Biografias

Manuel Costas Arce

Hacendado, comerciante y político que ocupó varios cargos públicos incluyendo el de Presidente interino de la república peruana en un momento de crisis económica que vivía el país.


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Sobre el origen familiar de Manuel Costas, aún existen muchos vacíos, no se ha encontrado, por ejemplo, documento que dé certeza sobre su nacimiento, comúnmente se acepta 1820 como fecha para este importante acontecimiento familiar y se dice Puno, aunque también se dice Lampa. Sobre sus padres, se conoce que fueron Juan Manuel Costas Gauna, un inmigrante argentino, comerciante y político como su padre, y Martina Arce Romero que —al parecer— sí era peruana emparentada probablemente con su cuidadora y benefactora María Rivera de Velasco, hija de Micaela Romero, de quien los Costas recibieron una considerable fortuna a la muerte de esta.

Manuel Costas tenía dos hermanos: José María, el mayor que aparece en la Junta Central del Partido Civil en octubre 1871, y la menor de ambos, Manuela, que aparece en un documento notarial de 1834, siendo menor de edad, y que —tras la muerte de su madre Martina Arce— queda bajo el amparo y tutoría de Pedro Velasco, esposo de la mencionada María de Rivera de Velasco, quien le ha dejado una hacienda llamada Caracara con 12 mil cabezas de ganado madres y 1200 padres de ganado lanar, 200 vacas madres y 20 padres.

De esto último, se deduce varias cosas: primero, que los Costas tenían una familia materna de grandes propiedades ganaderas; segundo, que sus padres fallecieron cuando los hermanos eran menores de edad, siendo José María el mayor en 1834 y que, al parecer, no tenía suficientes años para valerse por sí mismo, más cuando tenía dos hermanos menores como Manuel quien —de haber nacido en 1820, como se sostiene— tenía 14 años; y, tercero, que también José María y Manuel debieron haber recibido otros bienes al igual que su hermana menor.

Al fallecer sus padres, Manuel Costas y sus hermanos, quedaron al cuidado de sus tíos, quienes aparecen ayudándolo, por ejemplo, en sus cargos políticos, entregando las garantías necesarias como era de ley.

Al fallecer María Rivera de Velasco, la tía que los crió y ayudó, siendo muy adinerada y sin descendencia, heredó a los Costas dos grandes haciendas llamadas Toroya y Tolopalca ambas con el capital de ocho mil seiscientas cabezas de ganado menor, con más de cincuenta bacas (sic) y como veinticinco llamas para que las repartan y disfruten por partes iguales los tres hermanos referidos. De esta forma, su fortuna se incrementó a la que ya habían recibido de sus padres. Manuel Costas, para esta fecha, tenía 34 años y ya era un poderoso hacendado, comerciante de lanas y un político con cargos locales y con relaciones en el gobierno central. A sus actividades ganaderas, comerciales y políticas, se sumaron las incursiones mineras, así —en abril de 1857— lo encontramos estableciendo una sociedad minera en Puno, contando para ello con un capital mayoritario entre los socios. 

Para llegar al gobierno central y dirigirlo de manera interina, Manuel Costas tuvo una larga carrera política que lo llevó inicialmente a ocupar cargos locales como subprefecto, prefecto, jefe político, militar en momentos de constitucionalidad o revolución, cargos en Puno —su departamento natal—, y acompañar a ciertos caudillos de ese momento. La primera vez que lo encontramos en un cargo de confianza es como subprefecto de la provincia de Chucuito en 1846, no tenía más de 26 años al parecer, y, desde esa fecha y de manera sucesiva, otros periodos y otros cargos, hasta que en 1854 apoya a Ramón Castilla en su levantamiento contra Rufino Echenique, evidentemente no era en la legalidad como podría haber sido anteriormente. Ahora era un revolucionario joven —de no más de 35 años— que saltaba a la política nacional para convertirse enseguida en integrante del Congreso Nacional y, pocos años después, llegar al Ejecutivo, como candidato —primero—, primer ministro, vicepresidente y presidente de la república finalmente.

Su primer intento de llegar al Ejecutivo se produce en las elecciones de 1862. En esas elecciones para suceder a Castilla, se presentaron Miguel de San Román, Juan Antonio Pezet y Juan Manuel del Mar Bernedo. Los dos primeros terminaron por juntarse formando la plancha oficialista, con San Román a la cabeza y Pezet como primer vicepresidente, y, junto a ellos, Pedro Diez-Canseco, cuñado de Castilla, en la segunda vicepresidencia. En la oposición, terminó Manuel Costas como candidato a la segunda vicepresidencia junto a Luis La Puerta a la primera vicepresidencia y Juan Manuel del Mar como candidato a la presidencia. Fue el Congreso que finalmente decidió la elección, como era de ley, de la lista oficialista para el periodo 1862-1866. Las elecciones en el Congreso fueron por separado, y —en el caso de la segunda presidencia— Costas perdió ante Diez-Canseco por 64 frente a 42 votos.

Esta primera candidatura pronto rindió sus frutos, pues, en 1864, durante el gobierno de Pezet, su contrincante en las anteriores elecciones, quien había asumido la presidencia tras el fallecimiento de San Román, lo convocó para dirigir el Consejo de Ministros, encargo que cumplió desde el 10 de agosto hasta el 14 de octubre de 1864. Su nombramiento, al parecer, se realizó tomando en cuenta la influencia que tenía sobre los diputados del sur peruano, necesario en ese momento para lograr un entendimiento con el Congreso, a fin de enfrentar los graves momentos que se vivían a razón de la toma de las Islas de Chincha por la Expedición Científica Española y que terminarían en 1866, en la guerra contra España. 

Su actuación como primer ministro le permitió mostrarse como estadista, lejos de secundar al grupo radical que buscaba un enfrentamiento inmediato con España dirigido por Castilla. Prefirió la prudencia y continuar con la compra de las naves de guerra que —desde abril— estaba haciendo Pezet, esfuerzos que se vieron coronados solo con las llegadas de las corbetas Unión y América, primero, y el Huáscar e Independencia después, esta vez para enfrentar a España con Chile aliado, y, trece años después, contra este país. Al final, el retiro de la confianza por parte de Pezet, lo hizo renunciar junto a sus ministros. Finalmente, se unió a Castilla para defender una idea de defensa nacional que era personal.

Luego vendrá sus elecciones como senador por Puno en varias ocasiones, en 1868 (hasta 1870), 1872, y como presidente del Congreso de Arequipa en 1883.

Manuel Costas Arce ocupó la presidencia del país después de ser elegido vicepresidente en 1872. Si bien su gobierno fue interino, cumplió las leyes, por lo que es considerado constitucional, como pocos del siglo XIX.

Siendo presidente constitucional Manuel Pardo y Barreda, le correspondió la presidencia ante la ausencia de este por casi dos meses, entre el 28 de noviembre de 1874 y el 18 de enero de 1875.

De su breve gobierno no hay muchos detalles, solo genéricamente que eran momentos muy difíciles por la crisis económica que se vivía, después de la mala administración del guano, y —entre otros motivos— por los varios intentos de desestabilizar el régimen del primer presidente civil de la república, con Nicolás de Piérola como protagonista. Esta razón última fue por la cual el presidente Pardo decidió dirigir personalmente la defensa militar de la constitucionalidad, dejando —entonces— encargado el ejecutivo al primer vicepresidente, quien era precisamente Manuel Costas.

Este breve gobierno no estuvo ajeno a incidentes al interior, renuncia de ministros, censuras en el parlamento o ataques de la prensa, simplemente era parte ya de la dinámica de cualquier gobierno. Así el incidente más delicado fue protagonizado por los ministros Espinoza y Riva-Agüero, quienes mostraron su oposición frente al encarcelamiento de los diputados Juan Eusebio Luna Valderrama y Benjamín Herencia Zevallos, acusados por haber conspirado contra el presidente Pardo, descubriéndose incluso que el propio ministro Riva-Agüero había ordenado al prefecto de Cerro de Pasco esta detención. Manuel Costas quizás, “demostrando energía (…) y tino”, no aceptó la renuncia de Espinoza, quien argumentaba estar con la salud quebrantada, muy común cuando un ministro quería renunciar, a lo que Costas respondió señalando las “graves consecuencias que traería para el país la dislocación del gabinete en los momentos mismos en que la revolución parecía tomar aliento en el Sur de la República”.

Una vez reinstalado Manuel Pardo en el Ejecutivo, luego de derrotar a Piérola, acepta la renuncia del ministro Espinoza el 20 de enero de 1875, encarga el despacho del renunciante a su opositor Riva-Agüero y este es llamado por el Congreso para ser interpelado por los incidentes con los diputados que habían sido retenidos. Esta crisis política terminó con el cambio del gabinete Sánchez y, a partir del 1 de febrero, con el nombramiento del gabinete Freyre, el tercero del gobierno de Pardo. Así Manuel Costas evitó una crisis ministerial que no habría ayudado en la lucha contra Piérola, sino todo lo contrario.

Terminado el gobierno de Pardo, Manuel Costas volvió a sus actividades privadas en Puno. Solo retornó a la actividad pública durante la guerra contra Chile —para colaborar con Lizardo Montero, amigo y compañero en el Partido Civil—, al ser elegido presidente del Senado Nacional reunido en Arequipa, el cual funcionó desde el 22 de abril al 20 de junio de 1883. Terminada esta última experiencia política, falleció en Arequipa el 29 de septiembre de 1883, muerte que se encuentra certificada por el Cura Rector Interino José María Carpenter, como se puede leer en este certificado de defunción que se conserva en el Archivo Arzobispal de Arequipa: “ha fallecido el Sr. Don. Manuel Costas, viudo, natural de Puno y residente en esta ciudad de setenta y cuatro años de edad, propietario, (…)”.

Hoy sus restos se encuentran en un mausoleo que la familia Costas tiene en el cementerio La Apacheta de Arequipa, el cual lamentablemente se encuentra en una deplorable situación de abandono y destrucción.

Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]




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