Biografias

José Olaya Balandra

José Olaya no era un simple pescador chorrillano. Era también un importante colaborador de la lucha por la Independencia del Perú, ofrendando su vida por nuestro país.


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Chorrillano de cuna humilde:

Nació en San Pedro de Chorrillos don José Silverio Olaya Balandra el año de 1782. Al respecto el distinguido historiador Juan José Vega Bello decía que el verdadero nombre debe escribirse de la siguiente manera: José O´Laya Balandra. Los padres de José Olaya fueron don José Apolinario Olaya (O´Laya) y Córdova y doña Melchora Balandra. Él tuvo 11 hermanos y provenía de cuna humilde y, seguramente, por tradición familiar se dedicó a la pesca artesanal, de tal manera que con un pequeño bote ingresaba en el mar frente a Chorrillos y lo que pescaba lo comercializaba en el mismo muelle o en el puerto del Callao.

Vivía de la pesca artesanal

Por aquellos años, Chorrillos era un pequeño balneario ocupado por una comunidad indígena, que vivía de la pesca, y a él iban las familias nobles y criollas de Lima con el fin de recrearse en los fines de semana, haciendo paseos a caballo o a pie. Los paseantes se hacían acompañar por sirvientas y criados, principalmente en días de sol. Esa numerosa comitiva era esperada por los pescadores para ofrecer sus productos; de tal manera que estaban pendientes de los excursionistas de Lima para hacerse a la mar y retornar con la mayor carga de pescados. Uno de ellos fue José Olaya que, a su vez, se distinguía por su afición a la natación y se regocijaba uniendo a nado las diferentes puntas del litoral, entre Chorrillos y el Callao.

“El pescador chorrillano tenía una balsa como una persona de familia. La amaba y procuraba atalajarla lo mejor posible. Estaba compuesta de tres rollos fuertemente atados, formando un haz de gran resistencia: luego la formó de odres y pellejos, hinchados de aire, dándoles el nombre de ‘caballitos’ con los cuales desafiaba las iras del mar en la cala, en el Salto del Fraile. Dejando atado en la playa uno de los cabestros de la red, sepultaba mar adentro la malla o copo, para volver a tierra otro cabestro, describiendo en el agua un amplio radio de captación. Luego tiraban por ambas puntas, traían a la playa el tesoro de una gran pesca, por medio de esta red barredora llamada chinchorro. Canoa, red y remo son el tesoro y el capital del pescador chorrilano... Silverio desde adolescente desafiaba la ira del océano y en una débil balsa cruzaba el golfo desde Chorrillos hasta San Lorenzo, y desde allí al Callao, donde vendía el producto de la pesca y algunos víveres que solía llevar para negocio” (Luis A. Eguiguren; “El mártir pescador José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe”).

Contribuyó a afinar la comunicación

El 12 de setiembre de 1819, Lord Cochrane volvió a embarcarse en Valparaíso rumbo al Perú. Llegó a las islas San Lorenzo el 27 de setiembre. El 7 de noviembre ancló en Pisco, dejando 400 efectivos que tomaron el puerto. Siguió la ruta nuevamente hacia el norte y el 27 de noviembre estuvo frente a Guayaquil. Luego de hacer notar su presencia con salvas de artillería y entrar en contacto con algunos patriotas, retornó a Chile haciendo pequeñas escalas en los puertos más importantes y recogiendo a muchos voluntarios patriotas peruanos. Hizo una escala más prolongada al llegar al puerto de Valdivia, donde tomó la plaza fuerte entre el 3 y 4 de febrero de 1820.

Indudablemente, la expedición marítima patriota, bajo el mando de Lord Cochrane, cumplió un gran papel estratégico. Mostró superioridad marítima, amedrentó al enemigo y se vinculó con los patriotas, enrolando en sus filas a muchos de ellos. Tomó puertos para la causa libertaria, principalmente para reclutar a negros libertos, para que estos sirvieran en el ejército libertador en las tareas más sacrificadas. Además, se dio el lujo de dejar una zona liberada: Pisco. Hizo pues, todos los arreglos para que la expedición libertadora de San Martín no tuviera ningún obstáculo en su avance hacia el Perú.

Es muy probable que José Olaya, que por entonces ya tenía 38 años de edad, se comprometiera más con los patriotas, porque para él la independencia del Perú venía del mar, su medio de vida.


Olaya pertenece a la era sanmartiniana

El 20 de agosto de 1820, se embarcó el Ejército Unido comandado por el general San Martín. Salió de Valparaíso y tenía seis navíos. Su rumbo era el Perú. Contaba con un ejército de 4 118 efectivos. El 7 de setiembre, el Ejército Unido estuvo frente a Paracas. Al día siguiente ocupó
Pisco. Entre el 25 de setiembre y 4 de octubre se realizaron las tratativas de Miraflores, entre los delegados de San Martín y el virrey Joaquín de la Pezuela, sin llegar a ningún acuerdo. El 30 de octubre de 1820, San Martín arribó a Ancón. Por ese entonces Lima se encontraba rodeada por mar y tierra y estaba llena de “humores y temores”.

Uno de los pocos que sabía del gran poder marítimo -casi invencible de los libertadores, era José Olaya, porque los pocos barcos realistas estaban fondeados en el Callao mientras que la marina patriota se paseaba sin ningún problema por todo el litoral peruano. En dichas circunstancias fue que se produjo la proclamación de Independencia del Perú, el 28 de julio de 1821, y se inició el Protectorado, que duró hasta el 20 de setiembre de 1822. En este período, José Olaya hizo grandes servicios a la joven patria. Sirvió de permanente enlace, primero, entre la flota que estaba en el Callao y los patriotas del puerto y, después, con los que estaban en Lima. Era un correo seguro, probado en varias ocasiones y una de las piezas más importantes de la red de información que había creado la patriota doña Juana de Dios Manrique de  una.

Olaya, que era leal, fuerte y cauto, en el año 1822 se convierte en pieza fundamental de la comunicación patriota y pertenece indudablemente al período sanmartiniano, la época del romanticismo libertador.

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La retoma de Lima

Poco después de que San Martín, quien no pudo desalojar definitivamente a los realistas del Perú, viajara a Argentina, comenzó a funcionar un Congreso Constituyente muy complaciente y se sucedieron gobiernos pusilánimes, que no tuvieron la capacidad de terminar la revolución libertadora.

Ante el desgobierno que reinaba en Lima, el 19 de junio de 1823 los dirigidos por el general Canterac retoman Lima. Canterac deja el mando al brigadier Ramón Rodil y retorna a la sierra. Las principales autoridades civiles y militares del sector independiente, encabezados por el general Antonio José de Sucre se ven en la obligación de refugiarse en los ambientes de la Fortaleza del Real Felipe, del Callao. Desde dicho refugio tratan de reestructurar sus alicaídas fuerzas y establecen un método de comunicación constante pero secreta con los patriotas que se encontraban en Lima. José Olaya era uno de los que llevaba los mensajes. Siempre con sigilo, tratando de no ser visto por los cientos de espías realistas que rodeaban el Real Felipe o que se encontraban en las principales vías de acceso entre Lima y el Callao y también de otros que se hallaban en las pocas puertas de entrada a Lima.

Al respecto, Eguiguren dice lo siguiente: “La comunicación de los 15 kilómetros entre Lima y Chorrillos solo se hacía en mula o calesa, los caminos estaban perfectamente vigilados. Nadie pasaba sin ser severamente examinado y registrado. Por la playa o en la canoa del pescador, dominando el mar los patriotas, parecía que no había peligro inminente, sobre todo cuando se trataba de un pescador que iría a la capital a ofrecer su mercancía de pescado”.


Viajes exitosos

No se sabe a ciencia cierta cuántos viajes hizo José Olaya llevando las comunicaciones entre los patriotas del Callao a Lima. El nexo fue, tal como hemos dicho, doña Juana de Dios Manrique de  Luna, quien entre los refugiados en el Real Felipe junto con Sucre, tenía a su tío don Andrés Riquero. Este fue el nexo con Sucre, de suerte que en las visitas que hacía doña Juana al Real Felipe, entregaba y recibía comunicaciones de los más altos jefes del ejército patriota y comprometía a varios leales de Callao y Lima. Y... Olaya sabía todo eso. Es más, estaba enterado de quiénes eran y dónde vivían. ¿Qué es lo que quería saber Sucre, principalmente? Evidentemente, de los movimientos de las tropas de Rodil. Este, dice Eguiguren, viéndose objeto de una vigilancia tan activa, de golpes certeros, destacó a las portadas de la capital a los  expertos espías y hombres sin escrúpulos, de que se hallaba rodeado, para averiguar, quién o quiénes servían tan diligentemente a los patriotas. Necesitaba descubrir el enlace que existía entre los buques y fortalezas del Callao, ocupados por los patriotas y sus adherentes de Lima...”.

Motivos para enfurecerse

Los realistas estaban absortos y enfurecidos. Sabían que Olaya era patriota, no solo por la escarapela. Sabían que era muy astuto, pues los había engañado en el trayecto, arrojando las cartas de los patriotas a un lugar que ellos no conocían. Por lo tanto, los oficiales realistas decidieron poner a prueba la valentía de dicho pescador al momento del interrogatorio, era con la dádiva o la tortura.  Rodil empleó todos los métodos para que Olaya declare quiénes eran los implicados. Al respecto, Eguiguren dice lo siguiente: “Se lo lisonjeó, se le prometieron grandes premios y dinero en abundancia; pero todo fue a dar contra una roca inconmovible, como esas bañadas por mares furiosos, cada vez más firmemente adheridas a su base. Se le ofreció grado militar en efectividad, el cual se le dijo le sería reconocido por los patriotas si estos triunfaban”. Sin embargo, el rudo y valeroso pescador chorrillano no soltó prenda.

La implacable tortura y el martirologio

El general Rodil ordenó que lo castigaran con 200 palazos. Los ruidos se escucharon en todo el palacio, pero Olaya no abrió la boca. Cuando estaba a punto de desfallecer, le quitaron las uñas, pero a pesar de ello, no le arrancaron ninguna declaración. Luego le aplicaron uno de los tormentos más dolorosos. Le colgaron de los pulgares por varios minutos, pero Olaya se mantuvo impertérrito, casi ya con la imagen de un mártir.

Lo dejaron casi moribundo. Al siguiente día, por la noche, los realistas hicieron una redada y apresaron  varios sospechosos, entre ellos se encontraban algunas de las cónyuges, sobre todo las esposas de los refugiados en el Callao. Ni bien el alba fue esclareciendo el paisaje casi siempre gris de Lima, en las mazmorras de palacio empezó el careo entre Olaya y varios de los apresados. Olaya dijo que no los conocía. “El modesto pescador miraba a estas personas con que muchas veces se había dado citas en aquellas capillas para entregarles su correspondencia, pero ni una leve señal se dibujaba en su rostro impasible. No dijo ni una sola palabra, ni dio el más leve indicio por el cual viniera a conocer el duro gobernador  lo que tanto deseaba”. El momento más dramático y que explica con mayor claridad el coraje del pescador fue cuando lo enfrentaron a doña Antonia Zumaeta, esposa de Andrés Riquero. Ante las preguntas de los realistas si la conocía y quién era su enlace, Olaya, impertérrito, dijo: “que no conocía, ni revelaría jamás cuál había sido esa persona aunque perdiera mil vidas” (Eguiguren).

El fusilamiento de Olaya, el mártir de la independencia del Perú

Habiendo fracasado en todos sus intentos por obtener información alguna, los realistas ordenaron el fusilamiento de Olaya. Sentencia que se cumplió el 29 de junio de 1823, en el callejón de Petateros, que está ubicado frente a palacio de Gobierno y que hoy se conoce con el nombre de Pasaje José Olaya.

El inmediato reconocimiento al mártir

El presidente del Perú, don José Bernardo Tagle, marqués de Torre Tagle, emitió un decreto supremo en el que le otorga categoría de héroe a José Olaya Balandra y dispone: “Artículo 5.- En la Sala de la Municipalidad del pueblo de Chorrillos, se pondrá un lienzo en el que se halle escrito lo siguiente: El patriota D. José Olaya sirvió con gloria a la Patria, y honró el lugar de su nacimiento” (Lima, 3 de setiembre de 1823).

Fuente: Julio Villanueva Sotomayor
[identidad-peru-com]

 

 

 

 

 




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