Historia del Peru

La reforma militar

La intervención militar y su orientación reformista representaron cambios tanto en las fuerzas armadas como en la sociedad peruana.


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juan velasco alvarado

Dentro de las fuerzas armadas, los orígenes sociales del cuerpo de oficiales ya no reflejaban los antecedentes y perspectivas de las clases altas criollas, que históricamente habían inclinado a los oficiales a seguir el mandato de la oligarquía. Como reflejo de los cambios sociales y la movilidad que se estaban produciendo en la sociedad en general, los oficiales ahora mostraban orígenes de clase media y media baja, provinciales, mestizos o cholos. El general Velasco, un cholo, había crecido en circunstancias humildes en el departamento norteño de Piura y supuestamente iba a la escuela descalzo.

Además, esta generación de oficiales había luchado y derrotado a los movimientos guerrilleros en la atrasada Sierra. En el proceso, habían llegado a la conclusión de que la paz interna en Perú no dependía tanto de la fuerza de las armas, sino de la aplicación de reformas estructurales que aliviaran la carga de la pobreza crónica y el subdesarrollo en la región. En resumen, el desarrollo, concluyeron, era la mejor garantía para la seguridad nacional. El gobierno de Belaúnde había prometido inicialmente reformas y desarrollo, pero había fracasado. Los militares atribuyeron ese fracaso, al menos en parte, a los defectos del sistema político democrático que habían permitido a la oposición bloquear y paralizar las iniciativas de reforma en el Congreso. Como nacionalistas, también aborrecían el pacto propuesto con el IPC y miraban con recelo las historias de corrupción generalizada en el gobierno de Belaúnde.

Velasco actuó inmediatamente para implementar un programa de reforma radical, que parecía, irónicamente, encarnar gran parte del programa original de 1931 de la antigua némesis del ejército, el APRA. Su primer acto fue expropiar las grandes plantaciones agroindustriales de la costa. La reforma agraria que siguió, la más amplia de América Latina fuera de Cuba, procedió a destruir la base económica del poder de las antiguas clases dominantes, la oligarquía exportadora, y sus aliados gamonales en la Sierra. En 1975, la mitad de la tierra cultivable había sido transferida, en forma de diversos tipos de cooperativas, a más de 350.000 familias que representaban alrededor de una cuarta parte de la población rural, principalmente trabajadores de fincas y arrendatarios (colonos). Sin embargo, la producción agrícola tendió a mantener sus niveles más bien bajos de antes de la reforma, y ésta todavía dejó fuera a un millón de trabajadores estacionales y sólo benefició marginalmente a los campesinos de las comunidades nativas (alrededor del 40 por ciento de la población rural).

El régimen de Velasco también procedió a desmantelar el modelo de desarrollo liberal y exportador que había alcanzado sus límites tras la larga expansión de la posguerra. El Estado asumió ahora, por primera vez en la historia, un papel importante en el proceso de desarrollo. Su objetivo inmediato era el sector dominado por el extranjero, que durante los años 60 había alcanzado una posición dominante en la economía. Al final del gobierno de Belaúnde, en 1968, tres cuartas partes de la minería, la mitad de la industria manufacturera, dos tercios del sistema bancario comercial y un tercio de la industria pesquera estaban bajo control extranjero directo.

Velasco invirtió esta situación. En 1975 las empresas estatales representaban más de la mitad de la producción minera, dos tercios del sistema bancario, una quinta parte de la producción industrial y la mitad de la inversión productiva total. La estrategia general de desarrollo de Velasco consistió en pasar de un laissez-faire a una economía "mixta", para sustituir el desarrollo basado en las exportaciones por la industrialización por sustitución de importaciones. Al mismo tiempo, el Estado aplicó una serie de medidas sociales destinadas a proteger a los trabajadores y redistribuir los ingresos para ampliar el mercado interno.

En el ámbito de la política exterior, el régimen de Velasco emprendió varias iniciativas importantes. Perú se convirtió en una fuerza impulsora no sólo de la creación de un Pacto Andino en 1969 para establecer un mercado común con políticas comerciales y de inversión coordinadas, sino también del movimiento de los países no alineados del Tercer Mundo. Reflejando el deseo de poner fin a su percibida dependencia económica y política de Estados Unidos, el gobierno de Velasco también se movió para diversificar sus relaciones exteriores haciendo pactos comerciales y de ayuda con la Unión Soviética y los países de Europa del Este, así como con Japón y las naciones de Europa Occidental. Por último, en la década de 1970 Perú consiguió establecer sus reivindicaciones internacionales sobre un límite territorial de 303 kilómetros en el océano Pacífico.

Cuando Velasco fue sustituido el 29 de agosto de 1975 por el general Francisco Morales Bermúdez Cerrutti (1975-80), más conservador, su programa de reformas ya se estaba debilitando. Las calamidades naturales, el embargo mundial de petróleo de 1973, el creciente endeudamiento internacional (Velasco había pedido grandes préstamos en el extranjero para reemplazar el capital de inversión perdido para financiar sus reformas), la sobreburocratización y la mala gestión general habían socavado el crecimiento económico inicial y desencadenado una grave espiral inflacionaria. Al mismo tiempo, Velasco, aquejado de un cáncer terminal, se había vuelto cada vez más personalista y autocrático, socavando el carácter institucional del gobierno militar. Poco dispuesto a ampliar su popularidad inicial a través de la política de partidos, había creado una serie de organizaciones de masas, vinculadas al Estado de forma típicamente corporativista y patrimonialista, con el fin de movilizar apoyos y controlar el ritmo de las reformas. Sin embargo, a pesar de su retórica para crear organizaciones verdaderamente populares y democráticas, las manipuló desde arriba de forma cada vez más arbitraria. Lo que había comenzado como un inusual experimento militar de tipo populista evolucionó hacia una forma de lo que el politólogo Guillermo O'Donnell llama "autoritarismo burocrático", con características cada vez más autoritarias y personalistas que se manifestaron en el "velasquismo".

El sustituto de Velasco, el general Morales Bermúdez, pasó la mayor parte de su mandato aplicando un programa de austeridad económica para frenar el aumento de la inflación. La opinión pública se volvió cada vez más contra el gobierno de las fuerzas armadas, a las que culpaba de los problemas económicos del país, la corrupción generalizada y la mala gestión del gobierno, así como de los excesos generales de la "revolución". En consecuencia, Morales Bermúdez se preparó para devolver al país al proceso democrático.

En 1978 se celebraron elecciones para una Asamblea Constituyente facultada para reescribir la constitución. Aunque AP de Belaúnde boicoteó las elecciones, un conjunto de partidos de izquierda recién constituidos obtuvo un porcentaje de votos sin precedentes, el 36%, y gran parte del resto fue para el APRA. La Asamblea, bajo el liderazgo del envejecido y enfermo terminal Velasco (que moriría en 1980), completó el nuevo documento en 1979. Mientras tanto, la popularidad del ex presidente Belaúnde experimentó un resurgimiento. Belaúnde fue decisivamente reelegido presidente en 1980, con el 45% de los votos, para un mandato de cinco años.

Fuente:[Rex A. Hudson, ed. Peru: A Country Study. Washington: GPO for the Library of Congress, 1992]




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