Desde Kiruna (Suecia) (AFP)

El complicado traslado de una ciudad minera de 18.000 habitantes en el Ártico sueco

Cada vez que presume del traslado faraónico del centro de su ciudad en el Ártico sueco, el alcalde de Kiruna, Gunnar Selberg, se hace sermonear por una ciudadana muy insatisfecha: su mujer.

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Edificios en construcción en la ciudad de Kiruna, en el norte de Suecia, para trasladar el casco antiguo a una nueva zona, el 21 de noviebre de 2022 - AFP/AFP
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Cada vez que presume del traslado faraónico del centro de su ciudad en el Ártico sueco, el alcalde de Kiruna, Gunnar Selberg, se hace sermonear por una ciudadana muy insatisfecha: su mujer.

"Le digo: '¿te imaginas? Formamos parte de esta historia, construimos una nueva ciudad mientras la antigua es destruida'", explica a la AFP, mostrando una gran maqueta de las obras de reconstrucción de la localidad.

"Y ella se enfada conmigo, está decepcionada. Cree que es triste, no quiere ver más el casco viejo, le duele...", dice el alcalde en el gran vestíbulo de su nuevo Ayuntamiento.

Esta ciudad, ubicada junto a la mayor mina subterránea de Europa, tiene que trasladar su viejo centro histórico para permitir seguir excavando en el inmenso filón de hierro.

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Grúas en la ciudad de Kiruna, en el norte de Suecia, el 22 de noviembre de 2022 (AFP/AFP)

Sus 18.000 habitantes están divididos antes esta operación colosal.

La localidad, fundada en los albores del siglo XX, al mismo tiempo que la compañía minera de LKAB para explotar un inmenso yacimiento ferruginoso situado a 200 km al norte del círculo polar ártico, acaba de inaugurar en septiembre su nuevo centro, a un poco más de tres kilómetros que el anterior.

Con las excavaciones subterráneas, los barrios corren el peligro de derrumbarse con los movimientos de tierra.

Las primeras etapas de la "mudanza", cuya coste se estima a 3.000 millones de euros (3.250 millones de dólares) y es financiado en gran parte por LKAB, empezaron hace 15 años.

Según las últimas estimaciones, las obras durarán todavía entre 20 y 30 años. O quizás el doble si la mina obtiene la autorización de excavar todavía más.

- "Entre dos ciudades" -

El nuevo Ayuntamiento, un edificio circular obra del arquitecto danés Henning Larsen, fue el primero en ser inaugurado, en 2018.

Muy cerca se encuentra un gran torre de un hotel moderno, y también un centro comercial. Un poco más lejos, las grúas trabajan para finalizar la piscina.

Pero muchos, incluido el alcalde, reconocen que el cambio no es fácil.

"La gente tiende a pensar que '¡es fantástico!', 'es un proyecto tan grande'. El operador (de la mina) LKAB siempre vende una imagen positiva, donde todo el mundo está contento. Pero no es el caso de todos", admite Selberg.

Los residentes se quejan de que están "atrapados entre dos ciudades", dice el alcalde, o "todavía quieren ir a los restaurantes de la vieja ciudad".

Edificios enteros del casco antiguo, sin sus ocupantes ni sus tiendas, se encuentran ahora protegidos con vallas azules para impedir su acceso, antes de ser demolidos.

Actualmente, 6.000 personas están afectadas, pero pueden ser más si LKAB obtiene el visto bueno para excavar más. La compañía también acaba de anunciar el hallazgo del que sería el mayor yacimiento de tierras raras de Europa, justo al norte de la ciudad.

- Edificios trasladados enteros -

El tiempo apremia en Kiruna. La mayor escuela de la ciudad, cuyos nuevos locales todavía no están terminados, empieza a mostrar grandes fisuras debido al hundimiento del suelo.

Los edificios históricos más bonitos fueron o serán trasladados, enteros en convoyes especiales. La espléndida iglesia de madera roja, orgullo de Kiruna, seguirá la misma suerte en 2026.

En su tienda --la más antigua de la ciudad, fundada en 1907-- Mari-Louise Olsson no tiene muchas ganas de cambiarse.

LKAB, propietaria de lugar, le concedió algunos meses más de contrato, siempre y cuando acepte el cheque de indemnización --de unos 65.000 euros (70.400 dólares)-- y mudarse a un local del nuevo centro.

"Estoy triste y decepcionada", se lamenta la mujer, de 63 años, que vende recuerdos y objetos de artesanía sami, el pueblo autóctono de Laponia.

"La mina es esencial, pero me gustaría que hubiera más consideración hacia las otras empresas. Es por culpa de la mina que no podemos quedarnos aquí más años", dice a la AFP, en su tienda en un barrio cada vez más fantasma.

"¿Quién puede poner precio a una historia individual? Nunca se podrá compensar con dinero", dice.




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