias y se alimentan los afectos iniciales y perdurables.
Billinghurst fue un hombre multifacético. Como empresario supo desarrollar una actividad próspera en la explotación y comercio salitrero. Asimismo, fue un filántropo que no dudaba en contribuir pecuniariamente, y con gran sentido social, a actividades que propendían a una elevación cultural de los trabajadores, al financiar bibliotecas populares, por ejemplo.
También tuvo una gran preocupación intelectual, fue un autor prolijo, que investigaba a fondo los temas que trataba y buscaba unir la letra a la acción. Sus escritos y acciones lo revelan como miembro de vanguardia de una burguesía nacional que miraba sobre todo el aspecto interno de la economía para no depender de las inversiones extranjeras. Billinghurst fue un hombre de libros, bibliotecas y cultura. Él mismo contaba con una nutrida biblioteca en su hogar. Asimismo, fundó el Ateneo, círculo científico y literario de Iquique, que explica buena parte de su filiación masónica. El acercamiento de Billinghurst al mundo trabajador no solo tiene un carácter político, sino que se sustenta en la preocupación cultural.
Por las experiencias brevemente relatadas, Guillermo E. Billinghurst fue formando una personalidad y una trayectoria que nos dan suficientes elementos para rescatarlo de la opacidad a la que lo han confinado los discursos históricos dominantes.
Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]
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