Desde Kiev (AFP)

Ucrania, bajo presión máxima para reformar y combatir la corrupción

Ucrania se encuentra bajo una presión extrema de sus aliados occidentales para combatir seriamente la corrupción, si quiere seguir contando con su vital apoyo.

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La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, se estrechan la mano el 1 de febrero de 2016 en Berlín - AFP/AFP
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Ucrania se encuentra bajo una presión extrema de sus aliados occidentales para combatir seriamente la corrupción, si quiere seguir contando con su vital apoyo.

El miércoles, las autoridades prooccidentales de Kiev recibieron una advertencia de una firmeza inusual de parte del Fondo Monetario internacional (FMI), su principal acreedor. Su directora gerente, Christine Lagarde, amenazó con cortar el grifo si no ve "nuevos esfuerzos significativos" del gobierno ucraniano en materia de reformas y lucha contra la corrupción.

Una advertencia que hizo caer rápidamente la moneda ucraniana y alejó a los inversores de la deuda pública de este país, enfangado en una crisis económica y un conflicto armado con los separatistas prorrusos en las provincias orientales.

Poco más tarde, fue el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, quien manifestó su preocupación, en una conversación telefónica con el presidente, Petro Poroshenko.

Y el viernes, la Unión Europea llamó a las autoridades y los partidos políticos "a unirse para garantizar que las reformas prosiguen".

Los aliados de Kiev parecen perder la paciencia ante las autoridades ucranianas, que hace dos años sucedieron a un poder prorruso y están tardando en aplicar sus promesas de reformas.

La situación estalló a comienzos de febrero, cuando el ministro de Economía, Aivaras Abromavicius, muy respetado por los círculos de negocios y los ministerios de Relaciones Exteriores occidentales, dimitió acusando a un allegado del presidente de bloquear las reformas y haber querido imponer personalidades "dudosas" en su equipo.

- Consecuencias apocalípticas -

Las miradas se volvieron rápidamente hacia el presidente y su primer ministro, Arseni Yatseniuk.

"Sin reformas no hay ayuda", indicó la semana pasada en su editorial el diario anglófono ucraniano Kyiv Post, que llama a los occidentales a cesar toda ayuda "hasta que los dirigentes ucranianos actúen en favor de los intereses nacionales".

Los analistas advierten de que una interrupción de la ayuda occidental le costaría muy cara al país.

La congelación de los créditos del FMI bloquearía así todo el programa internacional para Ucrania, es decir, un total de 10.000 millones de dólares en 2016, destaca VoxUkraine, una asociación de expertos en economía.

Las consecuencias serían numerosas: nueva devaluación de la moneda, que ya ha perdido dos tercios de su valor respecto al dólar en dos años, haciendo subir la inflación (43% en 2015), caída de la actividad económica, fuga de capitales extranjeros...

Y las eventuales alternativas al apoyo del FMI "ni siquiera se plantean, por lo apocalípticas que son todas", asegura Anatoli Oktisiuk, del Centro internacional de estudios Políticos de Kiev.

La inoperancia del poder podría provocar además unas elecciones anticipadas, legislativas e incluso presidenciales, advirtieron en una declaración común unos veinte expertos políticos. En ese caso, los occidentales verían con buenos ojos un gobierno de tecnócratas, aunque los dirigentes ucranianos están divididos respecto a esa opción.

Poroshenko insiste en la conveniencia de "revigorizar" el gabinete de Yatseniuk, quien por su lado amenaza con dimitir en caso de remodelación. Su gobierno podría incluso caer en los próximos días, cuando presente el martes en el Parlamento su informe anual.




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