La cuna de los cohetes lunares en Alabama sigue siendo un pedazo de Alemania
En la ciudad de Huntsville, Alabama, en el sur profundo de Estados Unidos, no es nada difícil conseguir schnitzels, el típico plato alemán de carne empanada y frita.

En la ciudad de Huntsville, Alabama, en el sur profundo de Estados Unidos, no es nada difícil conseguir schnitzels, el típico plato alemán de carne empanada y frita.
En la ciudad de Huntsville, Alabama, en el sur profundo de Estados Unidos, no es nada difícil conseguir schnitzels, el típico plato alemán de carne empanada y frita.
Cada otoño boreal, la base militar local organiza una Oktoberfest y todos los jueves el museo del espacio abre su propio Biergarten, o patio cervecero.
Y el martes por la noche, durante una cena especial por el quincuagésimo aniversario de la llegada de la misión Apolo 11 a la Luna, los invitados del Space & Rocket Center degustaron bratwurst y pretzels bávaros.
Klaus Heimburg, Hans Hoelzer y Peter Grau no consiguieron boletos para la cena, pero en un hotel vecino disfrutaron igualmente de una celebración paralela, junto a decenas de otros.
Se llaman a sí mismos los "alemanes de segunda generación": son los hijos de los científicos e ingenieros que desarrollaron los temidos cohetes V-2 que los nazis utilizaron durante la Segunda Guerra Mundial, y que inventaron luego los cohetes que posaron a los estadounidenses sobre la Luna.
Terminada la guerra, los padres de estos alemanes fueron trasladados a Estados Unidos como parte de un operativo secreto denominado "Paperclip". Instalados en El Paso, Texas, en 1945, comenzaron a trabajar bajo las órdenes del ingeniero alemán Wernher von Braun. Las esposas llegaron poco después.
"Hubo un baby boom entre 1948 y 1949", dice con una sonrisa Peter Grau, ejecutivo retirado de una empresa de telecomunicaciones, nacido en El Paso en 1949.
Poco después, el grupo se trasladó a Huntsville, Alabama, una pequeña localidad conocida entonces como "la capital mundial del berro", donde el ejército estadounidense había creado su centro de desarrollo de misiles.
Fue el comienzo de una vida que podría calificarse como bastante estadounidense.
"Yo comía pan negro, los americanos pan blanco. Yo me servía Leberwurst, ellos mantequilla de maní", recuerda Grau, que hoy vive en Dallas. Su padre, Dieter, dirigía el laboratorio de control de calidad.
Varias familias alemanas viven en un mismo barrio, que es conocido como "Sauerkraut hill". "Jugábamos a los vaqueros y los indios en alemán", dice Klaus Heimburg, hijo de Karl, director de pruebas. "Corría para todos lados con lederhosen", el tradicional pantalón corto bávaro hecho en cuero.
- Nazis y Nasa no se mezclan -
Seis décadas más tarde, la huella alemana sigue patente en Huntsville: fueron los alemanes quienes fundaron la orquesta sinfónica local, y el estadio de la ciudad así como su club de astronomía llevan el nombre de Von Braun. El tiempo de los berros quedó atrás y hoy la ciudad es más conocida como "Rocket City", y se ha convertido en centro regional de la industria aeroespacial.
La genialidad y el carisma de Von Braun, divulgador de la exploración espacial durante la década de 1950 en revistas y programas de televisión, no se cuestiona en Huntsville.
Pero hablar del pasado delante de un periodista genera una tensión inmediata.
Cerca de la mitad de los integrantes del equipo de Von Braun integró el partido nazi, según el historiador Michael Neufeld, incluido el propio Von Braun, que además fue reclutado por las SS en 1940.
Los hijos de los alemanes de Huntsville responden todos de la misma forma: en la Alemania de Hitler, las opciones eran adhesión o muerte.
"Es algo muy sensible para nosotros, porque se trata de nuestros padres", dice Klaus Heimburg. "No eran unos sociópatas, no hicieron cosas malas, pero estaban atrapados en la red de la guerra".
A fin de cuentas, argumenta Heimburg, trabajaron cinco años (algunos más) para el ejército alemán, y más de 25 años para el ejército estadounidense y la Nasa.
En la misma mesa está sentado Hans Hoelzer, nacido en 1949, hijo de Helmut, quien dirigía un laboratorio informático, y que como muchos de la "segunda generación" estudió ingeniería. Hans es amigo de la primera hija de Von Braun, Iris.
Para Hans, Von Braun estaba al tanto de la mano de obra esclava que fabricaba los V-2 en el campo de concentración de Dora. "No creo que hubiese nada que él pudiera hacer al respecto".
Esa posición defensiva se extiende incluso entre los estadounidenses del lugar. El historiador local de la Nasa, Brian Odom, de 41 años, lo llama "la escuela de historia de Huntsville".
"La gente se olvida que esta es una historia muy cercana", dice. El último de los sobrevivientes del equipo de Von Braun murió el año pasado. Los hijos de esos técnicos permanecen en la ciudad, se los puede encontrar en todos lados.
En pleno corazón del campus de la Nasa en Hunstville se colocó recientemente un busto que recuerda a Von Braun, quien fue también el primer director del Centro Marshall de vuelos Espaciales de esa agencia, en 1960.
En el museo y centro de actividades para niños y turistas, junto a la oficina original de Von Braun, se erige un cohete V-2.
Según el jefe del departamento de historia de la Universidad de Alabama Huntsville, Stephen Waring, el cohete en exhibición fue fabricado por prisioneros en Dora, pero ninguna placa visible lo recuerda. El museo dice que está trabajando para "ampliar" los materiales en exposición.
En Huntsville, dice Waring, "la historia comienza en 1945". "Pero si es necesario hablar de 1945, todo fue culpa de Hitler y la SS (...) Los ingenieros alemanes fueron víctimas de las SS, no tuvieron opción".
El alcalde Tommy Battle reconoce que se trata de un tema sensible, pero no deja de destacar el resultado final por encima de todo: gracias al equipo de Von Braun, Estados Unidos puso primero a un hombre en la Luna.
"Por primera vez en la historia, Huntsville se convirtió en un lugar que hizo algo que nadie había hecho jamás".
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